Escuelas que emocionan. Jose´ Ramiro Viso
‘moverse hacia afuera’, es decir, iniciar un movimiento interior (que se genera en nosotros mismos) y que se proyecta hacia el exterior. En este sentido, presenta un significado parecido al de la palabra motivación, ya que comparten la misma raíz latina. Desde el punto de vista etimológico, por tanto, la emoción sería aquello que nos mueve a actuar, y que, por tanto, tiene la fuerza suficiente para predisponernos a actuar de una determinada manera.
Sin embargo, definir lo que es una emoción es más complejo de lo que a simple vista parece. Desde una perspectiva más científica, la definiríamos como una reacción compleja y de gran valor evolutivo, desarrollada por el organismo ante estímulos tanto internos como externos, que lo predispone a actuar de un modo relativamente organizado.
Esta compleja reacción integra tres dimensiones de manera simultánea: neurofisiológica, comportamental y cognitiva. Por ejemplo, cuando una persona experimenta miedo (emoción) sufre taquicardia y suda (reacción neurofisiológica); puede quedarse paralizada o echar a correr (reacción comportamental); y experimenta la vivencia subjetiva de lo que el miedo representa para ella en ese momento (reacción cognitiva). Estas tres dimensiones presentan las siguientes características:
• Las reacciones neurofisiológicas se producen de modo automático, independientemente de nuestra voluntad y capacidad de control, y pueden ser algunas de las siguientes: aumento y/ o disminución ritmo cardiaco y respiratorio, secreciones hormonales, incremento de la presión sanguínea, sudoración, rubor o palidez en el rostro, sequedad en la boca y reacciones musculares.
• Las reacciones comportamentales son las manifestaciones más externas de las experiencias emocionales, ya que las emociones empujan al individuo hacia algún tipo de comportamiento encaminado a aceptar, rechazar o huir de las situaciones que las provocan. Esta dimensión comportamental se puede manifestar a través de conductas —alejarse, acercarse, detenerse, saltar, correr, pegar—, por medio del lenguaje verbal —expresiones con las que manifestar miedo, alegría, sorpresa, tristeza y el resto de las emociones— mediante el uso del lenguaje no verbal —expresiones faciales, volumen y tono de voz, movimientos involuntarios del cuerpo—.
• Las reacciones cognitivas constituyen la toma de conciencia subjetiva de las reacciones neurofisiológicas y comportamentales que se están experimentando y permiten al sujeto etiquetar lo que siente. Esta “vivencia subjetiva” de las emociones está profundamente relacionada con el desarrollo y el dominio del lenguaje, de tal modo que existen grados en la manera en que las personas son capaces de dar nombre y significado a las emociones que experimentan. De esta manera, personas con dificultades para la introspección o para manejar correctamente el lenguaje pueden tener problemas para poner nombre a sus emociones, tal y como lo revelan afirmaciones del siguiente tipo: “no sé lo que me está pasando”, “estoy confuso” o “me siento abrumado”.
Características de las emociones
Enumeramos y explicamos brevemente en los siguientes apartados algunas características de las emociones que nos pueden ayudar a entender mejor la importancia que tienen en la vida de los individuos y cuán necesaria puede ser una adecuada educación emocional.
Tienen un gran valor evolutivo
Las emociones son reacciones semiautomáticas con un gran valor evolutivo porque le han permitido a la especie humana salir adelante de manera exitosa a través de los tortuosos caminos de la evolución de las especies. Esto significa que las emociones fueron diseñadas para no ser controladas, puesto que el fin principal de las reacciones emocionales era provocar respuestas muy rápidas en situaciones críticas o muy peligrosas. A lo largo de miles de años, esto ha tenido consecuencias muy beneficiosas para los seres humanos, dado que se han tenido que enfrentar, cuerpo a cuerpo, a depredadores mucho más grandes, fuertes y fieros que ellos y, además, han tenido que protegerse de todas las catástrofes naturales de dimensiones épicas que han ido apareciendo en sus vidas de manera imprevista —volcanes, incendios, inundaciones, terremotos, etc. En todos esos casos, las emociones han desempeñado un papel fundamental para la supervivencia de los individuos y, en consecuencia, para la supervivencia de la propia especie humana.
