Los hilos y deshilos de El Vecino del Ático. El Vecino del Ático
magnífica prenda que desprendía ese olor que tanto le gustaba: olor a sexo, a pasión, a deseo. La bajó hacia su sexo y se masturbó con el tanga humedecido por el mar situado entre las piernas de la mujer. Se separó un par de metros tras haber saboreado el falo duro que había hecho suyo durante unos minutos todo lo que quiso y les dijo:
—Ahora ya podéis follar. Que yo lo vea.
Y, como orden sagrada, la pareja le hizo caso. Ella se puso encima de él y lo cabalgó, sintiendo la dureza de la polla en sus entrañas. Gimieron. Los dos; ella por notar cómo los ojos de su fantasía hecha realidad se le clavaban en la espalda tras la fantástica orden de que follaran y él por sentir cómo su mujer lo absorbía cual aspiradora, también delante de la visita.
Y cuando fueron a correrse, en el momento justo del orgasmo, con las respiraciones a punto de salírseles del pecho y los ojos de las órbitas, la elfa desapareció, dejando en el suelo el gorro de color verde y rojo con el que había aparecido.
Feliz NavidaX.
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