Pequeñas grandes... cuentos a cualquier hora para niñas soñadoras. Federico Olavarri Gutiérrez
interactivo presentaba la información de forma gráfica, sonora o textual y podía leerse en vertical u horizontal. Tenía una pantalla para escribir y dibujar y cuando pulsabas, el contenido se iluminaba y abría otra información (como un «enlace»). Además, se podían modificar los temas y el idioma intercambiando unas bobinas que eran como una «tarjeta de memoria».
EE. UU. quiso comprar la patente, ¡pero ella quería desarrollarlo en su país! Desafortunadamente, no dispuso de dinero y el prototipo cayó en el olvido.
¡Podría haber sido «el abuelo» de los e-books o de las tabletas!
28 DE MARZO DE 1895 – 19 DE OCTUBRE DE 1975
VILLAMANÍN – FERROL
ANITA DELGADO
BAILARINA Y PRINCESA DE KAPURTHALA
Érase una vez unos padres que tenían un pequeño café llamado «La Castaña». En él, pronto revelaría sus inquietudes artísticas su hija. Un día, la familia se vio obligada a recomenzar la vida en una nueva ciudad.
Ya en Madrid, Ana y su hermana daban clases de baile. Unos empresarios que buscaban caras nuevas, las vieron bailar y las contrataron para hacer de teloneras en el café-concierto «Central Kursaal». Allí, «Anita» empezaría a entonar cuplés y sería testigo de movimientos culturales y tertulias entre personalidades. Su desparpajo y espontaneidad hicieron de ella una niña «única».
A raíz del enlace real en España de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, la aristocracia de medio mundo viajó para asistir a la boda. En el séquito de la princesa inglesa se encontraba Jagatjit Singh (el «maharajá» —como el rey de ese Estado— indio de Kapurthala. Pensad que, por aquel entonces, la India pertenecía a la Corona británica). Una noche, el maharajá acudió al famoso teatro-café y tras cruzar el umbral y ver a Anita bailar, quedó prendado inmediatamente de ella.
Él —veinte años mayor— inició una odisea para enamorarla. Enviaba flores, escribía cartas de amor… Ella finalmente se «dejó querer» y se casaron en París y luego en la India por el rito sigh. La ceremonia de entrada al palacio fue de ensueño: elefantes guiando, súbditos arrodillándose ante la nueva «maharaní» de Kapurthala… ¡Como un cuento de hadas!
Anita creía haber alcanzado la gloria en un mundo lejano, pero la realidad no era tan idílica. La joven desconocía la situación sentimental de su marido ¡y él tenía más esposas y había más princesas allí! Además, dentro del palacio, la aristocracia británica no quería aceptarla por sus orígenes.
La relación duró catorce años. Anita abandonaría la India y regresaría a España.
Aunque se divorció, el maharajá siempre procuró la seguridad, bienestar y felicidad tanto de ella como del hijo que tuvieron juntos y al morir Jagatjit, Anita cayó «en una profunda tristeza».
8 DE FEBRERO DE 1890 – 7 DE JULIO DE 1962
MÁLAGA - MADRID
ARANTXA SÁNCHEZ VICARIO
TENISTA
Cuando la pequeña Arantxa veía a sus dos hermanos —Emilio y Javier— jugar al tenis, cogía una raqueta, un chupa chups y una bolsa de patatas y se iba a la pista a intentar emularles. ¡Tenía solo cuatro años!
Empezó a perderse su juventud, los cumpleaños de amigos y a hacer los exámenes en solitario. Todo por estar en la escuela de tenis. Pasaba tanto tiempo allí, que necesitaba de vez en cuando respirar aire puro y escaparse.
El tenis era su vida... ¡Y a los catorce años llegó a ser jugadora profesional!
Ella no era tan alta como otras jugadoras del circuito. Así que, si quería ganar debía de ser más fuerte, tener unas piernas más musculadas para correr más y llegar a todas las bolas.
¡Y vaya que si lo hizo! Su apodo fue «el abejorro de Barcelona».
Aquella niña era puro nervio, un portento de fuerza y voluntad con una garra increíble. ¡Devolvía «todo» y «chillaba» animándose en el campo!
Cuando la joven comenzó a triunfar, su madre era su acompañante a todos los partidos. Siguió jugando y subiendo posiciones en el ranking.
—¡Quiero jugar mi torneo favorito! ¡Me voy a Roland Garros! —dijo.
Salía siempre a la pista con una muñequera y una cinta blanca en el pelo. Arantxa no era muy conocida aún, pero fue ganando y pasando las rondas. Llegó a la final y derrotó ¡a la mejor tenista del mundo! —Steffi Graf—, convirtiéndose en la jugadora «más joven» en ganar aquel torneo.
Su vida cambió de repente. ¡Toda España quería verla jugar! Era una mujercita llena de pundonor con un corazón enorme.
Rápidamente se convirtió en «la número 1» mundial y al mismo tiempo, también en «dobles».
Hoy, su palmarés es histórico para el tenis femenino y español, y ya retirada, sigue luchando por otras causas.
NACIÓ EL 18 DE DICIEMBRE DE 1971
BARCELONA
BEATRIZ GALINDO
ESCRITORA Y HUMANISTA
Érase una vez una niña de cuyos padres y fecha exacta de nacimiento se tienen dudas, pues sucedió hace muchos años.
Se sabe que estuvo bien educada y ya con quice años, era capaz de hablar y traducir idiomas tan difíciles como el «griego» y el «latín».
¿Tú sabes hablarlos?... ¡Yo diría que no!
Esta habilidad y destreza no era normal en la época y menos, en una mujer. Así, llamó la atención nada más y nada menos que de la propia reina de entonces: ¡Isabel la Católica!
Su destino era ingresar en un convento, pero la reina la hizo llamar para que la ayudara en la Corte. Sería camarera real y encargada de enseñarle latín, ¡el idioma de la diplomacia europea! De ahí, el apelativo cariñoso con el que fue conocida: «la Latina».
Beatriz era sabia y prudente. Con el tiempo, se convirtió en la consejera de confianza de la reina. ¡Hablaban de todo! Su relación era casi de amigas y ella compartía con la reina las nuevas tendencias del Renacimiento que venían desde Italia y participaba activamente en la política de renovación del país.
Tan apreciaba era por la reina, que le buscó a Beatriz ¡un marido! Se llamaba Fernando y era un gran capitán del ejército, aunque desafortunadamente, fallecería temprano en una de tantas batallas de la época.
Beatriz se quedó entonces muy triste. Continuó prestando sus servicios fielmente a su reina, pero dedicó su esfuerzo intelectual a la escritura de textos «humanísticos» y a impulsar fundaciones religiosas donde seguía unas normas muy estrictas: ayudar a personas desfavorecidas, pobres y sin recursos. ¡A nadie