Escuelas que emocionan. Jose´ Ramiro Viso

Escuelas que emocionan - Jose´ Ramiro Viso


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número mayor de acontecimientos. En el ámbito escolar, es frecuente escuchar a grupos de antiguos alumnos que recuerdan cantidad de anécdotas o aprendizajes de profesores con los que se llevaban especialmente bien o particularmente mal, pero casi ninguno de aquellos que les resultaron indiferentes.

      Por eso es tan importante aprender emocionándose o, dicho de otro modo, conseguir que el aprendizaje no sea un proceso que les resulte indiferente, sino que active sus emociones.

      Mejorar la creatividad

      Está demostrado que tanto la inspiración como la creatividad requieren, en muchas ocasiones, estados de ánimo especiales para que se manifieste todo su potencial. Los artistas saben, en tanto en cuanto son personas creativas, que dejarse guiar por las emociones es un modo práctico de escoger las mejores alternativas que presenta el pensamiento divergente, que es el tipo de pensamiento directamente relacionado con las manifestaciones creativas. Muchos artistas aprovechan aquellas situaciones en las que experimentan determinadas emociones, como euforia o tristeza profunda, para dar rienda suelta a sus habilidades creativas. Otros, incluso, provocan este tipo de reacciones emocionales explosivas con el objetivo de que su creatividad se manifieste en toda su plenitud.

      Cuando el cerebro ejecutivo —el encargado de valorar beneficios y costes de nuestras acciones o incluso de realizar una valoración moral de nuestra conducta— asume el control de nuestros actos, la creatividad se encuentra limitada por el análisis racional al que la somete la corteza prefrontal y, en consecuencia, muchas expresiones artísticas potencialmente creativas ni siquiera salen a la luz. Por el contrario, si un sujeto opta de manera deliberada por dejarse llevar o incluso directamente provoca “explosiones emocionales” que desborden el control del cerebro ejecutivo, es más probable que fluyan expresiones artísticas que manifiesten verdaderamente lo que el artista siente y quiere expresar, con independencia de si estas gustan o no a los demás, reportan o no beneficios, o son consideradas morales o inmorales.

      Inteligencia emocional

      Origen y definición

      Durante varios siglos, la tradición filosófica racionalista contribuyó al hecho de que la comunidad científica considerase que los procesos cognitivos y emocionales constituían dos componentes aislados de la mente humana.

      Sin embargo, en los años ochenta del siglo XX numerosos resultados empíricos mostraron que las emociones influyen no solo en cómo piensan los individuos, sino también en lo que piensan. Estos datos provocaron que la comunidad científica empezara a considerar que las emociones deben ser tenidas muy en cuenta también en el ámbito cognitivo (Lazarus, 1999) y se sentaron las bases para intentar superar el error de relegar la emoción a un segundo plano con respecto a la cognición. A partir de aquí, los hallazgos científicos que avalan estas nuevas premisas se multiplicaron. A modo de ejemplo, podemos citar los descubrimientos asociados al hecho de que los procesos cognitivos y los emocionales también colaboran para que los individuos tomen decisiones precisas y rápidas para adaptarse a un entorno vital en permanente cambio (Damasio, 2001).

      Asimismo, a lo largo de todo el siglo XX, el concepto de inteligencia como algo abstracto y académico evoluciona hacia una concepción mucho más amplia y abierta que incluye nuevos elementos como los factores emocionales. En esta dirección se mueven las dos teorías sobre la inteligencia más influyentes: la teoría triárquica de la inteligencia de Sternberg (1997) y, especialmente, la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner (2011):

      • Por una parte, Robert J. Sternberg ya no habla de una inteligencia única sino de tres aspectos de la misma: componencial, experiencial y contextual. Los aspectos experiencial y contextual implican una inteligencia práctica que se refiere a la forma en que las personas se enfrentan a las tareas novedosas o al ambiente, lo cual lleva aparejados los conceptos de inteligencia exitosa e inteligencia modificable. Además, este autor es uno de los primeros que cae en la cuenta de que los test de inteligencia convencionales no captan la inteligencia contextual y experiencial e intuye que, quizá por eso, este tipo de test no predicen de manera satisfactoria el éxito de las personas en el mundo real.

