Inclusiones. Nicolas Bourriuad
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Nicolas Bourriaud
Inclusiones
Estética del capitaloceno
Traducción de Eduardo Berti
Bourriaud, NicolasInclusiones: estética del capitaloceno / Nicolas Bourriaud.- 1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2020Libro digital, EPUB - (los sentidos)Archivo Digital: descargaTraducción de: Eduardo Berti.ISBN 978-987-8388-19-91. Filosofía del Arte. I. Berti, Eduardo, trad. II. Título. CDD 701.17 |
los sentidos / artes visuales
Editor: Fabián Lebenglik
Diseño: Gabriela Di Giuseppe
Producción: Mariana Lerner
1ª edición
© Nicolas Bourriaud, 2020
© Adriana Hidalgo editora S.A., 2020
ISBN 978-987-8388-19-9
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723
Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito
de la editorial. Todos los derechos reservados.
Índice
I. La obra de arte en el calentamiento global
1. El antropoceno, un paisaje relacional
2. El arte como energía durable: teoría de la fuerza de propulsión
5. La gran descolonización, del “nuevo mundo” al “séptimo continente”
6. El decrecimiento estético
II. Hacia una estética inclusiva
1. Un humanismo invertido: crítica del “pensamiento orientado al objeto”
2. Arte y sujetualidad
3. Del objeto al casi objeto, de la forma a las formaciones
4. Retrato del artista como mariposa
5. Las aventuras del mana o el arte como sustancia
III. El artista como antropólogo molecular
1. Una estética relacional integral
2. El giro molecular
Coda
Introducción
Todo elemento aislable del universo aparece siempre
como una partícula susceptible de entrar en composición
dentro de un conjunto que la trasciende.
Georges Bataille
Lo que el mundo occidental denomina naturaleza no produce desechos ni obras de arte. Pese a que no es posible conciliarlos ni disociarlos, estos dos objetos forman los polos del mundo humano. Nadie quiere al desecho, que tiene el privilegio de escapar de la propiedad privada. El arte posee, a la inversa, un innegable valor social. Volvemos a encontrar esta polaridad en el mundo industrial, donde la superproducción genera capas y más capas de residuos, mientras que lo que denominamos cultura nace de un excedente de energía. Pero los plazos que median entre la mercancía y la basura se acortan sin cesar, reduciendo el tiempo de nuestro uso de las cosas y también el tiempo de la mirada que posamos sobre las imágenes. Desechar un objeto de plástico, expulsar con el movimiento de un dedo una imagen atisbada en la pantalla son dos gestos que forman parte de un conjunto simbólico general, de una visión del mundo según la cual el ser humano ya no es más un actor de pleno derecho en la vida terrestre, sino un simple material atrapado en un mecanismo. La crisis climática, que en la actualidad se resume en el término antropoceno, va acompañada de una crisis planetaria de la cultura. ¿Qué significa el arte en un mundo donde predomina la urgencia, en un mundo que al llegar el mes de julio ha agotado los recursos renovables de todo el año?
Al igual que esos recursos naturales que han sido inscriptos y patentados o al igual que las raíces, las semillas y los minerales “pertenecientes” a industrias que los comercializan, la imagen es cautiva de las leyes del copyright. La fuerza más devastadora de nuestra época, aún más temible que los tifones y que la subida de las aguas, es la de la propiedad privada, que también invade los cerebros. Este movimiento general de privatización del mundo hace de nuestra época una suerte de pariente de la era del neolítico, en la cual se vivió la aparición de la agricultura y la ganadería: lo que hoy se está poniendo en marcha es una nueva etapa de la industrialización de lo vivo. La agricultura fue el proceso mediante el cual los seres humanos organizaron su ecosistema con el propósito de controlar el ciclo biológico de las especies domesticadas y, de ese modo, producir recursos útiles. En Europa se franqueó una nueva era a partir de finales del siglo XV: la “acumulación primitiva” del capital empezó por la confiscación de las tierras que los campesinos cultivaban en forma colectiva, una confiscación para beneficio de los propietarios privados, de quienes los campesinos pasaron a ser los empleados o trabajadores. Conocida bajo el nombre de “cercamiento” (enclosure), esta política apuntaba a constituir una fuerza de trabajo abstracta y a producir cuerpos mecanizados y deslocalizados. En el presente, nuestro neolítico digital amplía aún más este movimiento de domesticación y lo hace incluyendo nuevas entidades y conceptos como la información humana (los data) y el conjunto de lo viviente. Internet es la herramienta privilegiada de esta fase inédita de domesticación porque permite el ordenamiento mental a gran escala de las poblaciones humanas: se instala así una hipersedentarización a través de la cual el ser humano se une a la planta, al animal, a la selva o a la corteza terrestre en el gran rubro de los “recursos” materiales que resultan factibles de explotar. Por otra parte, el confinamiento mundial que marcó a la pandemia de la Covid-19 nos deja entrever lo que podría ser la etapa siguiente de esta sedentarización... Si todos los individuos habíamos ya interiorizado la idea de que nuestro papel en la Tierra consistía en ser inmediatamente utilizables por el sistema productivo, sólo faltaba usar los últimos tiempos muertos; y esto se ha realizado, con fines comerciales, por medio del espionaje de nuestras vidas privadas. Se sabe que, tras la invención de la rueda y tras la aparición de la cultura agraria, la población humana dio un giro decisivo que condujo sobre todo a la constitución de las primeras ciudades-Estado. Nada tiene de asombroso, por lo tanto, que las modalidades de gobernanza contemporánea se vean transformadas por este proceso de domesticación general de lo viviente, dentro del cual los humanos y los no humanos se ven reunidos por su condición de materia prima.
La empresa es la sucesora de las ciudades, los reinos y las naciones de antaño, que solamente subsisten en su calidad de aliados objetivos de la dominación que ejerce ahora la primera. Irónicamente, son las fronteras las que permiten que el capital escape de toda clase de control y las que obstaculizan unas verdaderas políticas ecológicas: no se le puede pedir