La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras

La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras


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pequeños miedos, toda una inseguridad molecular permanente”.1 Y justamente en un país en el que desde hace más de diez años vivimos bombardeados por el discurso y las prácticas de la seguridad, no puede extrañarnos la presencia cada vez más consistente de micropolíticas del miedo e incluso del terror. ¿En qué consistiría este deslizamiento del miedo al terror?

      Toda violencia genera miedo pero las violencias extraordinarias por su modalidad, masivas por su extensión e indiscriminadas por la población sobre la que hacen blanco, generan terror, y el efecto principal del terror es paralizar. Prácticas de este tipo se están desarrollando en el momento actual, no en todo el territorio ni sobre toda la población mexicana sino sobre sectores específicos. Esa violencia brutal se desata principalmente sobre la población de ciertas zonas del país que se encuentran en disputa por su importancia económica, como los corredores de droga de Guerrero; o bien sobre quienes, por su actividad social o política, pueden entorpecer las formas actuales de acumulación económica y de concentración del poder, como los defensores de derechos humanos o los periodistas que denuncian la colusión de las autoridades con el crimen. Son micropolíticas del terror porque se despliegan en los espacios locales y desde los bordes de las instituciones; sólo en este sentido son micro, puesto que se trata de violencias extraordinarias y, por lo mismo, aterrorizantes. En este mismo escenario, de un terror discriminado y localizado, las políticas del miedo —de alguna forma más laxas— se han constituido en un recurso político de control poblacional, en términos más generales; son el trasfondo temeroso sobre el que aparecen los hechos de excepción, ésos sí, aterrorizantes.

      Estas violencias y los miedos que las acompañan no son sólo un producto nacional; tienen su raíz en las formas brutales de acumulación neoliberal, que son de carácter global. La transnacionalización de las poderosas redes de ilegalidad asociadas con el tráfico de drogas, personas, órganos, armas, que opera en todo el planeta, es acorde con la transnacionalización general de la economía; funciona como una más de sus ramas. Constituye una megacorporación que genera extraordinarias ganancias en corto tiempo y alimenta los circuitos legales de la economía global con capitales frescos, que son bienvenidos independientemente de su procedencia.

      Estas nuevas formas de acumulación, que conectan los circuitos legales de la economía, la política, la cultura, con los ilegales, son responsables de las grandes violencias del mundo actual.

      Al respecto, quiero proponer dos puntos de partida:

      1. Frente a los procesos institucional mafiosos de carácter global, las resistencias más eficientes y novedosas operan en el ámbito local y, especialmente, en el comunitario. Las experiencias del Municipio Autónomo de Cherán K’eri o de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de Guerrero son ejemplos extraordinarios de ello.

      2. Las políticas de dominación mediante las tecnologías del miedo, que propician estas violencias desatadas y que se replican en el discurso mediático, son muy eficientes y logran su cometido en amplios sectores de la población. Sin embargo, las resistencias también se despliegan constantemente y permiten sobrepasar el miedo. Pero lo hacen de una manera intermitente y fluctuante: se extienden y se retraen, a veces se visibilizan y otras se ocultan en los márgenes sociales y en sus propios espacios.

      La globalización ha significado una multitud de cambios, entre ellos un escalamiento del Estado del ámbito nacional al supranacional. No estamos ante el debilitamiento del Estado como tal, aunque sí del debilitamiento del Estado-nación en beneficio de instancias estatales y corporativas supranacionales y superconcentradas. Pero cuanto más totalizante es un poder, más dificultad tiene para comprender y capturar lo pequeño; cuanto más globalizante, más necesidad tiene de simplificar una complejidad inabarcable y, por lo mismo, más fugas ocurren, especialmente desde lo local.

      Sin embargo, la exposición constante a la violencia puede someter pero en ocasiones puede funcionar como una suerte de inmunización que permite sobrepasar el miedo y, ante la ausencia de toda alternativa, empujar a la acción.

      Tal es el caso del levantamiento de Cherán K’eri, por ejemplo, donde el avance de las redes criminales y la protección de las mismas por la autoridad, no le dejó a la comunidad otro camino que levantarse y tomar la seguridad en sus propias manos, como condición para garantizar la sobrevivencia de sus bosques y la de ellos mismos como comunidad. Algo parecido ha ocurrido en las comunidades de Guerrero que se nuclearon en torno a las CRAC, así como en otras partes del país. Son experiencias que lograron vencer a las redes criminales, coludidas con las autoridades.

      En ambos casos, hubo una fuerte exposición a la violencia criminal, atemorizamiento de la población para impedir su reacción y, sin embargo, la capacidad de unirse, encontrar respuestas colectivas y, a partir de ello, reconocer su capacidad de autoorganización y autocuidado no sólo en términos de la seguridad sino en las formas de organización social y política. A partir de ello, desarrollaron prácticas autonómicas y construyeron alternativas a la política institucional, desde los márgenes del Estado, y con una estabilidad considerable (seis años para el caso de Cherán y más de 20 para Guerrero). En ambos se trató de reacciones no sólo locales sino principalmente comunitarias, lo cual no es un dato menor.

      Si bien es fundamental reconocer la importancia de lo comunitario, considero que es políticamente importante romper con una visión romántica. Lo comunitario no es una realidad pura, simple, arcaica ni preestatal; es principalmente otra forma de organizar la vida social y política que cuestiona y tensa al Estado-nación, y que se le escapa en más de un sentido, pero no necesariamente se confronta con él.

      En


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