Tras medio siglo. Ramón Rosal Cortés

Tras medio siglo - Ramón Rosal Cortés


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Humanista, por ejemplo May, Maslow, Rogers, Perls, Berne, y Lowen, entre muchos otros) todos ellos reconocen la relevancia de las experiencias emocionales de la infancia –derivadas de las conductas parentales– en la evolución posterior del sujeto, aunque sin embargo conceden un carácter no determinista a tales influjos. Atribuyen a Freud una visión excesivamente pesimista o fatalista sobre los efectos que puedan producirse en la trayectoria personal a partir de los errores de los padres, entre otros. En el tratamiento terapéutico, en la mayoría de estos autores, no importa mucho indagar qué pasó exactamente en el pasado infantil del sujeto, sino qué es lo que hoy percibe sobre aquel pasado, coincida mucho o poco con la realidad histórica.

      Se ha hecho referencia a las corrientes cognitiva-constructivistas y neo-psicoanalistas como testimonios del distanciamiento de estos colectivos respecto a posturas mecanicistas y deterministas. Pero hay que considerar que en esta evolución han jugado un papel claramente preponderante –y de forma más explícita– una serie de los iniciadores del Movimiento psicológico humanista, y de los sucesivos creadores de modelos terapéuticos de esta línea.

      Ejemplo de ello es la recuperación y revalorización –como antes se ha dicho- del potencial psicológico de la voluntad, con capacidad de decisiones libres, por parte de May (1985), Berne (1973), Assagioli (1989) entre otros. Y con ello también la recuperación del sentido de responsabilidad para poder experimentar el sentimiento sano de culpa (distinto de la culpa neurótica). Conceptos, tanto el de la voluntad como el del sentimiento sano de culpa, que habían desaparecido de la Psicología, hecho comprensible partiendo de la base de la inexistencia de una actividad libre en la conducta humana.

      Suprimida la libertad –o reducida a un acontecimiento muy excepcional– desaparecía la creatividad, de la que decía que tenía la impresión de que cada vez ese término y el de autorrealización están más cerca, e incluso que podrían ser conceptos idénticos (Maslow, 1983b).

      6º Reconocimiento de la variabilidad de las motivaciones

      También hay que entender como un logro el haber reconocido la variabilidad de aquellas motivaciones que no dependen de los impulsos básicos psicofisiológicos.

      La aportación de Allport sobre esta cuestión fue compartida por muchos psicólogos humanistas-existenciales. Distanciándose del psicoanálisis y del conductismo inicial, entendieron que no toda motivación de la persona adulta es evolución de una motivación presente ya en la infancia, sino que se admite la capacidad de la persona para ampliar intereses y motivaciones que no sean necesariamente los diferentes disfraces de una o dos pulsiones originarias. En el ser humano no se dan sólo necesidades, hay también aspiraciones. Estas son, en la persona madura, peculiares, vividas con fidelidad a sí misma, y componentes de su proyecto existencial.

      7º Admitir la posibilidad de “metamotivaciones” en el ser humano

      El concepto de metamotivación introducido por Maslow (1975, 1982, 1983a) coincide en parte con lo que Philip Lersch (1974) había denominado “tendencias transitivas”, que más allá de las tendencias de la vitalidad y del yo individual son tendencias genuinas del ser humano que no son coincidentes con sublimación de otras tendencias, sino que tienen entidad propia. En la práctica terapéutica se concreta en la distinción entre la persona que presenta una patología y la que presenta una metapatología. Se considera que esta patología es igualmente causa de sufrimiento y frecuentemente, como indica Fromm (1966), es reprimida por una cultura social neurótica, que condena el exceso de “biofilia” y las tendencias a la autorrealización –que van más allá de los límites que la sociedad puede digerir– con el aislamiento y la incomprensión.

