Saltar el torniquete. Marisol Alé Tapia

Saltar el torniquete - Marisol Alé Tapia


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1994-2017) y Censo-ine (período 1982-1992).

      * En base a la serie de ocupaciones por oficio utilizadas por las estadísticas nacionales, reagrupadas en categorías genéricas de ocupación que responden a los grandes grupos de la calificación ciuo 08 (incluye fuerzas armadas).

      ** En las cifras del censo de 1982 la clasificación de ocupaciones (Cota 70) no considera la categoría de grandes grupos equivalente de “técnicos y profesionales de nivel medio” del sistema ciuo 08.

      ¿Qué pasó?

      Crisis del cotidiano neoliberal

      Esta crisis no es, en su origen, ni política ni económica; tampoco se debe a circunstancias externas ni fue impulsada por movimientos sociales. Es la crisis del sujeto y el cotidiano popular formado bajo el régimen neoliberal. Ese es el quién y el contra qué de la revuelta; también la razón de su escala, cuándo y cómo.

      El espíritu de octubre es la disconformidad, por definición subjetiva, crecida y madurada según se profundizaba el modelo neoliberal. De su éxito nace, de su duración y sus durezas, el sujeto que viene a interrogarlo y a inquietarlo tan gravemente. Es el pasivo o la deuda social que acumula el neoliberalismo cuando se le deja fluir al modo chileno: quiebra sujetos que quebrarán el orden.

      Pueblo

      Esta fue una revuelta de clase, popular. Todavía el 2011 la representación y la dirección del movimiento estuvo en las clases medias tradicionales. Ahora el protagonismo, de voz y presencia, fue de la gente de trabajo, los comunes: millones, de caras mestizas y apellidos corrientes, por todas partes, convergiendo desde sus mismas y variadas periferias. Esa presencia no es nueva, pero no se había visto hace 40 años y hasta se habría creído que estaba extinta.

      Pueblo nuevo, técnicos y profesionales

      La revuelta fue liderada por las generaciones nuevas, que nacieron bajo el neoliberalismo. Como ya se anunciaba el 2006 y el 2011, se van desligando los antiguos, que traen en su memoria las huellas de la pobreza y el castigo estamental como norma. Los nuevos, en cambio, están formados sin esos estigmas de clase. Si sus padres y abuelas fueron hijos del rigor y el terror, ellos no temen ni están para el sacrificio.

      Los/las que creyeron, aborrecen

      Destinatarios de la promesa (los creyentes del régimen)

      Niños/as y jóvenes de los 90 en adelante, tienen toda su vida formada en el apogeo y madurez del proyecto neoliberal chileno.

      La expansión de la educación superior, pago mediante, se presentó disponible como la nueva ola de prosperidad social. Fue la joya del modelo: ahora, todos los jóvenes, sin diferencias por origen socioeconómico, pueden acceder a estudios superiores o formarse como profesionales.

      Ellos/as encarnan el ser social neoliberal chileno realizado, exitoso; llamados a agradecer la historia: universitarios de primera generación, les nombraban, como quien señala a los afortunados de su tiempo; tantas generaciones anhelantes tras lo mismo y, al fin, se escucha la señal del ahora sí. Largo viaje para llegar a ser alguien; salir de número y de llano, de fuerza simple y abstracta en capacidad compleja y diplomarse, adquirir título y rango.

      Conocedores del fracaso y la frustración/ defraude

      El caso es que la promesa era frustrante y el haberlo creído un defraude: una vez titulados, una vez egresados, a la salida, hay un muro, impasable, el mismo para todo. Los/las que creyeron no pueden descreer lo pasado ni seguir creyendo.

      El camino se corta. Una subjetividad formada ha de desafirmarse, deformarse. Se rompe una identidad, una imagen de sí (querida desde lo más profundo, proyectada, y lograda y perdida casi al mismo tiempo). Llevarán, como memoria de su ser social, esa contradicción de ser y no ser. Es su logro personal, potente y valioso, y al mismo tiempo la negación otra vez.

