Escuelas que emocionan. Jose´ Ramiro Viso
respectivos 116 profesores-tutores pertenecientes a 58 colegios públicos, privados concertados y colegios rurales agrupados procedentes de diferentes provincias de España. La recogida de información se realizó durante los cursos académicos 2010-2011 y 2011-2012. La participación de los colegios en la investigación fue totalmente voluntaria, pero todos los colegios contaban con el visto bueno de la dirección del centro. Se tomaron todas las medidas éticas y legales necesarias para salvaguardar los derechos de todos los sujetos que intervinieron en la investigación.
Los instrumentos de evaluación utilizados fueron un total de siete:
– Cuatro escalas fueron comunes para las muestras de profesores y alumnos: dos cuestionarios para medir la inteligencia emocional —autoinformada y percibida—, una para medir la salud mental y un cuestionario sobre violencia escolar.
– Los profesores realizaron una escala extra sobre inteligencia emocional ejecutada.
– Los alumnos cumplimentaron un test de inteligencia cognitiva y un cuestionario que evaluaba el grado de interés por las diferentes asignaturas.
Se calcularon los estadísticos descriptivos de las variables y también la fiabilidad de los distintos factores que integraban las escalas utilizadas.
Además, se llevaron a cabo tres tipos de análisis estadísticos para aplicar a las variables de interés:
– Correlaciones de Pearson.
– Pruebas T para calcular la diferencia de medias.
– Diversos análisis de regresión múltiple.
Algunas de las conclusiones obtenidas, las cuales han contribuido a la bibliografía científica y han inspirado este libro, son las siguientes.
• La inteligencia emocional no es una capacidad exclusivamente subjetiva. Se halló que, tanto los alumnos como los profesores-tutores, percibían la inteligencia emocional de los otros de manera similar a como percibían la suya. Esto nos lleva a pensar que la inteligencia emocional no es una capacidad exclusivamente subjetiva, sino que, de algún modo, puede ser percibida por las personas con las que se convive habitualmente, en este caso, alumnos y profesores. No obstante, los alumnos percibían que sus profesores-tutores tenían mayor capacidad que ellos para comprender las emociones y también mayor destreza para regular los estados emocionales, lo cual sugiere que, de algún modo, los alumnos percibían a sus profesores-tutores como personas emocionalmente relevantes o, al menos, como personas más experimentadas y capaces desde el punto de vista emocional. Este dato no es menor y ha inspirado el capítulo cuatro de esta obra, titulado “Ejemplaridad emocional”.
• El alumnado y el docente con mejor salud mental regulan mejor sus emociones. Encontré datos muy interesantes sobre las relaciones entre la inteligencia emocional y la salud mental de los individuos. Nuestro estudio reveló que aquellos alumnos y tutores con mejores niveles de salud mental eran percibidos por los demás como personas especialmente capaces de regular los estados emocionales. No obstante, los profesores-tutores presentaban mejores niveles de salud mental que sus alumnos, lo cual pone una vez más en valor la capacidad de la inteligencia emocional para facilitar que los profesores controlen su propio estrés en la escuela.
• Una mayor inteligencia emocional reduce la agresividad. Este estudió proporcionó datos interesantes sobre las relaciones negativas entre un buen nivel de inteligencia emocional y la agresividad, lo cual significa que las personas que manifiestan más comportamientos agresivos son aquellas que poseen un nivel menor de inteligencia emocional. En particular, nuestros datos señalaban que la capacidad de regulación emocional de los profesores-tutores era la cualidad emocional más directamente relacionada con la disminución de las conductas agresivas en el aula. Sin embargo, también se halló que alumnos y tutores parecían tener una visión diferente de las manifestaciones de agresividad que normalmente suceden en un aula. Por una parte, los alumnos percibían que ocurrían más conductas violentas en el aula de las que percibían los profesores-tutores. Por otra parte, los tutores parecían tener una visión muy negativa de la posible influencia que la inteligencia emocional de los alumnos podía tener en la disminución de los comportamientos violentos en el aula; sin embargo, los alumnos tenían una visión más positiva de la posible influencia que una adecuada inteligencia de los tutores podía ejercer en la mejora del clima de aula, especialmente en lo referido a su capacidad de regulación emocional. Este último dato nos sugiere que los alumnos, de algún modo, percibían a sus profesores como aquellos líderes emocionales que podían ayudar a reducir la agresividad y a mejorar la convivencia en las aulas, incluso más que ellos mismos.