      • Howard Gardner, por su parte, define la inteligencia como ‘la capacidad para resolver problemas o elaborar productos que puedan ser considerados valiosos en más de una cultura’ y la configura como un conjunto de nueve capacidades independientes pero interrelacionadas que pueden desarrollarse a través de la práctica. Estas capacidades son las siguientes: lógica-matemática, lingüística, espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal, existencial y naturalista. Dos de estas inteligencias —la intrapersonal y la interpersonal— son consideradas las raíces más próximas de lo que hoy conocemos como inteligencia emocional.

      En este contexto de reorganización del concepto de inteligencia y de redescubrimiento de los factores emocionales en el campo cognitivo, aparece el constructo de inteligencia emocional. La primera definición de este concepto data de principios de los años noventa del siglo pasado y se presenta en los siguientes términos: “Un tipo de inteligencia social que incluye la habilidad de supervisar y entender las emociones propias y las de los demás, discriminar entre ellas y usar la información (afectiva) para guiar el pensamiento y las acciones de uno” (Salovey y Mayer, 1990). Aunque en un primer momento pasa desapercibido para el gran público, el término inteligencia emocional adquiere una enorme popularidad a partir del éxito mundial del libro de Daniel Goleman que lleva el mismo nombre, Inteligencia emocional5. A partir de ese momento, el concepto de inteligencia emocional se presenta como un constructo novedoso que intenta unir dos interesantes ámbitos de investigación que hasta ese momento se creían no solo independientes, sino más bien contrapuestos: los procesos cognitivos y los procesos afectivos. Además, el constructo de inteligencia emocional no solo goza del reconocimiento de la comunidad científica, sino que también tiene una enorme aceptación social, lo cual puede explicarse, por un lado, por el hastío provocado por la sobrevaloración del cociente intelectual en la selección de personal laboral y, aún en mayor medida, por el rechazo creciente de la sociedad hacia las personas con alto nivel intelectual pero escasas habilidades sociales y emocionales.

      Situación actual: inteligencia emocional como rasgo frente a inteligencia emocional como capacidad

      Si bien el hecho de que la comunidad científica se tomara en serio el concepto de inteligencia emocional y lo intentase dotar de un carácter científico fue algo extraordinario, la enorme variedad de instrumentos de medida elaborados generó una gran confusión entre los investigadores y, aún más, entre el gran público. Los motivos son los siguientes: en primer lugar, lo cual ya es inquietante, no existía unanimidad sobre cuál era el mejor instrumento para evaluar la inteligencia emocional; en segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, se empieza a sospechar que quizá los diferentes instrumentos de evaluación no estuviesen midiendo el mismo constructo.

      A partir de ese momento, los estudiosos del tema organizan sus investigaciones en torno a dos nuevas ideas:

      1. Que la inteligencia emocional podría ser un constructo multidimensional, o sea, que podría haber distintos tipos de inteligencia emocional.

      2. Que el tipo de inteligencia emocional podría estar relacionado con el tipo de instrumento de evaluación utilizado para medirla.

      Así es como se llega al estado actual de la cuestión, en el que la comunidad científica distingue entre dos tipos de inteligencia emocional:

      • Los defensores de la IE-rasgo o inteligencia emocional como rasgo (Petrides, Furnham y Mavroveli, 2007), también denominada autoeficacia emocional, consideran que la inteligencia emocional es una dimensión más de la personalidad, dado que los resultados empíricos señalan que existe una relación significativa entre las puntuaciones que los individuos obtienen en IE-rasgo y las que consiguen en los rasgos de personalidad. Este grupo de científicos definen la inteligencia emocional como una constelación de autopercepciones emocionales, es decir, la inteligencia emocional sería el conjunto de los rasgos emocionales del individuo según son percibidos por él mismo. Además, estos autores afirman que la característica fundamental de la IE-rasgo sería que se evalúa a través de cuestionarios de autoinforme, los cuales pondrían de manifiesto las diferencias existentes entre los individuos a la hora de percibir


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