Escuelas que emocionan. Jose´ Ramiro Viso
experimentan frecuentemente emociones negativas tenderán a adquirir rasgos depresivos y, en cambio, las personas más habituadas a experimentar emociones positivas tenderán a ser más alegres y serenas.
Se distinguen de los sentimientos
Aunque pasen por sinónimos en el lenguaje ordinario, emoción y sentimiento son reacciones diferentes, tanto en sus formas de expresión como en sus efectos secundarios. Podríamos decir que las emociones son reacciones inmediatas, concretas, breves e intensas ante determinados estímulos, mientras que los sentimientos son reacciones más difusas, suaves, estables y duraderas. A pesar de eso, emociones y sentimientos guardan una estrecha relación. El sentimiento se genera a partir de una emoción intensa de este modo: cuando la emoción es analizada por la razón, se independiza del estímulo generador y se transforma en sentimiento, lo cual le permite prolongarse en el tiempo y, a su vez, ir perdiendo la fuerza inicial. Utilizando las tres dimensiones que describen las emociones, podríamos decir que en los sentimientos adquieren mayor peso las reacciones cognitivas en detrimento de las reacciones neurofisiológicas y comportamentales. Por ejemplo, una explosión de ira (emoción) con conductas agresivas (insultos, golpes) y reacciones neurofisiológicas intensas —rubor, elevada presión sanguínea, aceleración del ritmo cardiaco— se puede ir transformando con el tiempo en un sentimiento de disgusto hacia esa persona que sedimenta en una sensación subjetiva de odio, en ligeras manifestaciones neurofisiológicas —leve rubor, cosquilleo en las vísceras, ligera aceleración del ritmo cardiaco— e incluso en nulas manifestaciones de agresividad —apenas algún comentario irónico— cada vez que el individuo en cuestión se encuentra con esa persona.
Funciones de las emociones
Como hemos explicado en páginas anteriores, las emociones han tenido un impacto enorme en la evolución de la especie humana y siguen manteniendo una estrecha relación con el bienestar psicológico de los individuos. Esto es así porque las emociones cumplen funciones importantes en la vida de los seres humanos.
Facilitar la adaptación al entorno
Las emociones preparan a los individuos para que den las mejores respuestas, o sea, las respuestas más adaptativas en las diferentes situaciones que les toca experimentar a lo largo de sus vidas —amenazantes, desconcertantes, tranquilas, peligrosas. En este sentido, las emociones funcionan como “sensores” que detectan las posibles faltas de encaje entre el organismo y el entorno, las cuales son perjudiciales para el proceso de adaptación. Con el fin de contrarrestar esta falta de armonía y, por consiguiente, para mejorar el estado de bienestar de los individuos, las emociones van a provocar todo un abanico de reacciones neurofisiológicas y conductuales con el objetivo de readaptar el organismo a la nueva situación y recuperar el estado de equilibrio y bienestar deteriorado o perdido.
En este sentido, cada emoción está relacionada de manera muy estrecha con una acción específica de adaptación al medio:
• El miedo promueve acciones encaminadas a la protección del individuo, ya sea a través de la huida o por medio del escondite.
• La sorpresa prepara al individuo para enfrentarse a una situación nueva e inesperada.
• El asco provoca que el individuo muestre un rechazo claro e incluso evite el contacto con aquello que podría resultarle dañino.
• La ira tiene como objetivo defenderse o atacar ante la posibilidad de poder ser atacados o incluso directamente destruidos.
• La alegría empuja al individuo a repetir aquellas acciones o a mantener aquellas situaciones agradables durante el mayor tiempo posible.
• La tristeza orienta al sujeto a reflexionar sobre la importancia de una pérdida y, si llega el caso, lo empuja a la búsqueda de ayuda.
Proporcionar información útil
Las emociones proporcionan información muy interesante , tanto al propio individuo que las siente como al resto de personas:
• Por una parte, las emociones proporcionan al individuo información sobre cómo se encuentra, qué les ocurre a las personas que tiene a su alrededor o cómo es la situación a la que se enfrenta —amenazante, peligrosa, desconcertante, tranquila.
