Inclusiones. Nicolas Bourriuad

Inclusiones - Nicolas Bourriuad


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Meredith Tax, “Introductory: Culture Is Not Neutral. Whom Does It Serve?”, en Radical Perspectives in the Arts, Baltimore, Penguin, 1972; citado por Joseph Kosuth en “L’Artiste comme anthropologue”, en Le Jeu du dicible, París, Beaux-Arts éditions de Paris, 2018, p. 109.

      3 L’Exforme. Art, idéologie et rejet, París, PUF, 2017; trad. esp.: La exforma, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2015.

      4 Nicolas Bourriaud, Formes de vie. L’art moderne et l’invention de soi, París, Denoël, 1999, reedición en 2009; trad. esp.: Formas de vida. El arte moderno y la invención de sí, Murcia, Editorial CENDEAC, 2009.

      5 Nicolas Bourriaud, Esthétique relationnelle, Dijon, Les presses du réel, 1998; trad. esp.: Estética relacional, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2008.

      6 Anselm Jappe, La Societé autophage. Capitalisme, démesure et autodestruction, París, Éditions La Découverte Poche, 2017, p. 55; trad. esp.: La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción, Logroño, Pepitas de Calabaza, 2019.

      7 “Réification”, escribe Bourriaud. El término es uno de los conceptos centrales de su libro La exforma y significa “cosificación” [N. del T.].

      8 Erwin Panofsky, Vida y arte de Alberto Durero, Madrid, Alianza, 1989.

      9 Jindřich Chalupecký, “Art et transcendance”, en Marcel Duchamp. Colloque de Cerisy, 10/18, París, Union Générale d’Éditions, 1979, p. 21.

      Fue por medio del arte contemporáneo que descubrí la urgencia climática, en tiempos en que aún era estudiante. Supe, más precisamente, que la atmósfera terrestre estaba ligada a la economía humana en general y a nuestros hábitos de consumo en particular. La exposición Ozone [Ozono], realizada por Dominique Gonzalez-Foerster, Pierre Joseph, Bernard Joisten y Philippe Parreno en 1989, introducía una problemática original en torno a un objeto desconocido: en efecto, pocos de nosotros habíamos oído hablar del agujero que se estaba formando en la capa de ozono, allí arriba, en la estratósfera, y mucho menos del papel que cumplía esta capa. El ozono, que nos protege de los nefastos efectos de los rayos solares, era en esos tiempos un tema inédito para el arte. Por suerte, el famoso “agujero” se ha empequeñecido desde entonces, pero nunca volví a mirar a un aerosol de igual manera. En cualquier caso, la verdadera lección que brindaba esta muestra no era militante, sino de orden estético, pues había sido concebida como un ecosistema donde cada uno de los elementos daba fiel testimonio de una ecología de la imagen, ya que se tomaba en cuenta su modo de producción y el medio en el cual estas imágenes se difunden. Pierre Joseph proponía unas diapositivas gigantes que, proyectadas en el suelo, representaban modelizaciones digitales de la naturaleza. Dominique Gonzalez-Foerster había diseminado unos muebles plegables y unos cestos de basura que contenían artículos periodísticos acerca de la ecología, Bernard Joisten había dispuesto unas ilustraciones hiperrealistas de la prehistoria donde figuraban especies desaparecidas, mientras que Philippe Parreno suspendía o colgaba aquí y allá unos accesorios de deportes extremos: una tabla de windsurf, un parapente, un equipo de buceo... Sin ningún didactismo, por lo tanto, estos cuatro jóvenes artistas nos ponían en contacto con un nuevo paisaje mental, en los albores de la era digital, y lo hacían por medio de una exposición que “se desplegaba en el espacio como un gas”, de acuerdo con la fórmula que ellos mismos usaron para describir la coexistencia de sus obras. Prolongando la exposición en el exterior, un bolso de deportes contenía una versión portátil (el bolso ozono), mientras que un video difundido en un televisor inflable y gigantesco (Vidéozone) cumplía el papel de tráiler publicitario para el conjunto del proyecto. En resumen: un gas, unas obras pulverizadas en diversos formatos y un tratamiento material de la imagen como si fuera una especie viviente; un proyecto donde el medio y los modos de evolución tenían que tomarse en cuenta como tales. Anticipando el “pensamiento molecular”, del que hablaremos más adelante, el proyecto Ozono también fue precursor de la toma de conciencia global que hoy conocemos bajo el nombre de antropoceno.


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