      El quiebre, así de personal y autobiográfico, es al mismo tiempo un hecho estamental: lo de cada quien, como individuo, es también lo del conjunto de su clase, como por reproducción de un mismo esquema y su distorsión.

      Han de vivírselo, sin embargo, en la misma sola individualidad en que les enseñaron a proyectar lo que sería su conquista. Así sea de todos y del mismo modo, el viaje es solo y el naufragio también.

      No entienden dónde estuvo la falla, suya; cavilan, se interrogan, se inculpan, compadecen, preguntan, ironizan, intentan el humor… lo que sea para sobrellevar esta disforia que les carga y entristece el habla.

      Así fue hasta octubre, y por eso pasó lo que pasó.

      Análisis del discurso, fragmentos

      a) Sobran

      La forma normal es el fracaso. El lugar común es allí donde no están, salvo para señalar la anomalía.

      Tengo dos compañeros que están trabajando.

      En la mía también súper poco. Egresamos como 30, hay trabajando cuatro.

      Sobran, por número o masa:

      Hay 500 currículos antes del tuyo.

      Sobran, por nombre o prestigio:

      …que si alguien de Recursos Humanos tiene todos estos currículums, lo que hace es revisar si son de la Católica o de la Chile, usach, y ahí eligen y ahí está el ranking entre las tres, y los demás aquí quedan, o sea, esa es la realidad. Es un descarte inmediato.

      La estructura les gana, dos veces, al sujeto y su intento: por la matriz productiva, que los requiere simples, y por la dualidad social chilena, que los requiere abajo. Del viaje —que los requirió airosos— salen perdiendo y extraviados. Y debiendo.

      b) El muro

      Para los de su estamento, el pueblo, la salida (estudios profesionales) no conduce a una entrada (trabajos profesionales). Egresan, pero no ingresan; deben regresar.

      Uno sale a un mundo donde las puertas ya están cerradas.

      Siempre faltando, siempre debiendo. Como si sus trayectos, y sus títulos, no alcanzaran; forma estamental de incompletitud incorregible y misteriosa que los inhabilita. Quedan debiendo por lo que ya tienen (el título), y por lo que no tienen ni acaso tendrán. Siempre falta algo más. La meta se corre cuando te acercas.

      Una forma del desquicio: haga lo que haga, fallará.

      Me dicen, “tienes que tener experiencia”, no sé po, “5 años”. “Tienes que hablar chino mandarín”… No sé po, tener cosas, que no sé, que… A uno le da risa igual eso. Pero en verdad, o sea, te piden cosas ilógicas.

      Claro, te piden experiencia, pero no te dan oportunidades para.

      El orden no resiste un análisis lógico, pero no se inmuta por ello: es real, aunque ilógico. Y ahí se queda la subjetividad con su rabia, impotencia y otros modos de emocionar la debilidad abusada.

      c) El quiebre

      La urgencia habitual de la economía familiar, por una parte, y la constatación de la inviabilidad de la expectativa laboral profesional, por la otra, fuerzan un quiebre, un “cortar”. Es el momento de la decepción y de alguna forma, acaso insostenible, de resignación.

      Entonces, es un tema del trabajo, uno ya se va desmotivando y al final uno agarra lo que hay. Entonces siento que ya está difícil encontrar pega ahora.

      Quien se animó y movió, quien ingresó a la competencia por el conocimiento, debe volver/se al régimen de los trabajadores simples o de disponibilidad. El profesional, y su carrera y camino, ceden al jornal y su ley del agarrar, siempre al evento, siempre en presente: donde no se crecerá más, o donde no hay desarrollo posible; mundo que se vive al día y en el que lo único que avanza, y se acumula, es el tiempo.

      Pero cuando uno se mete a trabajar a otra [actividad fuera de la especialidad] pierde mucho contacto y no gana nada de experiencia. Eso es lo fome… Pero tampoco se puede estar años buscando pega sin hacer nada más, además yo tengo una hija.

      Es la condena social que pasa


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