Tras medio siglo. Ramón Rosal Cortés

Tras medio siglo - Ramón Rosal Cortés


Скачать книгу
Somatanalyse de Richard Meyer, la Terapia del Grito y el Bonding de Daniel Casriel, la Expresión corporal de Patricia Stokoe, el Masaje Reichiano, el Masaje Californiano de Bernard Gunther y Molly Day, el Masaje Sensitivo de Claude Camilli, el Masaje Sensitivo Gestáltico de Margaret Elke. Sin olvidar la aplicación con finalidad terapéutica de algunas variantes del yoga –incluidos el Hata Yoga, el Pranayama, y la meditación–, el T’ai-Chi-Ch’uan, la Meditación Zen y la Meditación Dinámica de Bhagwan Shree Rajneesh, entre otras prácticas de origen asiático. Para una información completa sobre los fundamentos y variantes de las psicoterapias corporales –con sus respectivas posibilidades y limitaciones– y con una breve información sobre 110 modelos o técnicas, aparte de una mayor atención a unos pocos, véase la obra de Ana Gimeno-Bayón (2013): Un modelo de integración de la dimensión corporal en psicoterapia.

      Además, pudimos conocer variadas psicoterapias con aplicación de técnicas con imágenes y fantasía, que además de su utilización en modelos ya citados como la Psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional, la Psicosíntesis, y el Psicodrama, tienen un lugar especialmente prioritario en los modelos terapéuticos que he optado por denominar “oniroterapias” (véase Rosal, 2002 y 2013, pp. 124-175).

      La mayoría de los creadores o profesionales de estos modelos y/o técnicas psicoterapéuticas pienso que deben estar agradecidos a que, gracias a haber podido propagar sus aportaciones y experiencias en congresos de Psicología Humanista –cosa que, para mayoría de ellos, hubiese sido casi imposible en congresos psicoanalíticos o conductistas– no hayan acabado reducidos a una serie de ghettos. Ahora bien, si se nos pregunta: ¿pueden considerarse incluidos en la Psicología Humanista todos estos métodos terapéuticos que han sido acogidos con respeto en sucesivos congresos y jornadas del Movimiento, o también en revistas o boletines de sus asociaciones? La respuesta correcta es que, para que puedan considerarse como tales, deben manifestarse en ellos las actitudes y postulados que constituyen el denominador común de las psicoterapias humanistas, es decir, deben mostrar un porcentaje elevado de concordancia con lo que coincidieron en rechazar y compartir los iniciadores del Movimiento, y a lo cual me he referido en 1.2. y 1.3. Aunque refiriéndome ahora explícitamente a la psicoterapia y no sólo a la psicología, concretaré más este punto en los apartados siguientes. Tengo el convencimiento de que una parte de los profesionales vinculados a modelos terapéuticos, que desde sus inicios fueron apoyados por el Movimiento de la Psicología Humanista, incluso representantes de las metodologías que han logrado mayor difusión y poder de convocatoria –como la Psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional, la Psicoterapia Centrada en la Persona, la Psicosíntesis, la Bioenergética y, posteriormente, el Focusing de Gendlin– no pueden considerarse psicólogos humanistas. En cambio pueden encontrarse psicoterapeutas vinculados a modelos que se desarrollaron al margen del Movimiento de la Psicología Humanista, que podrían considerarse psicólogos humanistas. También pueden ser calificados como tales, psicoterapeutas anteriores al surgimiento institucionalizado de la Psicología Humanista, y que con sus enfoques teóricos o prácticos ejercieron una influencia importante sobre algunos de los iniciadores. Este es el caso, por ejemplo, de Alfred Adler, Carl Jung, Otto Rank, Karen Horney, Erich Fromm, J.L. Moreno y, en un orden teórico, los representantes de la Psicología Fenomenológica y la Psicología Existencial. Pienso que utilizando en un sentido amplio el concepto de psicoterapeutas humanistas, cabe aplicarlo también a éstos. Efectivamente, en ellos no se manifestaban los enfoques atomista, reduccionista, mecanicista, o determinista. No se centraban sólo en lo psicopatológico. No sobrevaloraban la importancia de una metodología científica concebida para las ciencias naturales, no vivían la vinculación a su escuela con actitud de “sistema cerrado”, y no se implicaron en las luchas de poder con la pretensión de que se impusiese en las Universidades y en la comunidad científica un paradigma psicológico como el único válido, obstaculizándose con ello el creciente pluralismo de vías para la psicoterapia o el crecimiento personal.

