Osteopatía y oftalmología. Léopold Busquet
a partir de sus emergencias del agujero óptico y de la hendidura esfenoidal (fig. 8).
Está reforzada por un pequeñísimo músculo liso, el músculo orbitario de Müller, que se inserta cerca de la hendidura esfenomaxilar y se pierde en ésta. El músculo de Müller parece funcionar como un tensor de la periórbita, y es inervado por algunas fibras parasimpáticas procedentes del ganglio esfenopalatino.
El periostio periorbitario se prolonga por el periostio del conducto lagrimal, por el periostio de los huesos de la cara, después de haber dado inserción al septo palpebral, elemento fibroso que participa en la constitución de los párpados. En el fondo de la órbita se engrosa y forma el tendón de Zinn, en el que se insertan la mayoría de músculos oculomotores.
Por otro lado, dicha periórbita envía prolongaciones fibrosas a los otros orificios de la órbita, ya que:
– no sólo se invagina en los agujeros etmoidofrontales, acompañando al paquete vasculonervioso que pasa por ahí, y se hunde en la duramadre adyacente de la hoja cribosa del etmoides,
– sino que también envía, al nivel de la hendidura esfenomaxilar, una expansión hacia la fosa pterigopalatina, que va a envolver el nervio maxilar superior (ramo medio del trigémino) en su trayecto, y mezclar sus fibras con el tejido celulograso que rodea el ganglio esfenopalatino.
Relaciones osteopáticas
Hemos de insistir en los puntos siguientes:
– La periórbita forma parte de la capa profunda de las fascias, puesto que no es más que la prolongación de la hoja parietal de la duramadre de la fosa cerebral media, y que se prolonga por el periostio de los huesos de la cara (formando parte ella misma de las fascias profundas). Esta membrana sufrirá por lo tanto las tensiones procedentes de las fascias externas del cráneo o de las membranas intracraneales, por medio de sus sólidas inserciones a las suturas. Por consiguiente, en caso de lesión de la órbita, su movilidad MRP podrá ser alterada.
Figura 8: Periórbita.
– La tensión del periostio periorbital está bajo control del músculo de Müller, a su vez dependiente de la inervación parasimpática procedente del ganglio esfenopalatino. En esas condiciones, es plausible considerar las repercusiones sobre el sistema membranoso periocular de una lesión de la fosa pterigopalatina con sus incidencias sobre el ganglio que contiene.
– Debido a sus prolongaciones en los canales etmoidofrontales y en la fosa pterigopalatina, los desequilibrios de tensión de la periórbita podrán ser responsables de ciertas rinitis y sinusitis etmoidales o de problemas asmatiformes.
– La periórbita, que da inserción a los músculos oculomotores, a las vainas aponeuróticas de esos músculos y a los septos orbitales (ligamentos anchos de los párpados), podrá pues determinar disfunciones de esos diferentes elementos (cf. capítulos 4, 5 y 6).
CAPÍTULO 3
Globo ocular
El ojo del globo ocular, ovoide, de 25 milímetros de diámetro sagital, consistencia muy firme debido a la tensión de sus líquidos internos, sólo ocupa la mitad anterior de la órbita. Está separado de la parte posterior, que contiene el complejo vasculonervioso, muscular y adiposo, por un elemento fibroso importante: la cápsula de Tenon, de la que hablaremos en el capítulo 5.
El globo ocular no está en contacto con las paredes, sino separado por distancias fijas (por ejemplo: 6 milímetros de la pared externa y 11 de la interna). Su eje anteroposterior, sensiblemente sagital, forma, con el eje anterosagital, un ángulo de 21 grados. Esta configuración explica los diferentes componentes de acción de los músculos oculomotores y la necesidad de una armonía perfecta en el funcionamiento musculofacial orbitario (cf. capítulo 4) (fig. 9).
Constitución:
Está formado por 3 túnicas concéntricas: la esclerótica, la úvea y la retina, que delimitan 3 medios transparentes. Son de delante atrás, el humor acuoso, el cristalino y el cuerpo vítreo (fig. 10).
1. La esclerótica: membrana fibrosa, inextensible, resistente y opaca (el blanco del ojo). Se prolonga a partir de su 1/6 anterior por la córnea, que se abomba ligeramente hacia delante debido a que posee un radio de curvatura menor que el de la esclerótica.
La esclerótica presenta en su polo posterior una zona con numerosos microorificios: la lámina cribosa, que deja pasar las fibras del nervio óptico. Presenta también orificios posteriores para los vasos y nervios ciliares posteriores y orificios anteriores para los vasos ciliares anteriores. Da inserción en su parte anterior, por detrás de la córnea, a los tendones de los 6 músculos motores del ojo, que describiremos en el próximo capítulo.
La córnea, diferenciada de la esclerótica a partir del limbo esclerocorneal, es una membrana completamente transparente gracias al hecho de ser avascular y de estar formada por una cincuentena de planos de fibras colágenas de geometría muy precisa, que se entrecruzan con regularidad. Por lo tanto va a permitir la libre entrada de los impulsos luminosos y va a participar en los fenómenos de refracción.
Observación: el poder de refracción de la córnea desaparece en el agua debido a que este elemento tiene el mismo poder de refracción que la córnea, lo que produce visión borrosa.
Figura 9: Orientación de la cavidad orbital y del ojo.
Figura 10: Globo ocular (de J. Waligora y L. Perlemuter).
Figura 11: Constituyentes del globo ocular.
Clínica: cualquier irregularidad del radio de curvatura de la cara anterior de la córnea provoca astigmatismo.
2. La úvea o túnica intermedia del ojo consta de 3 partes:
a) los 2/3 posteriores constituyen la coroides, esencialmente vascular, delgada y de color rojo, más o menos adherida a la esclerótica y perforada en su polo posterior por las fibras del nervio óptico.
b) El iris, que representa la parte anterior de la úvea, es un diafragma circular con un orificio central: la pupila. Este diafragma divide el espacio situado entre la córnea y el cristalino en 2 cámaras, anterior y posterior, ocupadas por el humor acuoso (fig. 11).
– Su cara anterior, ligeramente convexa, es brillante y varía de color en función de los pigmentos que contiene; su borde periférico está separado de la córnea por el ángulo iridocorneal, vía importante de drenaje.
– Su cara posterior, tapizada por los pigmentos retinianos, es negra y está en contacto con la cara anterior del cristalino.
– En cuanto a su estructura, está formada esencialmente por un epitelio posterior que soporta un estroma que contiene numerosos vasos y fibras musculares lisas de 2 tipos:
– En la periferia, fibras de disposición radial, que forman el músculo dilatador de la pupila, dependiente del sistema ortosimpático.
– En el centro, rodeando la pupila, el músculo esfínter o constrictor de la pupila, inervado por fibras parasimpáticas.
El papel de ese diafragma o iris es regular la cantidad de luz que entra en el ojo, focalizar los rayos luminosos sobre la parte central del cristalino, que posee el mayor poder de refracción, y eliminar los impulsos luminosos que no puedan ser refractados correctamente:
– En la visión de cerca, o cuando la