Tastoanes de Tonalá. María Honoria de Jesús Hurtado Solís

Tastoanes de Tonalá - María Honoria de Jesús Hurtado Solís


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La representación de la danza

      Se presume que el vocablo tastoán proviene de la palabra tlatoani o tlatoanis, como nombraban los indígenas a sus caciques por ser los señores que tienen la palabra, los que gobernaban.

      Con el paso del tiempo, la danza de los tastoanes o tastuanes ha sido llamada de diferentes formas por las personas de los pueblos donde se hace esta celebración. Pero cualquiera que sea la forma como se le denomine —danza, farsa, representación, diversión, fiesta o jugada— es una oportunidad de convivencia y diversión en los pueblos donde existe esta tradición y para los visitantes.

      Los personajes más numerosos de la danza de los tastoanes son precisamente los que llevan este nombre. Protegidos por su máscara, se transforman en valientes guerreros para enfrentarse al apóstol Santiago. Se les identifica rápidamente porque llevan una máscara humana con facciones exageradas; sus rostros son atravesados por animales como culebras y lagartijas; usan además una peluca de cerdas largas de cola de caballo y traen como arma un garrote de madera.

      Santiago apóstol es el personaje que pretende dominar a los tastoanes y sostiene una batalla con cada uno de ellos. Viste de blanco, con una banda roja que le cruza el pecho; usa botas, fajo piteado y sombrero texano; porta una espada y una vara con la que los golpea con mucha fuerza.

      El Verdugo aparece como uno más de los tastoanes, pero se distingue de ellos porque siempre está al frente de todos, paseando de un lado a otro y dirigiendo a los tastoanes, marcando el orden de los que siguen de actuar.

      El Perro o la Perra es muy fácil de identificar porque su máscara es diferente de las demás; simula a un perro y siempre trata de estar junto a Santiago; cada uno de los reyes porta una máscara y representan a los tres reyes magos. Sus atuendos son de colores brillantes, muy vistosos y usan coronas de latón.

      La danza de los tastoanes es una fiesta en la que todo mundo participa. Además de los actores de la danza, hay quienes se organizan para los festejos religiosos durante el novenario: unos preparan las misas; otros, los rosarios o las peregrinaciones, y otros más, los juegos pirotécnicos. También hay quienes brindan apoyo económico. La mayoría de las personas del pueblo asisten como espectadores, pero hay actividad para todos: fotógrafos, prensa, televisión, católicos y protestantes, aficionados e investigadores; todos se reúnen a presenciar año con año la ancestral danza de los tastoanes como elemento cultural que identifica a una región.

      La danza de moros y cristianos, de la que se desprendió en parte la danza de los tastoanes, fue el resultado de las cruzadas que tuvieron los ibéricos en el oriente de España en el siglo XII (Warman, 1985: 15-17). Al parecer tuvo su origen en Aragón cuando Ramón Berenguer IV, conde de Cataluña, contrajo nupcias con Petronila, reina de Aragón, en el año de 1150. Durante los festejos se fingió un combate entre moros y cristianos (Warman, 1985: 15).

      En la ciudad de Xixona, España, existe un acta capitular de 1791 donde se solicita permiso para realizar las evoluciones de moros y cristianos, que tenían lugar en la calle. En este lugar la fiesta se lleva a cabo en los tres actos tradicionales: el primer día se presentan las fuerzas de los dos bandos desfilando ante los cristianos, representados por la cruz, seguido por la fuerza atacante, encabezada por un capitán que porta la insignia de la media luna (Garrigós, 2002). El segundo día tiene lugar un combate entre los dos bandos; los cristianos retroceden hasta su castillo ante la arcabucería mora, y entonces se presenta una embajada de los moros para solicitarles la rendición de la fortaleza, lo que finalmente consiguen. Al tercer día un moro es apresado por sus compañeros por haberse convertido a la fe de Jesucristo tras enamorarse de una mujer cristiana. Juzgado como traidor, es condenado a muerte, fusilado y enterrado por el bando moro. Más tarde los cristianos recuperan el castillo con la intervención milagrosa de San Bartolomé y San Sebastián. Enseguida desfila el bando moro, seguido del cristiano; en este desfile presentan a los capitanes y abanderados del siguiente año. Concluye la fiesta con una procesión a los patronos de la ciudad (Garrigós, 2002).

