Los hilos y deshilos de El Vecino del Ático. El Vecino del Ático
aparcar por pudor y normativa social.
Él introdujo su mano debajo de la falda negra para acariciarla, y cuando ella se dio cuenta, se apartó como pudo para desprenderse de sus medias, que interferían entre la mano de Carlos y su placer más anhelado. Con esto, Carlos pudo notar el suave tacto del raso que cubría el sexo de María. Ella se subió más la falda, se apartó las bragas ladeándolas hacia un lado, sujetó la polla con su mano izquierda a la par que se apoyaba con la otra en su pecho y la encaró con su coño. Cuando se sentara de golpe, quería notar cómo sus paredes se ensanchaban por la invasión carnal del miembro erecto y venoso de Carlos.
—¡¡¡Aaah!!! —dejó escapar de sus pulmones tras la primera embestida.
Carlos la cogió de las nalgas para poder seguir el ritmo de su amazona. Esta le clavó fuertemente las uñas, perfectamente decoradas, en el pecho, dejándole un regalo en forma de herida que le recordaría esa noche durante varios días. Fue el aviso de que acababa de correrse sobre la polla de su compañero de trabajo antes de caer rendida sobre el pecho de este, más por el cansancio y los excesos con la sangría y las copas que por el desgaste sexual. Aquello solo había sido su despertar erótico, el cual iba a darle muchas alegrías el resto de su vida.
—Por la mañana, terminaremos —le susurró al oído. Pensó que, por una vez, ella se había corrido y no al revés.
Pero Carlos era un caballero y, al despertar, iba a devolverle el regalo.
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Una de superhéroes
Esta historia fue otro reto o petición que se le hizo al autor por parte de una de las cuentas más activas de su timeline.
De buena mañana, Senxy subió una foto bellísima en la que decía algo así como que le había apetecido vestirse con una prenda muy erótica y se sentía poderosa. Dicha cuenta sufrió acoso por parte de mentes moralmente encajonadas. Por ello, esta historia de superhéroes.
Como mujer, sabía perfectamente lo que era que la hicieran sentir inferior, a pesar de saber que no lo era. Para nada...
El hecho de sentirse y mostrarse libre, tal cual le apeteciera en el momento que fuera, suscitaba la rabia de quien anhelaba tener esa valentía y atrevimiento. La moral o falsa moral que habita en muchos seres todavía hoy, en pleno siglo xxi, pretende resucitar esa inquisición en forma de caza de brujas con un único objetivo: repudiar aquello que no son capaces de hacer ellos para sentirse libres y felices. La libertad escuece, y no tienen suficientes uñas para rascarse.
Y esa mañana, Senxy se despertó y se sintió poderosa.
Tumbada todavía en la cama, le vinieron multitud de ideas e imágenes a la cabeza. Era capaz de comerse el mundo. Y, vamos, que se lo habría comido, pero era una gélida mañana de un domingo y tampoco era plan de desaprovechar ese tiempo de cama bajo el edredón que tantos y buenos momentos había presenciado. Si el edredón pudiera hablar...
De entre todas las imágenes que corrían por su mente, una se paró. Se vio como superheroína, y entonces sí decidió levantarse. Todo superhéroe necesita su traje, atrezo o fetiche que de manera inconsciente o no le genere una energía a quien lo posee y le haga sentirse invencible. Y ella tenía el suyo.
Abrió el cajón y allí estaba. Elástico, como cualquier atuendo de Marvel pero mucho más poderoso. Negro, con rejilla y transparencias. Ajustado perfectamente a su espléndida figura y con sensuales aberturas para poder seducir a cuantos aspirantes se pusieran en su camino.
Se vistió con su supertraje y se sentó en la escalera de casa. Notó cómo por sus venas corría, además de sangre, un poder extranatural con tal fuerza que le produjo una excitación como nunca había sentido. Con el frío del mármol de los escalones combinado con el calor extremo que acababa de experimentar, no tuvo más remedio que dejar escapar algo del poder que poseía todo su ser y deslizar la mano derecha desde su cuello esbelto hacia sus pechos, donde sus pezones asomaban entre las pequeñas ranuras que formaban la rejilla del traje de superheroína. Con la otra, aprovechando que el uniforme disponía de una abertura en la parte de la entrepierna, empezó a masajear su sexo, obviamente húmedo de una manera más que considerable.
