Tastoanes de Tonalá. María Honoria de Jesús Hurtado Solís
que este trabajo sirva de base para indagaciones más profundas, que amplíen el conocimiento de esta legendaria fiesta.
Al iniciar la investigación se encontró que la información existente sobre los coloquios era escasa. De ahí que gran parte del trabajo consistió en recopilar los diálogos que subsisten en Tonalá, Santa Cruz de las Huertas, Zalatitán e incluso El Rosario. Relatos que actualmente apenas si se repiten o se recuerdan, que no son propios del coloquio o sólo son un poco de lo que se conservó en la memoria de la gente mayor y se fue transmitiendo por generaciones.
Los coloquios que se recitan en la danza de los tastoanes son diálogos que forman parte de la danza y utilizan los personajes al llevar a cabo la representación. Los diálogos son de gran importancia porque a través de ellos se conoce la trama de lo que se representa. Los coloquios muestran la relación entre los hechos representados y algunos acontecimientos históricos.
El coloquio de Tonalá se fue entretejiendo conforme iban apareciendo más diálogos en la memoria de Miguel Pila Galán, quien fue hasta hace pocos años el más viejo participante y organizador de la danza de los tastoanes. Las frases del coloquio se fueron registrando en cintas. El orden de los diálogos se fue reconstruyendo poco a poco a medida que se sumaban los párrafos, hasta que finalmente estuvieron completos.
En el caso de Santa Cruz de las Huertas se recopilaron dos coloquios un tanto diferentes, pero con el mismo tema. Uno es el que conserva el señor Sergio Estuvier, el mismo que el finado Nicolás Ortega guardaba en su memoria; otro es el se que repite en la representación en vivo. Son similares, pero con el paso de los años los personajes han cambiado y se les han agregado elementos contemporáneos; por ejemplo aportados por los colindantes de Santa Cruz en las nuevas colonias y uno que otro chascarrillo que sirve para amenizar el rato.
En 1997 se grabó el coloquio de Zalatitán, interpretado por los niños que representaron a los tastoanes. Los diálogos se los enseñó el señor Ambrosio López Fajardo, organizador y personaje más viejo de la danza de los tastoanes en esta población. Una vez hecha la trascripción, los textos fueron corregidos por Francisco Noé Hernández Enríquez, discípulo de López Fajardo, y finalmente se hicieron otras rectificaciones con su maestro Ambrosio.
Al mismo tiempo surgió la preocupación por recobrar la música que se escuchaba en la segunda década del siglo XX, interpretaciones que se perdieron porque nadie continuó tocando la chirimía en Tonalá. Se decidió que este trabajo incluyera las partituras de melodías y acompañamientos de los sones para tastoanes que desde hacía varios años no se tocaban, sones que sólo quedaron en el recuerdo de personas como Miguel Pila Galán y Ambrosio López Fajardo.
La música que se toca actualmente en Tonalá se registró en cintas de grabación. Después, con ayuda de Moisés Rosas Galán, chirimitero de Tlaquepaque, se escribieron las notas de las melodías, se corrigieron una vez más y las copió fielmente Martín Tarcisio Macías, trompetero y copista de Guadalajara. Los sones incluidos en esta obra son los mismos que han venido escuchando los habitantes de Tonalá por lo menos en los últimos cuarenta y cinco años.
En el caso de la música de Zalatitán, también se grabaron las melodías que con mucha voluntad y contento tarareaba el señor Ambrosio López Fajardo, a sabiendas de que no morirían con él, sino que quedarían para las nuevas generaciones. Lo cierto es que los sones de Zalatitán son importantes porque son los mismos que se tocaban a fines del siglo XIX y principios del XX en Tonalá y poblaciones aledañas.
Tastoanes en procesión con la imagen del apóstol Santiago (Tonalá, 2007). Foto de Roberto Lucano.