      2.2. Tres contenidos destacables entre los identificadores de las psicoterapias humanistas

      Ya hace más de treinta años manifesté y justifiqué en varios artículos (véase Rosal 1986a, 1986b) mi conclusión de que podían destacarse como características identificadoras importantes las siguientes tres: a) el concepto de crecimiento personal (o autorrealización), meta de las psicoterapias humanistas; b) la importancia prioritaria del cultivo de determinadas actitudes del profesional que contribuyan a la adecuada relación terapéutica; y c) la pluralidad y creatividad respecto a las técnicas o procedimientos de intervención.

      Para una información más precisa sobre estos tres componentes importantes, a mi juicio, como denominador común de las psicoterapias humanistas, remito al contenido de esos artículos, que actualmente se encuentran incluidos en los capítulos 7, 8, 9 y 10 de mi libro –en colaboración con Ana Gimeno-Bayón– Cuestiones de Psicología y Psicoterapias Humanistas (2013). Para abreviar aquí la exposición me permito entresacar lo principal de los escritos citados.

      2.2.1. El crecimiento personal, meta de la psicoterapia

      ¿Cuál es el objetivo común de las psicoterapias humanistas?

      ¿Se limita el terapeuta humanista a proporcionar la ayuda para la superación de los problemas concretos que sucesivamente le vayan presentando los clientes? Lo hará, si así lo desean éstos. Pero lo más probable es que la clarificación de sí mismos y los cambios experimentados hasta ese momento descubran al cliente la posibilidad de obtener, por un trabajo más profundo, una más plena recuperación y animación del proceso de crecimiento personal (también denominado de autorrealización, llegar a ser uno mismo, etcétera) que la obtenida a través de la terapia concreta realizada.

      El concepto de crecimiento personal es más abarcativo que el de psicoterapia, aunque frecuentemente se utilicen como equivalentes. Nos encontramos aquí con un elemento relevante de los que integran el denominador común de las diversas psicoterapias humanistas, que hace referencia no sólo al objetivo del trabajo terapéutico sino también al objetivo último de la vida, según la antropología o ética implícita o explícita en los psicólogos humanistas. Objetivo que supone una clara contraposición de la Psicología Humanista con aquellos modelos terapéuticos que se limitan al logro de un estado homeostático. Estos modelos, de carácter biologista –como ya señaló Allport (1966)– atribuyen a la personalidad humana solamente las dos propiedades de sistema abierto que se encuentran en todos los organismos vivientes a saber: a) intercambio de materia y energía, y b) formación y mantenimiento de estados homeostáticos entendidos como “esfuerzo de equilibración de las presiones internas y externas, tendente a obtener un estado de equilibrio”. Olvidan las dos más propias del viviente humano: “aumento del orden en el transcurso del tiempo e interacción con el medio”.

      Algunas teorías señalan acertadamente la tendencia de la personalidad humana a superar los estados fijos y elaborar un orden interior aunque sea a costa del desequilibrio. Así lo hacen las teorías de las energías cambiantes (capítulo IX) y de la autonomía funcional (capítulo X). Estas concepciones reconocen la existencia de un continuo incremento en los propósitos del hombre durante la vida y un efecto morfogénico sobre el sistema como todo. La homeostasis es una concepción útil para un estudio a corto plazo, pero es completamente inadecuada para explicar el tono integrador que existe en la orientación a un objetivo (Allport, 1966).

      El proceso de crecimiento personal contribuye a suprimir una serie de tensiones superfluas, digamos “patológicas”, pero también contribuye a incitar nuevas tensiones consideradas saludables y concomitantes con la actitud creativa.

      ¿Qué se entiende en Psicología Humanista por “crecimiento personal”? Prescindimos aquí de detenernos en precisiones sobre las coincidencias y diferencias del significado de los diversos términos equivalentes utilizados en la Psicología Humanista. Quien parece haberse detenido más –entre los iniciadores o principales autores de la Psicología Humanista– en la descripción de este constructo es Abraham Maslow cuando se refiere a autoactualización. Aunque de hecho son muchos otros quienes lo han tratado, entre los que destacamos a Rollo May (1978), Carl Rogers (1961), y Charlotte Bühler (1972).

      Según Yalom (1980), Maslow probablemente esté influido por Karen Horney (1955) y su concepto de autorrealización. De hecho


Скачать книгу