Osteopatía y oftalmología. Léopold Busquet

Osteopatía y oftalmología - Léopold Busquet


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sea capaz de suministrar pruebas tangibles de la cientificidad de sus descubrimientos. Por eso, ya hay algunos investigadores que se consagran –con resultados concluyentes– en la determinación de protocolos que permitan [8] mostrar, a los ojos de los que no tienen las cualidades de percepción que requerimos, la existencia efectiva del MRP.

      Además, la actitud constructiva que manifiestan dichos investigadores debe continuarse con la difusión –mediante la publicación de obras– del conocimiento osteopático, de manera que sean realmente conocidas, tanto del público como del conjunto de la comunidad científica, la seriedad de esta práctica y las inmensas posibilidades que representa para la investigación médica.

      Después de muchos años de práctica, investigación y enseñanza, estamos convencidos de que, si el conocimiento de la anatomía y la fisiología es importante, el razonamiento basado en la comprensión de las interrelaciones entre esas dos disciplinas todavía lo es más.

      El objeto de este libro es dar cuenta de lo inteligente de esas interrelaciones. La medicina preventiva, cuyos fundamentos entendemos fortalecer, así como permitir su progreso, no podría desarrollarse sin esta comprensión.

      En esta obra, basaremos nuestro análisis en una de las muchas posibilidades de la osteopatía. El conocimiento de las interrelaciones que rigen las funciones del cuerpo humano –y este conocimiento, insistimos, caracteriza el planteamiento osteopático– ha permitido el descubrimiento de la relación, que se presumía científicamente, entre respiración craneal y sistema ocular. Puesto que si la visión depende del ojo y de las vías ópticas, también depende de su relación con el cráneo, la estática, la columna vertebral, las vísceras e incluso de las condiciones psíquicas del sujeto.

      A nuestro entender, cada vez que la osteopatía va más allá de sus propios límites, la medicina avanza también de forma verdadera.

      PARTE I

      CAPÍTULO 1

      Órbita ósea

      Las cavidades orbitarias situadas simétricamente a ambos lados de la raíz de la nariz, bajo el nivel anterior de la base del cráneo, tienen forma de pirámide cuadrangular, cuya base anterior es oblicua y forma hacia atrás y hacia el interior un ángulo de 21 grados con el eje sagital. Los ejes de las dos órbitas se unen en medio de la silla turca (fig. 1). En la segunda parte de esta obra desarrollaremos la importancia de las interrelaciones entre sínfisis esfenobasilar, silla turca y órbitas.

      1. Constitución:

      Cada órbita está formada por 7 huesos y posee 14 suturas craneales. El esfenoides, el etmoides, el frontal, el maxilar superior, el malar, el unguis (hueso lagrimal) y el palatino forman las cuatro paredes de la cavidad, cuya cúspide se sitúa en la parte ancha de la hendidura esfenoidal.

      Descripción de las paredes

      a) La pared superior presenta 2 huesos:

      – por delante: la porción horizontal del frontal,

      – por detrás: la cara anteroinferior del ala menor del esfenoides (fig. 2).

      b) La pared interna (nasal) presenta 4 huesos, de delante a atrás:

      – la apófisis ascendente del maxilar superior,

      – la cara externa del unguis,

      – la lámina papirácea del hueso plano del etmoides,

      – la parte anterior de la cara lateral del esfenoides.

      c) La pared inferior consta de tres huesos:

      – la cara orbitaria del maxilar superior, en el interior,

      – la apófisis orbitaria del malar, en el exterior,

      – la faceta orbitaria de la apófisis orbitaria del palatino por detrás.

      d) La pared externa presenta tres huesos:

      – arriba, la apófisis orbitaria externa del frontal,

      – abajo, la cara orbitaria del malar,

      Figura 1: Los ejes de las cavidades orbitarias.

      Figura 2: Los diferentes huesos que forma la órbita.

      Precisiones anatómicas y deducciones clínicas

      – La pared superior de la cavidad es delgada y presenta una sutura transversal (frontoesfenoidal) relativamente permeable; esto explica la propagación intracraneal (esencialmente meníngea) de los tumores intraorbitales.

      – La pared interna de la órbita es especialmente fina al nivel de la hoja papirácea del etmoides; algunas etmoiditis pueden provocar, especialmente en niños muy pequeños, alteraciones oculares debido a la proximidad del músculo recto interno del ojo.

      – Por la sutura esfenoetmoidal observamos que pasa una rama eferente del ganglio esfenopalatino para la inervación vegetativa de las células etmoidales.

      Relaciones osteopáticas

      – En un espacio y un volumen reducidos (63 cm3) la órbita presenta 14 suturas, de modo que será relativamente sensible a los múltiples traumatismos cefálicos, en especial de la cara, y estará expuesta a numerosas lesiones osteopáticas.

      – El esfenoides participa considerablemente en la constitución de la cavidad por medio de las caras orbitarias de las alas mayores y menores, y de la parte anterior de la cara lateral de su cuerpo. Su posición y movilidad repercutirán directamente en el funcionamiento MRP de todo el sistema ocular (cf. 2ª parte del libro).

      – Las relaciones adecuadas entre el ala menor del esfenoides y la hoja horizontal del frontal evitarán que la permeabilidad de la sutura frontoesfenoidal sea excesiva.

      – Una lesión esfenoetmoidal puede favorecer la aparición de sinusitis etmoidal.

      2. Los agujeros y conductos de la cavidad orbitaria

      En número de 6, aseguran la comunicación entre las fosas nasales, el nivel medio de la base del cráneo y la fosa pterigopalatina (fig. 3).

      a) En la sutura frontoetmoidal, situada en el ángulo superointerno, se encuentran los dos conductos etmoidofrontales, anterior y posterior, que permiten el paso de las arterias, las venas y los nervios que se dirigen a las fosas nasales (arterias y venas etmoidales, nervios esfenoetmoidal y nasal interno y ramas eferentes del ganglio esfenopalatino).

      b) Por delante de esos orificios, en la zona anteroinferior de la pared interna, comienza el conducto lagrimal que conduce al saco lagrimal y se prolonga por el conducto nasolagrimal. Este último se abre en el meato inferior de la pared externa de las fosas nasales. Observemos que la rama ascendente del maxilar superior y el unguis son parte integrante de la estructura del conducto lagrimal.

      c) El conducto óptico, situado cerca de la parte superior de la cavidad orbitaria, se halla entre las dos raíces del ala menor del esfenoides.De 2 milímetros de largo, contiene el nervio óptico (II nervio craneal), la arteria oftálmica y un ramo ortosimpático que va al globo ocular.

      d) La hendidura esfenoidal constituye las 2/3 partes del ángulo superoexterno de la órbita (fig. 4). Esta hendidura, en forma de coma con una gran extremidad inferior interna, está limitada por el borde superior del ala mayor y el borde posterior del ala menor del esfenoides. Permite el paso de los siguientes elementos:

      – los 3 nervios motores del globo ocular, el nervio oculomotor (III), el nervio troclear (IV) y el nervio


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