      La tradición continúa en ciertos lugares de España. En estas representaciones el triunfo final de las tropas cruzadas se resuelve gracias a la intervención de las potencias celestiales; en Ontinyent, España, les favorece el Cristo de la Agonía; en Alcoi o Banyeres, San Jorge les ayuda a los cristianos; en Bocairent tienen como santo intercesor a San Blas, y en Fontanars de los Alforins, a la Virgen del Rosario (Gandía, 1999).

      En la danza de moros y cristianos se hace de la guerra un juego y se agradece la liberación de los mahometanos a los santos patronos, que aparecen en las solemnes celebraciones lúdicas y religiosas de esta tradición.

      Algunas fuentes registran que los españoles hacían la representación como parte de las diversiones que acostumbraban. La primera referencia a una representación de moros y cristianos en América fue hecha por Bernal Díaz del Castillo. Dice que en el año de 1524 o principios de 1525, Cortés y su compañía iban de México rumbo a las Hibueras; y al llegar a Coatzacoalcos para encontrarse con la gente que él mismo había enviado les hicieron un gran recibimiento «…con arcos triunfales y con ciertas emboscadas de cristianos e moros, y otros grandes regocijos e invenciones de juegos» (Díaz del Castillo, 1990: 568).

      En 1539, Motolinía presentó la primera descripción de moros y cristianos en México, relatando la celebración de Corpus Christi en Tlaxcala, donde se iba a representar la conquista de Rodas, pero se determinó presentar la conquista de Jerusalén (Sevilla et al., 1983: 219-220). Esto muestra cómo en la farsa podían preparar al gusto del organizador una u otra representación de conquista para la ocasión.

      En la Nueva España, los moros y cristianos se escenificaban en los intermedios de las corridas de toros, y en la celebración del Corpus Christi se vendían máscaras de los personajes que intervenían (Warman, 1985: 1991).

      En las actas de cabildos de Guadalajara aparece un acuerdo, con fecha 26 de abril de 1608, para los festejos del recibimiento del presidente de la Real Audiencia. Después de visitar el pueblo de Analco se programó una corrida de toros, que incluía esta danza. El acta dice:

      ...en la plaza desta ciudad, las fiestas que quisiere [...] después de venydo en la misma plaza, haya un juego de cañas y se corran toros y las demás fiestas que pareciere hacer las ordene don Diego de Padilla, alcalde ordinario desta ciudad [...] comisionado de las fiestas (López, 1984: 39).

      Existen en la parroquia de Tonalá documentos fechados en 1772 y 1776 en los que se hace constar que se celebraba de buena manera la fiesta del Corpus Christi, celebración en la que «…se quemaban fuegos, se compraban velas de sebo, rosas, luminarias, pífanos (flauta pequeña) y tambor, en 1772, pagaron 9 pesos 3.5 reales» en el día.9 Si era generalizado que en dicha fiesta se celebrara la representación de moros y cristianos, es factible que también se tuviera esa costumbre.

      La música que perdura en la danza de los tastoanes de Tonalá es la de sones llamados El torito, El toro y El medio toro, que podrían ser secuelas de la inclusión de la danza de moros y cristianos en las corridas de toros.

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       Tastoanes (Zalatitán, ca. 1955). Autor desconocido. Colección Refugio Figueroa.

      Entre las fuentes está la crónica que escribió fray Antonio Tello en 1646. Si bien este autor no es del todo confiable por las fechas y los acontecimientos que confunde, sabemos que estuvo en contacto con acervos primarios y gente longeva que sobrevivió a la conquista y sabía de los acontecimientos por sus


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