Se sentía en el cielo, por encima de todas aquellas almas que querían condenarla al infierno, y esa percepción la hacía masturbarse con más fuerza. Su mano deslizándose de arriba abajo estaba cada vez más empapada. Y el vello que estéticamente cubría y daba paso a su placer más absoluto se impregnaba de tan suculenta esencia que hacía la tarea mucho más fácil y agradable.
Se masturbó allí mismo. En la escalera de su casa. Con tanto ímpetu que, en el momento de correrse, todo su poder brotó, generando una onda expansiva que rebotó en la cabeza de todos aquellos que se habían tomado la licencia, de manera unilateral, de intentar ahogar su energía.
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El día de NavidaX
Siguiendo con los retos y peticiones, para esta historia hubo una petición/sugerencia/aceptación de alguien muy conocida en el mundo liberal y de Twitter: MartinaLovesw, usuaria activa en Twitter y en Webcamer.
Era el día de Navidad, y sorprendió a la comunidad con una imagen de ella junto al árbol vestida con un gorro de elfo. Fotografía perfecta para explicar una leyenda.
Y por fin llegó el día.
Más bien, la noche. La noche de NavidaX. Esa noche en la que, según cuenta la leyenda, si has sido lo suficientemente malo con tus deseos y fantasías, a las doce de la noche aparecerá por tu casa la elfa del sexo.
Y la noche del 24 de diciembre de 2019 se apareció.
Fue en un hogar con todos los adornos dignos de tal festividad, donde habitaba una pareja que durante todo el año había estado fantaseando con un encuentro sexual a tres. Se masturbaban imaginando que la invitada a la fiesta estaba delante de ellos, mirándolos y dándoles instrucciones de cómo tenían que hacerlo, mientras ella, con su traje de látex abierto por delante por una cremallera, se acariciaba sus bellos y espectaculares pechos. Llegaban a hablarle como si realmente estuviera allí con ellos. Y eso los ponía ciertamente calientes. Cachondos, mucho más que cuando follaban solos.
Y en esa mágica fecha, cuando estaban en el sofá del salón besándose con lujuria y acariciándose —ella con lencería roja, formada por un tanga de raso y un sostén a juego, y él únicamente con el reloj que ella misma le había regalado el día de su cumpleaños—, apareció. De golpe. En un abrir y cerrar de ojos, allí estaba la elfa de la leyenda: MartinaLovesw.
No podían creérselo. Se presentó desnuda completamente, salvo por unas botas de pelo de un color rosita y un sombrero rojo y verde, característico de esos seres míticos y místicos que, según la tradición, ayudan a Santa Claus en sus menesteres navideños.
Estaba apoyada en el árbol de Navidad, en posición sugerente, y les dijo:
—¿Habéis sido malos? He venido a ver cómo folláis.
La feliz pareja se excitó de tal manera que empezaron a comerse la boca, dejando entrever sus lenguas juguetonas.
—Acaríciale el coño —le dijo la elfa.
Y él obedeció sin pensárselo dos veces. Su fantasía estaba allí, en el salón de su casa, y no pensaba cuestionarla. Pasó su mano por encima del tanga rojo y lo restregó para darles placer a las dos; a una obedeciéndola y a la otra masturbándola.
—Despójala del tanga y dámelo. Quiero comprobar lo cachonda que está.
Él lo bajó deslizándolo por las piernas lentamente pero con decisión, sin dejar de mirar cómo su invitada disfrutaba de su obra, y se lo dio. Como un obsequio. Como una ofrenda. Como ella esperaba.
La elfa lo recogió y lo acercó a su cara. Se deleitó con el aroma a sexo caliente y recién generado mientras con la otra mano empezaba a acariciarse su suave abertura. La mujer, sin