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Los hilos y deshilos de El Vecino del Ático
Los personajes, eventos y sucesos que aparecen en esta obra son ficticios, cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación, u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art.270 y siguientes del código penal).
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© de la fotografía del autor: Archivo del autor
© El Vecino del Ático 2021
© Editorial LxL 2021
www.editoriallxl.com
04240, Almería (España)
Primera edición: febrero 2021
Composición: Editorial LxL
ISBN: 978-84-18390-07-4
Los
Hilos y
deshilos
de
El Vecino del Ático
Agradecimientos a Eva por participar con sus ideas en algunas de estas historias.
ÍNDICE
1
Drogas, persecución, policía y sexo
¿Cómo dar a conocer a un autor que va a firmar su libro con un seudónimo antes de que su libro sea publicado? Pues había que crear una historia que tuviera todos los elementos para llamar la atención al máximo de personas posibles.
Aquí la primera historia en la red de El Vecino del Ático.
Drogas, policía, persecución y sexo. Vamos, un completo para un sábado cualquiera.
El sábado quedé con mi amigo —llamémoslo Mariano—, como tantas otras veces. Un tipo que, además de ser un investigador de laboratorio de bastante prestigio en su localidad, es aficionado a la agricultura ecológica y al consumo esporádico de marihuana. Se presentó con lo que era parte de su nueva cosecha: algo no sé qué hidropónico o similar. Vamos, un friki. La cosa es que sabe que yo paso de todo eso. Aun así, siempre que tiene cosecha nueva se empeña en enseñarme el resultado.
El caso es que se siente más que satisfecho y orgulloso. Dice que investiga por temas terapéuticos. Además, el hecho de jugar a ser Dios en una de las habitaciones de su casa, para con la climatología, lo hace sentirse poderoso. Eso y que quien la prueba, dice, roza el cielo.
Después de haber subido a mi casa, explicarme las cualidades de esas plantas ya secas y haberse dado el gusto de disfrutar del humo de uno de sus canutos —eso sí, en el balcón—, nos fuimos en mi coche con la idea de ir a tomar una cañita en una terraza del centro. Por suerte, conduje yo. O no, ya no sé... El muy imbécil, que alardea siempre de tener controlado el efecto de esa droga, sufrió lo que se conoce como una «pálida» o «blanca». Para quien no lo sepa, es cuando después de fumar aparece un bajón de tensión considerable. Así que me pidió que parara el coche de manera urgente. Con cara de fantasma, se bajó como pudo y se dirigió a una plaza cercana para meter la cabeza en la fuente.
Mientras el imbécil —o sea, mi amigo— se refrescaba como si de un can se tratara, yo vi cómo un coche de la Policía se acercaba a lo lejos por detrás. En ese momento, me acordé de lo que el gilipollas —pues no tenía mejor manera de llamarlo— había dejado en la guantera de mi coche: su puñetero experimento ecológico, la hierba. No se me ocurrió otra cosa que encender el motor y emprender la marcha de manera sutil; así, como disimulando. La patrulla, creo, se percató de la imagen del imbécil..., digo, de Mariano.
En la fuente me siguió, o al menos eso creí, así que decidí ir aumentando la velocidad, también como disimulando. Y, claro, los tipos que ocupaban el coche de la Policía, que ya sospechaban algo, también. Vamos, que sin saber bien cómo, me vi protagonizando una persecución por la ciudad al más puro estilo película policíaca. Estaba tan asustado por lo que llevaba en la guantera que solo pensaba en despistar a la Policía.
Llegué a las afueras, me metí en un camino sin asfaltar y, generando una nube de polvo, realicé un trompo para coger otro que estaba justo a noventa grados. Nunca lo había hecho antes. Bueno, ni tampoco ese día, porque me caí en un campo de manzanos y quedó el coche atrapado entre el camino y donde estaban los árboles frutales. Así que, en menos de una hora, estaba en la comisaría, acusado de posesión de sustancias prohibidas e intento de huida de la Policía.
Tras varias horas siendo interrogado, me dejaron solo en una sala mientras me pasaba de todo por la cabeza. De repente, pasó una mujer policía que se detuvo al verme, volvió a mirar y entró en la sala donde me encontraba.
—Yo te conozco —me dijo—. Eres el vecino del ático.
—¿Cómo? —le pregunté extrañado.
—Soy la vecina de enfrente, a la que miras cuando me cambio.
Ahí me quedé blanco. Solo me faltaba eso: una policía enfadada conmigo. Pero nada más lejos de la realidad.
—La verdad es que dejo que lo hagas —prosiguió—. Además, sé que me miras cuando juego. Y lo sé porque lo hago queriendo.
Total, que se sentó a mi lado, y cuando iba a entrar el policía que estaba interrogándome, le propuso que seguiría ella porque me conocía. Y empezó su interrogatorio:
—¿Te gusta mirarme?, ¿la ropa que uso?, ¿y la que no uso? —Todo eso mientras me acariciaba la mano. No daba crédito a lo que estaba sucediendo allí.
Mientras iba respondiendo a sus preguntas, notaba cómo la otra mano se desplazaba hasta mi entrepierna y me bajaba la cremallera. Allí estaba yo: en una comisaría y siendo masajeado por una mujer bellísima de uniforme mientras me encontraba detenido.
Colocó mi mano en su muslo y empezó a... Bueno, quizá ya es suficiente descripción.
—Quédate tranquilo —me dijo—. En nada te marchas para casa. Todo se arreglará con una multa y yo estaré en la ventana de enfrente. Espero verte al otro lado del cristal.
Y a mí solo se me ocurrió preguntar por mi coche.
Pero al llegar a casa, subí a la terraza de mi ático y esperé a que mi vecina policía apareciera, como había prometido.
Este texto fue publicado el 31 de octubre de 2019 en Twitter, y tiene en cuatro meses cerca de 40.000 visualizaciones. El objetivo fue dar a conocer la obra ¿Jugamos?
2
La extraña pareja
Con esta historia, empieza realmente la andadura del autor por las redes sociales. Concretamente, en Twitter, que es donde empezó publicando, en forma de hilos, sus historias eróticas. La originalidad y la comodidad de leerlos en ese formato haría que, poco a poco, ganara seguidores en la red.
El relato que viene a continuación se escribió en una escapada de fin de semana en pareja. En la playa; lugar perfecto para dejar volar la imaginación.
Salió de trabajar bastante estresada después de la acalorada discusión con su jefe. No quería permitirle acompañar a su hijo a la visita médica que tenía agendada desde hacía más de un mes.
Sin levantar apenas la mirada del suelo,