Tras medio siglo. Ramón Rosal Cortés

Tras medio siglo - Ramón Rosal Cortés


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Rogers, creador de la Psicoterapia Centrada en la Persona

      2 E. Berne, creador del Análisis Transaccional

      3 F. Perls, creador de la Psicoterapia de la Gestalt

      4 R. Assagioli, creador de la Psicosíntesis

      5 E. Gendlin, creador del Focusing

      6 A. Lowen, creador de la Bioenergética

      7 D. Boadella, creador de la Biosíntesis

      8 A. Mahrer, creador de la Psicoterapia Existencial

      3. A todos aquellos psicólogos anteriores al surgimiento de la Psicología Humanista, o posteriores, que no se autodenominan necesariamente psicólogos o psicoterapeutas humanistas, pero –dentro de su diversidad– les une el hecho de compartir, entre otras características, principalmente una concepción:

       Holista y sistémica de la persona humana singular, frente a una visión atomista

       Que reconoce la capacidad de libertad, frente a una visión mecanicista y determinista de la persona

       Así como también reconoce la complejidad y unicidad de la misma, frente a toda visión reduccionista, de cualquier tipo

      Entre ellos se encuentran:

      1 Teóricos de la personalidad, motivaciones, emociones, etc., como William James, Gordon Allport, Henry Murray, Philip Lersch, Hans Thomae, G.Stanley Hall, Kurt Goldstein y Edward Spranger

      2 Excolaboradores de Freud, como Otto Rank, Alfred Adler y Carl G. Jung.

      3 Neopsicoanalistas, como Erich Fromm, Karen Horney y J.L. Moreno

      A. Logros de las psicoterapias humanistas

      1º Concepción holista y sistémica de la personalidad

      Un primer logro a destacar es el claro predominio de las concepciones holista y sistémica de la personalidad frente a las atomistas y reduccionistas.

      Los teóricos de la Psicología Humanista manifestaron un interés acentuado por el estudio de la personalidad en su conjunto, singularidad e historicidad. La personalidad de un individuo no es entendida como la suma o yuxtaposición de funciones o procesos (cognitivos, emocionales, conductuales), sino como un sistema o conjunto organizado de forma peculiar en cada sujeto, un sistema configurado y en proceso de desarrollo. Los sistemas -o mejor subsistemas- psicofísicos que integran la organización o sistema de la personalidad están interrelacionados, pudiéndose producir una influencia recíproca entre ellos.

      Cabe trabajar, con finalidad de cambio psicoterapéutico, a partir predominantemente de intervenciones emocionales, cognitivas, imaginarias (gran variedad de modelos, entre ellos la Psicosíntesis, y también los ya citados), o corporales, etcétera (Psicoterapia de la Gestalt, Análisis Transaccional en su escuela clásica, terapias psicocorporales como la Bioenergética entre otras). Sin embargo, en cualquiera de estos enfoques, para que el terapeuta sea fiel a un enfoque humanista no perderá de vista que estas diferentes vías pretenden dar lugar a un cambio en la organización del conjunto de la personalidad y sus diferentes subsistemas.

      Asimismo tenderá a no perder de vista el carácter singular e irrepetible de todo sujeto humano. El interés de la P.H. por esta actitud tiene probablemente su primer representante destacado en Allport (1975). Para este autor la unicidad constituye el mayor dilema para el psicólogo clínico que, si pretende interpretar la conducta del paciente con algunas hipótesis de un modelo terapéutico determinado, constata las dificultades de acoplarse plenamente al mismo.

      La individualidad es una característica primaria de la naturaleza humana. Para el desarrollo de la ciencia de la personalidad debemos aceptar este hecho. Pero es más fácil construir un hombre artificial a partir de normas universales y de grupo que estudiar adecuada y científicamente un ser real (Allport, 1975 p.39).