Danza de los tastoanes, fusión de dos tradiciones
La danza de los tastoanes amalgama el pensamiento indígena con la cultura impuesta por los españoles; refleja en parte la educación y religión a la cual fueron sometidos los naturales de estas tierras y los hechos históricos que vivieron los pobladores del siglo XVI y los mestizos de los siglos posteriores.
Esta danza tiene como antecedente la representación de moros y cristianos, traída al continente americano por los conquistadores españoles. Sin embargo, tuvo un mestizaje con alguna danza prehispánica de carácter guerrero que no se ha podido identificar, pues no existe ningún antecedente documentado de ella.
El registro que se tiene de la danza de los tastoanes es muy escaso, pero sabemos que en la segunda mitad del siglo XVII ya se realizaba en los suburbios de Guadalajara. A finales del siglo XIX, el historiador Alberto Santoscoy refiere otros lugares de los alrededores de Guadalajara donde se efectuaba, como San Miguel de Mezquitán (Santoscoy, 1984: 410).
En la última década del siglo XIX se presentaban los tastoanes en Mezquitán y San Andrés, en la fiesta del santo patrono de la localidad, así como en Tonalá y en Huentitán (Santoscoy, 1984: 410). Existen referencias de que esta danza se celebraba en Tateposco, San Pedro Tlaquepaque, Tetlán, Ixcatán1 y San Andrés (Santoscoy, 1984: 410), y es posible que en Tlajomulco, según atestiguó fray Luis de Refugio Palacio (1988: 3). En El Rosario fue ocasional la presentación;2 sin embargo, desde hace cinco años se han realizado año con año. En San Martín de las Flores se le conocía con el nombre de los chimacas.3
En la actualidad la danza de los tastoanes sigue apreciándose en poblaciones con raíces indígenas como Tonalá, Zalatitán, Santa Cruz de las Huertas, Nextipac, Jocotán, San Fransico Ixcatán, San Juan de Ocotán, Tesistán, Santa Ana Tepetitlán, El Rosario y San Gaspar, así como en la zona de Oblatos cerca del Cementerio Guadalajara, donde se reúnen personas de Apozol, Zacatecas.4 Todas estas localidades encuentran en los alrededores de Guadalajara o han sido alcanzadas por su mancha urbana.
Asimismo, sigue ejecutándose en algunas poblaciones del sur del estado de Zacatecas como Moyahua; en La Mezquitera Norte y La Mezquitera Sur, que son barrios de Juchipila; en Apozol, Santa Juana y la comunidad de los Santiagos, en Jalpa. También se representa en una colonia de Tijuana habitada por tonaltecas, quienes festejan a Santiago apóstol el 25 de julio de cada año (Maestro, 1993).
Tonalá, Tonallan, Tonalla y Tonallo son nombres que significan lo relativo al sol. Según el investigador José María Arreola, Tonalá significa «lugar que está dedicado al culto del sol» (Arreola, 1936: 31), y se le llamó así a una región del occidente de México desde la época prehispánica. Actualmente Tonalá es un municipio del estado de Jalisco.
En el siglo XVI Tonalá, como muchos otros lugares de México, adoptó el nombre que los conquistadores españoles le pusieron, quedando así unido al nombre prehispánico con el que se conoce y ha tenido desde tiempos inmemoriales. Santiago de Tonallán es el nombre que llevó la villa en honor a su santo patrono, a quien se le encomendó la protección del pueblo. A él festejan los tonaltecas con la danza guerrera de los tastoanes, en la que cada 25 de julio se enfrentan uno a uno los belicosos rebeldes con Santiago, que viene a redimirlos de los dioses paganos.
En tiempos de la conquista española Tonalá era gobernada por la cacica Cihualpilli Zapotzintli, quien al abrazar el cristianismo y ser bautizada recibió el nombre de Juana Bautista Danza. A este lugar se le ha atribuido un territorio bastante amplio, que según José Luis Razo Zaragoza abarcaba el que actualmente ocupan Guadalajara, Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomulco, Juanacatlán y El Salto, gran parte de los actuales municipios de Tala, Zapopan, Ixtlahuacán del