En la época actual, ese peso evolutivo es mucho menor porque el ser humano ha desarrollado otro tipo de habilidades personales y, sobre todo, herramientas muy técnicas, como armas y otros utensilios muy sofisticados, que le permiten anticipar grandes catástrofes naturales y enfrentarse a los peligros que emanan de otros seres vivos. Por tanto, ya no es tan necesario el uso continuado de estas instintivas reacciones emocionales para la supervivencia de la especie. Sin embargo, y a pesar de que el número y la gravedad de los peligros hayan disminuido para el ser humano, el cerebro humano aún sigue reaccionando de manera visceral e impulsiva siempre que un estímulo externo o interno es interpretado como una potencial amenaza a partir de la información emocional almacenada en las amígdalas cerebrales.
Pueden ser provocadas por diferentes tipos de estímulos
Es prácticamente imposible vivir sin experimentar reacciones emocionales. O, expresado en positivo, “nos pasamos la vida emocionándonos”. Las personas estamos continuamente dando respuestas de agrado o de desagrado, de gusto o de disgusto, de acercamiento o de huida, de repetición o de evitación ante los estímulos que se nos presentan.
Estos estímulos pueden tener dos orígenes:
• Internos: estímulos de los propioceptores sensoriales, recuerdos, pensamientos, etc.
• Externos: todo tipo de información recogida por los órganos de los sentidos.
Esto quiere decir que el mundo emocional se está activando continuamente a partir de la información que le llega, tanto desde el exterior como desde el interior. Por consiguiente, expresiones del tipo “a mí me da igual”, “lo que tú quieras”, “me es indiferente” o “a mí esto no me afecta” no se corresponden con lo que realmente sucede en la parte emocional de nuestro cerebro. En la mayoría de las ocasiones, no es verdad que un acontecimiento no nos afecte, no es verdad que una situación nos deje absolutamente indiferentes, o no es verdad que un determinado estímulo no nos atraiga. En un porcentaje elevado de situaciones, lo que realmente sucede es que los seres humanos utilizamos el lenguaje para fingir lo que realmente estamos sintiendo con fines diversos: a veces, disimular ante los demás porque nos avergonzaríamos de lo que verdaderamente estamos sintiendo; otras veces, evitar conceder demasiadas explicaciones sobre nuestras propias emociones. Los seres humanos estamos programados para reaccionar de manera muy espontánea ante lo que nos rodea o ante lo que experimentamos en nuestro interior, es fácil llegar a la conclusión de que a ninguna persona le da lo mismo una cosa que otra aunque, en determinadas ocasiones, se verbalice exactamente lo contrario.
Tienen un componente innato y un componente de aprendizaje
Las respuestas emocionales también van a ser de dos tipos, ya que las personas responden emocionalmente ante los estímulos que les llegan con dos patrones diferentes:
1. Esquemas de origen biológico inscritos en su cerebro emocional o carácter innato de las emociones.
2. Patrones de comportamiento adquiridos durante su vida o carácter educativo de las emociones.
Diversas investigaciones sugieren el carácter innato de las emociones primarias o básicas y sorpresa —alegría, tristeza, ira, miedo, asco— a partir de los siguientes datos:
• En primer lugar, los seres humanos comparten con otras especies de seres vivos determinadas expresiones corporales para manifestar las emociones como, por ejemplo, el erizado del pelo para mostrar la ira, el descontrol involuntario de esfínteres ante situaciones que generan un miedo extremo o la relación entre determinados olores corporales y el deseo sexual.
• En segundo lugar, personas muy diferentes dentro de la especie humana utilizan las mismas reacciones neurofisiológicas y comportamentales para expresar las emociones.
• En tercer lugar, los niños con discapacidad visual emplean las mismas expresiones faciales para manifestar las emociones básicas y sorpresa —alegría, tristeza, ira, miedo, asco— que los niños con visión, lo que indica que no las pudieron aprender de otras personas.