La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras

La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras


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Charles Young Library, University of California.

      Comunicación personal, Beatrice Ramírez Palomares, enero de 2000, Pico Rivera, California; Comunicación personal con Bernabé Feliciano Castro, Jesús Feliciano Pinto. Regeneración, 3 de septiembre, 10 de septiembre, 22 de diciembre de 1910; 18 y 25 de febrero, 6 de diciembre de 1911; 11 de enero, 9 de agosto de 1913.

      5 Para los comentarios de Bell sobre Velarde, véase Bell (1932); Thomas H. Bell fue miembro de un amplio círculo de anarquistas a principios del siglo XX, cuando fue colono cerca de Phoenix en 1910. Véase Paul Avrich (2005, 29-32; entrevista con Evelyn Velarde Benson, 4 de mayo de 1971, Los Ángeles, California, en posesión de la autora); Phillip Mellinger (1995, 131; véase también Miners Magazine, 9 de enero de 1908; Solidarity, 10 de septiembre de 1910). Monroy llamaba a Velarde “el más activo y más inteligente” de muchos en el IWW de Los Ángeles. Los artículos de Velarde aparecieron en La Unión Industrial y El Rebelde. Industrial Worker, 13 de abril, 4 de junio, 11 de junio y 11 de julio de 1910; Regeneración, Phoenix, Arizona, La Unión Industrial: semanario independiente: Órgano de la Unión, núm. 272, IWW Mex. Branch 2. Los ejemplares de El Rebelde y La Unión Industrial se conservan en los archivos del Inernationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis (Instituto Internacional de Historia Social) en Ámsterdam, Países Bajos.

      6 Ethel Duffy Turner, “Fernando Palomares”, Ethel Duffy Turner Papers. Berkeley, Bancroft Library.

      7 Jiménez fue asesinado y Palomares capturado en los primeros días después de la invasión de Mexicali. Varía el número de indígenas reportados en las fuerzas. Blaisdell (1968, 39) dijo que Jiménez organizó a “varios indios”; Monroy (1962, 173) reportó que hubo 350 cocopahs armados.

      ARCHIPIÉLAGOS COMUNITARIOS

      Y MOVIMIENTOS SOCIALES DE RESISTENCIA

      Archipiélagos comunitarios y resistencias náufragas: algunos apuntes sobre educación y publicaciones indígenas

      Elisa Ramírez Castañeda

      •

      Archipiélagos comunitarios

      y movimientos sociales de resistencia

      Pilar Calveiro

      •

      En la vanguardia de la revolución

      El movimiento de acción revolucionaria (MAR)

      Verónica Oikión

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      Puntos de contacto:

      la revolución cubana y la izquierda en México

      Juan patricio riveroll

      Archipiélagos comunitarios

      y resistencias náufragas: algunos apuntes sobre educación y publicaciones indígenas

      Elisa Ramírez Castañeda

      Como no alberga curiosidad, no cabe en él asombro.

      William Carlos Williams

      ¿Cómo han de relacionarse diferentes culturas, cuando una de ellas es hegemónica y funge como modelo para las demás, cuando su lengua es la única oficialmente reconocida, cuando ostenta el poder político y económico, ejerce la fascinación de la tecnología, se proclama poseedora única de la razón y de la ciencia, del bienestar y del arte?

      No solamente es la voz verdadera con su permanencia escrita, liberada ya de la oralidad, sino también la que califica a las demás de agónicas, inferiores, animistas, incapaces de nombrar o de situarse en el mundo contemporáneo y las redime, rescata, promueve, protege o les dicta certificados de defunción. El problema indígena —que siempre ha sido un problema— se resolverá por vía de la educación, pregonan hace más de un siglo, sin atinar cuál educación impartir ni cómo educar a los hablantes de otra lengua. Cuando apenas se había fundado la sep, Gregorio Torres Quintero afirmaba: “La existencia de tantas lenguas es un obstáculo para el progreso de la nación”. Hoy en día, sigue siendo el principal obstáculo para una “educación de calidad” y para la reforma educativa.