      Maslow tuvo que reconocer, en su etapa final, que no se cumplía en muchos casos su hipótesis de que toda persona que llegase a tener suficientemente atendidas sus necesidades básicas –fisiológicas, de seguridad, de afecto y afiliación, de valoración– pasaba de forma automática a experimentar las metamotivaciones. A la pregunta que le planteó Frick (1984) en una entrevista: “Creo que esto representa un cambio importante en su posición teórica. ¿Es así?”, Maslow le respondió:

      Sí, es una sorpresa. Siempre supuse, como lo hizo Freud –quizá lo aprendí de Freud– que, si se descartaba lo inservible, y las neurosis y los desechos, etc., entonces la persona florecería y encontraría su propio camino. A veces me toca comprobar, en especial con los jóvenes, que no es así a veces (Frick, 1986, p. 52).

      Considero de interés la hipótesis propuesta por Frick para dar respuesta a este incumplimiento de la teoría de Maslow, revisando la suposición de éste sobre el carácter más bien instintoide del paso a las metamotivaciones.

      Frick propone un “modelo conceptual” del crecimiento personal, según el cual “una orientación conceptual centrada en conceptos que realzan el crecimiento altera la propia percepción de uno mismo y sus potencialidades” (Ibidem, p. 56). Se adhiere a la hipótesis de Weisskopf-Joelson (1968) que sostiene que el disponer de una interpretación de la vida a partir de algún sistema filosófico o de creencias facilita a ésta una estructura y significado. Frick propone cinco conceptos que considera importantes como orientadores para un incremento del crecimiento, en concreto: el individuo ideal, la autonomía, la vida como proceso, la integridad interpersonal y la comunidad, y el terreno transpersonal.

      Dichos conceptos dan a conocer estas fuerzas latentes e inarticuladas y, una vez liberados, proporcionan una consciente influencia sobre su expresión y dirección. Así los conceptos que realzan el crecimiento devienen una fuerte fuerza motivacional para la auto-actualización, en su propio derecho (Frick, 1986, p. 57).

      Esta hipótesis de Frick parece de especial interés para posibles investigaciones. Siempre y cuando no deje de incluir –precediendo o acompañando a la conceptualización– el recurso de la actividad imaginaria –de las visualizaciones mentales– dado su comprobado poder movilizador, superior al de los conceptos abstractos.

      8º Destacar la importancia del proyecto vital

      Otro acierto de la Psicología Humanista es el de haber concedido importancia al proyecto vital de la persona –consciente o inconsciente– y a la búsqueda de sentido.

      Encontramos aquí otra experiencia humana a la que tanto los conductistas como los freudianos no concedían interés psicológico. En cambio el sector existencial de los psicólogos humanistas lo consideraron primordial, asumiendo las líneas básicas del pensamiento de May (1974, 1978, 1988) y Frankl (1978, 1988, 1990). Actualizando, de acuerdo con Rychlak (1988) la clasificación de las cuatro causas aristotélicas, y no limitándose -como ha sido muy frecuente al investigar las causas de las conductas psicopatológicas y de los cambios terapéuticos- a las causas “material” y “eficiente”, se concede relevancia, a las causas “formal” y, en especial, a la causa “final”.

      El énfasis concedido a esta última nos aproxima a algunas teorías y aportaciones de Adler y se refleja, en el plano psicoterapéutico, en la importancia que concede a lo que el Análisis Transaccional denomina “análisis del guión vital”, incluyendo dentro de los objetivos globales de la psicoterapia -si es armónico con la demanda del paciente o cliente- la posibilidad de sustitución de un proyecto construido en forma rígida (lo que propiamente es el “guión”) o la ausencia de proyecto (ausencia de guión, o guión de “ir tirando” en términos analítico-transaccionales) por un proyecto flexible elegido desde la libertad y lucidez que en ese momento de su vida es capaz (“salirse del guión”, o “guión de triunfador).

      En cuanto a la relevancia dada a la “causa formal”, se manifiesta en la práctica terapéutica a partir de la concepción de un modelo basado, ante todo, en un análisis del proceso (o “forma”), que el sujeto desarrolla para lograr aquellos objetivos, a semejanza de la perspectiva de la Psicoterapia de la Gestalt, la Psicología de los Constructos Personales de Kelly y la Psicoterapia Postrogeriana de Egan.

      9º Admitir modelos terapéuticos abiertos

      También hay que considerar un logro de la Psicología Humanista el haber admitido la posibilidad de modelos psicoterapéuticos metodológicamente integradores respecto a teorías y/o procedimientos de intervención, es decir, modelos terapéuticos


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