• Por otra parte, también los otros sujetos obtienen información muy útil sobre cómo se siente el individuo que manifiesta sus emociones.
En ambos casos, esto es posible porque las emociones utilizan como canal preferente de información el lenguaje no verbal, que está menos sujeto al control consciente. Observando las expresiones del rostro y todo el conjunto de expresiones corporales, las demás personas pueden captar lo que un individuo siente verdaderamente, aunque este intente esconderlo por medio de palabras envolventes o justificarlo a través de intrincados razonamientos.
Ayudarnos a reaccionar de una manera rápida e intuitiva
El cerebro emplea dos circuitos cerebrales a la hora de reaccionar ante los estímulos que provienen del exterior: uno más certero y preciso, pero más lento, llamado circuito tálamo-neocórtex; y otro más impreciso, pero mucho más rápido, conocido como circuito tálamo-amígdala. Esto no significa que las reacciones emocionales se contrapongan a los razonamientos, sino sencillamente que ofrecen a los individuos la posibilidad de utilizar una doble vía a la hora de tomar decisiones. De hecho, las emociones generan juicios rápidos sobre lo que conviene hacer antes de que el sujeto tenga una conciencia clara de lo que realmente está sucediendo y, por supuesto, antes de que realice un análisis detallado de las posibles alternativas de actuación. En un tiempo muy breve, ofrecen al sujeto un juicio inmediato e intuitivo (corazonada) sobre lo que es conveniente hacer. En determinados casos, especialmente con personas muy analíticas, acostumbradas a realizar interminables y pormenorizados análisis de las ventajas y desventajas a la hora de tomar cualquier tipo de decisión, estos juicios rápidos e intuitivos son una manera saludable de salir del bucle de pensamiento en el que pueden verse atrapados. Muchas decisiones cruciales de nuestra vida como casarse, tener un hijo, elegir una carrera, o aceptar o rechazar un trabajo se han basado en un análisis exhaustivo del cerebro ejecutivo, pero la decisión final ha sido fruto de una corazonada (un juicio intuitivo).
Posibilitar la comunicación con los demás
La sede cerebral de las emociones es el sistema límbico o cerebro de los mamíferos. Está situado entre la base del cerebro o cerebro reptiliano, sede de los instintos, y la corteza cerebral o cerebro de los primates.
Este hecho permite entender la importante función social que las emociones desempeñan entre los mamíferos. Los mamíferos de la misma especie se comunican entre sí utilizando el lenguaje corporal, que es el lenguaje empleado de manera preferente en la expresión de las emociones. En muchas situaciones, el lenguaje no verbal constituye una forma más rápida y efectiva de comunicación que el propio lenguaje verbal. Los seres humanos, en tanto que mamíferos, también usan esta vía de relación con los individuos de su especie y, de hecho, la expresión a través del cuerpo y de la cara constituye una forma de comunicación más universal que el lenguaje verbal.
Esta necesidad de comunicar con el grupo de manera rápida tiene también un origen evolutivo y de supervivencia. Era imprescindible comunicarse con el grupo para ser más fuertes y estar juntos para defenderse de los posibles depredadores; y era vital comunicarse con el grupo para mejorar, juntos, como cazadores. De ahí que, evolutivamente, las aptitudes sociales se desarrollasen antes que las aptitudes racionales.
Favorecer el aprendizaje
Las emociones constituyen una base consistente de aprendizaje: por un lado, ayudan a aprender; por otro lado, ayudan a recordar lo aprendido. Esto se debe a que las emociones actúan como una especie de “pegamento” para conservar el conocimiento recién adquirido. Los conocimientos “fríos”, que no están ligados a ninguna experiencia emocional, son difíciles de recordar. Las vivencias que han estado rodeadas de emociones “fuertes” se graban y se recuperan mejor.
Si alguien nos dijera una fecha al azar y nos invitara a recordar todo lo acontecido durante ese día, descubriríamos con asombro que apenas recordaríamos casi nada de lo que sucedió. Si esa fecha, por