• La percepción de la inteligencia emocional de una persona influye en su rendimiento. Este estudio también aportó datos interesantes sobre las relaciones entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico. Una de las aportaciones más novedosas del estudio tenía que ver con la importancia que demostró tener la percepción de la inteligencia emocional entre alumnos y tutores con relación al rendimiento académico de los alumnos. Por una parte, se halló que, si los alumnos percibían que sus profesores-tutores tenían un perfil emocional equilibrado, ellos obtenían mejores resultados académicos. No obstante, lo más novedoso fue descubrir que existía una relación muy significativa entre las buenas calificaciones escolares de los alumnos y el hecho de que los profesores-tutores los percibiesen como alumnos con altos niveles de inteligencia emocional, lo cual indica que la inteligencia emocional de los alumnos es una característica muy valorada por sus profesores y que esto tiene repercusiones directas en su rendimiento escolar.
De hecho, de manera sorprendente, se halló asimismo que la percepción que tenían los tutores de la inteligencia emocional de sus alumnos era la variable que mejor predecía el rendimiento académico de los alumnos, por encima incluso de su propia inteligencia cognitiva general. Y esto es especialmente atractivo porque el rendimiento académico tradicionalmente se ha asociado a la inteligencia general. Estos datos confirman, de algún modo, el efecto de la profecía autocumplida o efecto Pigmalión acerca de las expectativas que los profesores tienen sobre sus alumnos. Me atrevo a decir que nos encontramos ante una nueva versión del efecto Pigmalión a través de la inteligencia emocional. El efecto, en este caso, funcionaría así. Los profesores que perciben que sus alumnos tienen cualidades emocionales generan sobre ellos unas expectativas sobre la posibilidad de obtener mejores resultados académicos. Estas expectativas, a través del mecanismo de la profecía autocumplida, acabarían convirtiéndose en realidad y los alumnos terminarían por responder positivamente a lo que se espera de ellos.
A modo de conclusión, se puede señalar que la tesis amplía el conocimiento sobre la creciente importancia de la inteligencia emocional en los centros educativos, lo cual debería traducirse en propuestas prácticas:
1. En primer lugar, estos hallazgos deberían alentar el diseño de planes de formación académica que contribuyesen a mejorar las habilidades emocionales de los actuales maestros y profesores y de aquellos que están todavía formándose en las facultades de educación.
2. En segundo lugar, a partir de los resultados de este tipo de estudios, los sistemas educativos deberían incluir entre sus propuestas curriculares estándares de aprendizaje encaminados a desarrollar, mantener y perfeccionar las habilidades emocionales de los alumnos.
El modelo de competencias emocionantes (MCE), que constituye la alma mater de este libro, y cuya estructura y características se explican detalladamente en el capítulo dos, se inspira directamente en las conclusiones y sugerencias de esta tesis doctoral.
Metodología y estructura de un libro emocionante
Este es un libro de estrategias y fundamentos de educación emocional para conseguir una escuela que emocione. Y una escuela que emociona no es, ni más ni menos, que un escenario donde el alumno tiene la oportunidad de aprender y ser feliz en todas sus combinaciones posibles: aprender a ser feliz, ser feliz para aprender y aprender siendo feliz. Pues, lo contrario de una escuela que emociona es una escuela aburrida, sosa, insulsa, que va al trantrán y que se limita a preparar “cerebritos” desconectados de la vida.
Por tanto, lo que sí pretende este libro es aportar algo a la transformación, ya en marcha, de muchos colegios en lugares