      El poder y las autoridades educativas, al igual que hace cinco siglos, pretenden conocer cabalmente la enfermedad que aqueja al paciente, como recomendaba fray Bernardino de Sahagún, para sanarlo mejor, ya que tanto se resiste a morir. No cabe la menor duda: hay que cambiarlos. Los neo evangelizadores serían más felices en un país hecho a su modo y semejanza.

      Poco cambia la visión, sea de izquierda o de derecha, desde el gobierno o en la opinión del ciudadano común: la educación permitirá el progreso y regeneración del indio, le dará la posibilidad de participar, entender, ubicarse y unirse al flujo de una cultura nacional, donde las diferencias sean apenas adjetivos aleatorios y no una cualidad identitaria. Los indios deberían ser una colorida fiesta folclórica, una estampa límpida en el horizonte: anuentes, vistosos, mágicos y turísticos, el esdrújulo aderezo étnico de nuestra república.

      La educación pública, gratuita y laica es un gran logro de la Revolución mexicana. Su planeación y ejecución siempre han sido bastión de avanzada desde los gobiernos, aunque más tarde se degrade y convierta en pura demagogia y burocracia. La izquierda y el Estado han trabajado de acuerdo en eso: la necesidad de educar a futuros ciudadanos, no a comunidades, no a grupos. La educación indígena actual es parte de la responsabilidad institucional; las dificultades y dilemas para ejercerla derivan de males y problemas ancestrales: cómo acercar las distancias, cómo incluir en una sola acción condiciones tan distintas, circunstancias tan encontradas. El deseo de modificar, enmendar, dictar lo que el otro debe y puede saber, entender, aprender —o qué debe y puede leer— han sido la constante institucional. En el caso de que se garantizara la igualdad de todos los mexicanos —si las leyes que así lo postulan se cumplieran—, la obligación de tener programas y evaluaciones idénticos en universos diferentes no solamente anula la especificidad de los participantes sino que reproduce, tal cual, un sistema de inequidad. Se ahonda la distancia entre tales universos, no se subsana.

      El problema no se limita a la educación: se descalifican sus culturas en todos los niveles al hablar de artesanía, que no arte; subsistencia, que no producción; saberes, que no conocimiento; cultura oral, que no escrita; sistemas de creencia, que no religión; usos y costumbres, que no autonomías. La relación entre los indígenas y el Estado —y sus instituciones— siempre ha sido disfuncional. Indigenistas, pedagogos y antropólogos —dentro y fuera del Estado— han mediado con mayor o menor éxito entre ambos polos.

      Parodiando a Luis Villoro, hubo grandes momentos de la izquierda en el indigenismo del siglo pasado: Alcozauca, Juchitán y Chiapas. Hubo también grandes momentos de la educación indígena: dgei, educación comunitaria en lenguas. Educación indígena y los gobiernos caminaron de la mano durante el siglo xx. Con Cárdenas se inicia el indigenismo oficial y se abren las puertas al Instituto Lingüístico de Verano, que habría de inventariar, sistematizar y escribir casi todas las lenguas del país; se produjo también un corpus significativo de textos etnográficos, ajenos al credo de los investigadores. Se inició simultáneamente el proceso de alfabetización y conversión de los pueblos que tantas escisiones ha acarreado, por las múltiples formas en que las nuevas sectas erosionan la comunalidad, la organización interna del trabajo y las jerarquías locales. Lo que quedó de aquello en las comunidades, si acaso, fueron versiones en lenguas de los Evangelios, diccionarios, vocabularios básicos y pequeñas antologías de textos que leyeron poquísimos usuarios: la escritura y lectura en la propia lengua se usaron solamente como estación de tránsito hacia la conversión (la Biblia se lee, estudia y profesa en español).

      El ini fue creado en 1948. Sus publicaciones


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