Osteopatía y oftalmología. Léopold Busquet

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de Willis (rama superior del nervio trigémino o V), que asegura la sensibilidad de la órbita y del ojo;

      – un ramo ortosimpático destinado al ganglio ciliar;

      – las venas oftálmicas superior e inferior;

      – una colateral de la arteria meníngea media (procedente de la carótida externa).

      Figura 3: Agujeros y conductos de la órbita.

      Figura 4: Hendidura esfenoidal.

      Figura 5: Nervio maxilar superior.

      e) La hendidura esfenomaxilar ocupa la parte posterior del ángulo inferoexterno de la cavidad. Limitada por el maxilar superior por delante, el borde inferior del ala mayor por detrás, el hueso malar en el exterior y el palatino en el interior, comunica la órbita y la fosa pterigopalatina.

      Los ramos del nervio maxilar superior (ramo medio del trigémino) y del ganglio de Meckel la atraviesan y transportan fibras parasimpáticas destinadas a la glándula lagrimal y al párpado, al músculo de Müller y a los senos etmoidal y frontal (arteria palpebral lateral, fibras orbitoetmoidales, fibras eferentes esfenoidales y frontales) (fig. 5).

       Deducciones clínicas

      Esos 6 orificios y su contenido, debido a su situación anatómica, estarán especialmente expuestos en los traumatismos craneales, meningiomas y procesos neoplásicos de la base del cráneo, afecciones de los senos posteriores (seno etmoidal y esfenoidal), aneurismas de la carótida interna y tumores vasculares.

      Citemos, a título de información, dos síndromes que provocan afecciones conjugadas de los nervios craneales en dichos orificios:

      – síndrome de la hendidura esfenoidal de Rochon-Duvignaud,

      – síndrome del ápice orbitario de Rollet, del que volveremos a hablar en el capítulo 10.

      Por otro lado, una etmoiditis crónica puede afectar eventualmente los elementos vasculonerviosos que atraviesan los dos agujeros etmoidofrontales.

      Relaciones osteopáticas

      Dada la situación y composición de esos diferentes orificios, el movimiento craneal modifica, durante las dos fases del M.R.P., su forma y orientación; esto es particularmente evidente en la hendidura esfenoidal, pero afecta también, en grado distinto, al agujero óptico, la hendidura esfenomaxilar, el surco lagrimal y los agujeros etmoidofrontales.

      En la flexión craneal observamos que:

      – la hendidura esfenoidal se abre,

      Figura 6: Agujeros y conductos de la órbita.

       Figura 7

      – la hendidura esfenomaxilar se ensancha,

      – el conducto óptico cambia ligeramente de orientación y se hace más oblicuo,

      – el conducto nasolagrimal se hace ovalado,

      – el agujero etmoidofrontal posterior se ensancha debido a la apertura de la relación frontoetmoidal hacia atrás, y se estrecha en la extensión de la sínfisis esfenobasilar.

      Volveremos a hablar de esos movimientos y de su papel en el capítulo consagrado a la vascularización y al drenaje del sistema ocular, pero podemos ya entrever las diferentes repercusiones de las lesiones de la sínfisis o de los huesos que componen la órbita sobre los elementos vasculonerviosos que pasan por esos 6 agujeros.

      – alteraciones de la oculomotricidad;

      – modificación de los umbrales de sensibilidad del ojo y anexos;

      – alteraciones de la secreción lagrimal y sus consecuencias sobre el ojo (cf. capítulo 6);

      – deficiencia de drenaje, que podrá predisponer a cataratas, conjuntivitis, retinitis, etc.

      3. Otros elementos anatómicos de la órbita ósea

      Mencionemos particularmente:

      a) La fosita lagrimal, situada cerca del ángulo superoexterno de la órbita, cerca de la sutura frontomalar. En ella se halla la glándula lagrimal principal (fig. 6).

      b) La fosita troclear, en el ángulo súpero-interno de la órbita, da inserción a la polea de reflexión del músculo oblicuo mayor del ojo.

      Esta polea o tróclea, formada por un semianillo cartilaginoso, sólo está separada del seno frontal por un delgado tabique óseo, lo que explica las frecuentes complicaciones oculares, en particular en los niños (diplopía), en la aparición de una sinusitis frontal.

      c) El conducto infraorbitario recorre sagitalmente la pared inferior de la órbita. Procedente de la hendidura esfenomaxilar, se prolonga por el conducto infraorbitario y contiene la terminación del nervio maxilar superior (V2), la arteria y la vena infraorbitarias. Este conducto desemboca a 1 cm del borde inferior de la órbita: es el agujero infraorbitario a partir del cual se extienden los ramos terminales del nervio V2, que aseguran la sensibilidad de esta parte de la cara (del reborde orbitario al labio superior).

      d) La incisura supraorbitaria, situada en la vertical del agujero infraorbitario, en el reborde orbitario superior. En esta incisura se ramifica un ramo terminal del nervio oftálmico de Willis (el nervio frontal) que llega a frente y cejas.

      e) Por detrás del reborde orbitario externo, a 1 cm de la sutura frontomaxilar, se encuentra el tubérculo de Whitnall, en el que se insertan el ligamento palpebral externo, fibras del músculo orbicular y el alerón ligamentario del músculo recto externo.

      Deducciones clínicas

      La presión ejercida sobre la incisura infraorbitaria o sobre el agujero infraorbitario, aun cuando sea ligera, pondrá de manifiesto un fenómeno de hiperexcitabilidad en caso de neuralgia del trigémino y permitirá determinar el ramo afectado (V1 o V2).

      Relaciones osteopáticas

      Cuando estudiemos la glándula lagrimal veremos que, situada en su fosita ósea, está unida por tejido conjuntivo a la sutura frontomalar, lo que nos permitirá dar cuenta de las incidencias que puede tener sobre el funcionamiento lagrimal una lesión de esta sutura.

      En caso de una lesión en rotación externa del malar, el tubérculo de Whitnall se encuentra ligeramente lateralizado (por la eversión), lo que más adelante podrá determinar tensiones en los párpados y el alerón del músculo recto externo, origen de un ligero desequilibrio oculomotor (cf. Heteroforia).

      Esta lesión en rotación externa del malar puede deberse, en ciertos casos, a una alteración oclusal o a una lesión de la articulación temporomandibular. En efecto, los músculos cigomático mayor y menor se encuentran en este caso “espasmados” y modifican la movilidad MRP de este hueso craneal, en el que se insertan (fig. 7).

      CAPÍTULO 2

      Periostio periorbitario periórbita

      Toda la órbita ósea está tapizada por una membrana fibromuscular delgada pero resistente. Esta membrana, llamada periórbita, aunque puede separarse fácilmente de las paredes, se adhiere, no obstante, con fuerza a las diferentes suturas de la cavidad


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