      Para Allport -y podemos considerar que, al menos de forma implícita, para el conjunto de la P.H.- es claramente simplificadora la visión científica nomotética del individuo, en especial si se acepta la definición que Eysench ofreció: “Para el científico, el individuo es, simplemente, el punto de intersección de un cierto número de variables cuantitativas” (Eysench, 1952, p. 18).

      Significa que el científico no se interesa por la mutua interdependencia de los sistemas parciales dentro del sistema entero de la personalidad. Se interesa solamente por dimensiones aisladas, que le permiten establecer comparaciones entre muchas personas [...] El científico no se interesa en el sistema de la personalidad como un todo, sino solamente en las dimensiones comunes. Deja a la persona como mero “punto de intersección”, sin estructura interna, sin coherencia ni sentido (Allport, 1975, p. 25).

      Por supuesto que actualmente, fuera del ámbito de la Psicología Humanista, el interés hacia el concepto de personalidad se ha difundido, distanciándose claramente de los dos paradigmas de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Pero el papel de los psicólogos humanistas ha sido notable en estos procesos de cambio. Pinillos, el que probablemente fue el primer psicólogo científico español, así lo reconoció cuando escribió –con la libertad del jubilado– estos párrafos en 1987:

      A cuenta de la llamada psicología humanística -tercera fuerza, otras veces- hay que cargar el mérito de haber mantenido vivas, contra viento y marea, una serie de ideas que los reduccionismos de las distintas escuelas han excluido cuidadosamente de sus respectivos campos de investigación, sobre todo al ocuparse de la personalidad.

      De formas muy variadas, porque el área cubierta por las psicología humanística tiene unos confines borrosos y un contenido heterogéneo, los representantes de esta opción han procurado que la psicología de la personalidad no pierda de vista la existencia de un núcleo de cualidades sui generis tales como la libertad, la dignidad y la conciencia de sí, privada de las cuales la noción misma de personalidad queda degradada. La idea de que, por modos muy diversos, en la personalidad humana refulge el valor incondicionado de la persona, es probablemente la clave del arco que cobija a todas las teorías humanísticas de la personalidad. [...]

      En cuanto fuente de inspiración, como conciencia crítica de los convencionalismos, estrecheces y limitaciones de la psicología científica de la personalidad, esta opción humanística tiene asegurado un puesto permanente, un poco honorífico, ésa es la verdad, en la disciplina. No siempre es viable traducir a términos verificables los valores que todas estas corrientes pretenden defender en el estudio de la personalidad; pero constituiría una crasa equivocación no caer en la cuenta de que en la anteposición que hacen del objeto al método tiene, precisamente en el estudio de la personalidad, mayor sentido que en ninguna otra parcela de la psicología (Pinillos, 1987, pp. 14ss.).

      2º Investigación idiosincrásica

      Un segundo logro de la Psicología Humanista es el de haber investigado con un enfoque predominantemente idiosincrásico para la comprensión de la persona, de los sistemas en que está implicada, y de los subsistemas que la integran.

      Predominio no significa exclusividad. May trató de compaginar –como vías complementarias– la visión idiosincrásica (que consideraba la principal) y la nomotética. Para May el ser humano se encuentra ante un dilema existencial que “emerge de la capacidad del hombre para vivir a la vez como sujeto y objeto. Ambas vivencias son necesarias, para la ciencia psicológica, para la terapia y para una vida placentera” (May, 1978, p. 21). Un error frecuente consiste, según él, en la actitud simplificadora por la que se trata de evitar el dilema negando uno de sus extremos. En psicoterapia este dilema se manifiesta en que puede percibirse al paciente desde dos puntos de vista: o como un organismo que, según los diagnósticos, se adecúa en mayor o menor grado a determinado modelo, o como un sujeto singular e irrepetible con el que se establece una relación interpersonal y con el que se ejercita una actitud de empatía que facilita comprender mejor el significado de su lenguaje verbal y no verbal.

      Un colega psicoterapeuta señala que alterna como en un partido de tenis entre ver al paciente como un objeto, cuando piensa en modelos, dinámica, prueba de realidad y otros aspectos de los principios generales con los que


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