Escuelas que emocionan. Jose´ Ramiro Viso

Escuelas que emocionan - Jose´ Ramiro Viso


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que no paran de enredar por nuestra mente, más o menos como nuestros alumnos. Por consiguiente, no podemos dar la espalda a las emociones y actuar como si no existieran, justamente porque son el fruto de la activación de estructuras muy específicas de nuestro cerebro y, como consecuencia, influyen poderosamente en nuestras vidas.

      Jugando un poco con las palabras y tomándome la licencia de utilizar todo tipo de redundancias, se podría afirmar que esta obra tiene como objetivo principal que las escuelas no les tengan miedo a las emociones, que los maestros que trabajan en ellas no les tengan miedo a las emociones y que, por consiguiente, tanto docentes como alumnado se permitan el gran lujo de sentir lo que sienten sin sentirse mal. Las competencias emocionantes nos deben liberar del miedo a sentir para ayudarnos a sentir en toda la extensión del concepto, nos tienen que ayudar a reconocer lo que sentimos, cómo lo sentimos, por qué lo sentimos y qué influencia ejerce lo que sentimos en lo que hacemos y decimos.

      Por consiguiente, las competencias emocionantes son todas aquellas capacidades que facilitan que las emociones tengan el papel que el cerebro ejecutivo les ha asignado para la adaptación exitosa de los individuos. Dicho con otras palabras, son aquellas capacidades que permiten que las emociones entren en acción para beneficio del individuo. Las competencias emocionantes facilitan que las emociones sean sentidas, reguladas y comunicadas y mantengan el papel de colaboradoras necesarias del cerebro ejecutivo. Son aquellas competencias que nos ayudan a poner las emociones en valor, considerando todas las importantes funciones que cumplen en la adaptación del individuo al medio; pero también a que las emociones no adquieran todo el valor, puesto que deben funcionar en coordinación con el resto de las estructuras cerebrales, especialmente con el cerebro ejecutivo. No olvidemos que inteligencia emocional significa precisamente eso, que las reacciones emocionales se integran de manera armónica —y no desorganizada— con las funciones ejecutivas del cerebro.

      Por último, recordemos también que los seres humanos somos eminentemente seres sociales, zoon politikon que diría Aristóteles, lo cual implica que las personas tenemos la imperante necesidad de relacionarnos y comunicarnos con otros seres humanos. Tampoco las competencias emocionantes están exentas de esta imperante necesidad. El éxito en la adaptación al medio que nos ayudan a conseguir las emociones y las competencias emocionantes viene condicionado por el éxito en las relaciones con los demás. Los seres humanos necesitan comunicar a otros seres humanos cómo se sienten, pero también necesitan interpretar cómo se sienten los otros seres humanos. Tienen necesidad de comunicar que están alegres, que se encuentran tristes, que están enfadados, que sienten miedo y, además, de manera directa, a otros seres humanos. Asimismo les va la propia felicidad, y a veces hasta la vida, en saber interpretar adecuadamente si los demás están tristes, alegres, enfadados, sienten asco o sienten miedo. Aquí es donde aparecen las competencias socioemocionantes.

      Por tanto, las competencias emocionantes integran dos conjuntos de competencias. Por una parte, las competencias autoemocionantes, que agrupan todas aquellas capacidades que posibilitan que los individuos sean conscientes de sus emociones, regulen lo que sienten y lo comuniquen. Y, al mismo tiempo, y teniendo en cuenta que los seres humanos son seres sociales que conviven con sus semejantes, se encuentran las competencias socioemocionantes, que aglutinan aquel conjunto de capacidades que permiten que los individuos se relacionen de manera satisfactoria con otros individuos, reconociendo lo que otros sienten, interpretando las emociones que los otros comunican y ayudándolos a regularlas. El conjunto de competencias emocionantes nos tiene que ayudar, por una parte, a conseguir y mantener la paz interior (serenidad y bienestar personal) y, por otra parte, la paz exterior (relaciones pacíficas y armónicas con los demás).

      Presentadas las emociones, la inteligencia emocional y las competencias emocionantes, tenemos el mapa completo del alma que impregna y alienta las páginas de este libro. Pretendo también que sea el espíritu que anime la vida de los centros educativos para que, poco a poco, se vayan transformando en lugares confortables donde convivan docentes ejemplares con alumnos emocionalmente saludables.

