Inclusiones. Nicolas Bourriuad
en las sociedades homogéneas, y estos circulan en el mundo entero. Esta situación histórica, totalmente singular, nos lleva a pensar que el arte de hoy es un arte de la promiscuidad global, fruto de sociedades cada vez más caleidoscópicas. Esta constatación vale para el planeta entero. Y los artistas, para reflejar su tiempo, pueden trabajar en cualquier lado. Cuando menos se muestran lugares específicos, más se muestra esta época que es la del desarraigo o del desenraizamiento. Tomaré como ejemplo a tres artistas que proponen, cada cual a su manera, una definición formal radical del individuo contemporáneo: Ambera Wellmann, Paul Chan y Tala Madani.
En la pintura de la primera, los cuerpos humanos son casi siempre capturados en un encuentro erótico que los dilata o los dispersa. La artista canadiense planta unos bloques cromáticos sobre unas superficies monocromas; no instala en forma tranquila las figuras sobre los fondos, sino que ciertos detalles permiten a veces que se sitúen en una habitación. Los contornos no corresponden a las superficies que delimitan, pero se interrumpen, se ramifican o se diluyen entre efectos de sudor y de luminosidad que transforman la carne en porcelana. La geometría espacial ha desaparecido, ya no hay arriba o abajo, ya no hay derecha e izquierda ni planos ni volúmenes: Wellmann representa un mundo después del big bang, una sopa primitiva en la que estarían sumergidos unos cuerpos contemporáneos que se interpenetran al mismo tiempo que absorben las cosas y los seres que los rodean.
De un modo aparentemente contrario, Paul Chan representa al ser humano como si fuera un sobre vacío: hechas de tubos de tela que terminan en ruidosos sopladores que las hacen gesticular en forma continua, estas figuras (los “respiradores”, según el nombre que les da el artista) se toman al pie de la letra la palabra pneuma, término mediante el cual Aristóteles designaba el soplo vital, el alma o el espíritu. Pneumático, entonces, e hinchado por el viento, de acuerdo con Paul Chan, al ser humano no lo mueven más que las maquinarias. Pero ¿se agita porque está atrapado en una tormenta? Una película de animación (en dos entregas) que Chan realizó en sus inicios, My birds...trash...the future (2004), mostraba ya a humanos, pájaros y perros arrastrados por unas ráfagas de viento llenas de desechos. Una escultura más reciente, titulada Pentasophia (o La felicidad de vivir en la catástrofe del mundo occidental), toma a los personajes fantasmales que Samuel Beckett concibió para su obra Quad y los incluye en la acción de La ronda, de Henri Matisse, que inspira obviamente ese título irónico. Huecos y pasivos, los humanoides de Paul Chan están metidos en una catástrofe digna del marqués de Sade, en el furor mecánico de la explotación de los cuerpos. Chan ha consagrado, por cierto, un largo video al marqués: Sade for Sade’s Sake (2009).
Existe una violencia similar en el universo de Tala Madani, que también realiza películas de animación poniendo en escena unos cuerpos (en su mayoría, son masculinos y parecen oriundos de Medio Oriente), pero en el marco de un universo abstracto y burlesco. Cada uno de sus cuadros parece salir de una única escena: ella necesita un “espacio abstracto”, así ha explicado, un “espacio variable en cuyo interior se vuelve posible cualquier clase de acción”. De origen iraní, Madani también presenta a habitantes de un mundo totalitario que parecen obedecer a mandatos de violencia. Desprovistos de interioridad, la reemplazan con la exposición de sus escorias y sus pulsiones, bajo unas luces violentas, como marionetas que se dirigen al matadero. Si la pintura de Tala Madani reinventa la representación humana es por su tratamiento del binomio luz/color, al que ella sustituye por un vasto registro de efectos especiales. Su fuerza proviene de esta particularidad escenográfica: sus temas, sus figuras humanas esbozadas con un trazo ondulante o reducidas al halo luminoso que les sirve de contorno se ven inmersas en una espesa oscuridad de la que emergen unos proyectores luminosos y cegadores, rodeados de pálidas pantallas de computadoras, cercados por la brutalidad de las linternas de los teléfonos celulares o de las sirenas y las luces de la policía. En la obra de Tala Madani, la luz es una fuente de opresión y el ser humano es un títere que cumple, de manera simultánea, el rol de herramienta asesina y de materia inerte.
En resumidas cuentas: es sin duda porque refleja o muestra sin concesiones la asfixia física y mental de las sociedades contemporáneas que el arte contemporáneo ocupa, en todas partes donde la tradición no regula sus representaciones, el lugar de una Casandra o la posición de un paria.
23 Anna Tsing, “Feral Biologies”, en Anthropological Visions of Sustainable Futures, Londres, University College London, febrero de 2015.
24 Jean Baudrillard, “L’antidote au mondial est du côté du singulier” [2008], en Entretiens, París, PUF, 2019, p. 419.
25 Nicolas Bourriaud, Postproduction. La culture comme scénario, Dijon, Les presses du réel, 2001; trad. esp.: Postproducción. La cultura como escenario: modos en que el arte reprograma el mundo contemporáneo, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2004.
26 Georges Charbonnier, Entretiens avec Claude Lévi-Strauss, París, Presses Pocket, 1961, p. 164; trad. esp.: Entrevistas con Claude Lévi-Strauss, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2006.
27 Ídem, p. 167.
28 Paul Valéry, Regards sur le monde actuel et autres essais, París, Folio Essais, 1954; trad. esp.: Miradas sobre el mundo actual, Buenos Aires, Losada, 1954.
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