      Una investigación emocionante

      Este libro no es un manual de inteligencia emocional. Tampoco es una tesis doctoral ni un trabajo de fin de grado. He huido como he podido de citaciones y tecnicismos. Es una obra que solo pretende aportar un granito de arena a la consecución de escuelas que emocionen. Sin embargo, sí está inspirado en alguna de las conclusiones obtenidas en mi tesis doctoral, que lleva por título Percepción de la inteligencia emocional en el aula y su influencia en la salud mental, la violencia escolar y el rendimiento académico (Viso Alonso, 2016) y, por tanto, se apoya en las conclusiones de un trabajo reconocido por la comunidad científica. No lo puedo ni lo quiero olvidar.

      Llevaba ya años como profesor de Secundaria, conferenciante y formador de profesores, impartiendo cursos divulgativos sobre la importancia de la inteligencia emocional en el ámbito educativo, tanto para docentes y alumnado como para familias, colaborando con todo tipo de instituciones y asociaciones, cuando me planteé la posibilidad de realizar un estudio científico sobre la influencia de la inteligencia emocional en el ámbito educativo.

      La investigación resultaba novedosa porque pretendía proporcionar una visión integral de las relaciones emocionales entre profesores y alumnos utilizando diferentes medidas de la inteligencia emocional, como medidas de autoinforme, medidas de ejecución y medidas de autoinforme con observadores externos. Revisando la bibliografía, caí en la cuenta de que era necesario que las buenas escuelas no se conformasen únicamente con transmitir conocimientos, sino que debían preocuparse de formar las competencias sociales y emocionales de los estudiantes. De hecho, solo la buena colaboración entre la familia y la escuela puede proporcionar el apoyo emocional que los niños y adolescentes necesitan para desarrollarse de manera positiva y sana. Y, en este sentido, los profesores adquirían un gran protagonismo como posibles modelos emocionales para sus alumnos, ya que pocos profesionales tienen la oportunidad de que sus clientes —en este caso, los alumnos— puedan observarlos y escucharlos durante tantas horas, cinco días a la semana, casi doscientos días al año.

      La tesis se configuró en torno a cuatro grandes objetivos:

      1. El objetivo principal era analizar las relaciones entre la inteligencia emocional de los alumnos y los profesores-tutores para descubrir si el modo en que estudiantes y tutores perciben su propia inteligencia emocional se relaciona con el modo en que perciben la inteligencia emocional de los demás, así como si el modo en que perciben su propia inteligencia emocional presenta asociaciones con el modo en que esta es percibida por los demás.

      2. El segundo objetivo consistía en comprender mejor las asociaciones entre la inteligencia emocional y la salud mental, entendida como un índice del ajuste psicológico de los alumnos y los profesores-tutores.

      3. El tercer objetivo pretendía conocer si el modo en que los alumnos y los profesores-tutores perciben la inteligencia emocional está relacionado con el modo en que perciben los comportamientos violentos que se producen en el aula, en qué medida esta percepción puede predecir el tipo de comportamientos violentos, si esta percepción puede ser diferente entre ellos y si estas diferencias afectarían a sus relaciones y a su comportamiento en el aula.

      4. Por último, el cuarto objetivo intentaba averiguar en qué medida la inteligencia emocional de los alumnos y los tutores puede estar relacionada con el rendimiento académico de los alumnos, es decir, esclarecer en qué medida la inteligencia emocional y otras variables como el interés por las asignaturas o la inteligencia cognitiva pueden explicar los resultados escolares de los estudiantes.

      En pocas palabras, mi intención era descubrir las relaciones entre la inteligencia emocional de alumnos y tutores, esclarecer las asociaciones entre la inteligencia emocional y variables de interés en el ámbito académico como la salud mental, la violencia escolar y el rendimiento académico, desde la doble perspectiva de alumnos y tutores, y explicar el papel que la percepción emocional puede desempeñar en este tipo de relaciones.

      Para alcanzar los objetivos propuestos y comprobar las hipótesis planteadas, se realizó un estudio de campo en el que, por medio de la utilización de cuestionarios y escalas, se obtuvieron datos cuantitativos sobre las variables en un momento concreto. Por motivos de rigor estadístico y prácticos, se seleccionó una muestra de alumnos y profesores-tutores


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