Escuelas que emocionan. Jose´ Ramiro Viso

Escuelas que emocionan - Jose´ Ramiro Viso


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vida del individuo, es decir, las emociones también presentan un importante componente de aprendizaje. No se nace con un abanico ni muy complejo ni muy variado de emociones. La variedad, la riqueza y la complejidad de los estados y las reacciones emocionales se van adquiriendo a lo largo de la vida. Se puede afirmar que los individuos también aprenden a reaccionar de un modo u otro a lo largo de su vida. Esto quiere decir que el modo de sentir y expresar lo que se siente va variando a la par que las personas maduran. Un bebé puede manifestar gran alegría cuando ve a su madre acercarse con un chupete o un biberón, pero mostrarse totalmente indiferente si se acerca con un billete de 50 euros. Por el contrario, un adolescente puede expresar sorpresa y alegría si sus padres le despiertan un día por la mañana y le regalan 50 euros y, al mismo tiempo, sorpresa y asco si lo despiertan para darle un biberón.

      En general, podemos decir que las reacciones emocionales son más bruscas, repentinas y cambiantes en las edades más tempranas y se van haciendo más moderadas, estables y proporcionadas con la edad. El desarrollo del lenguaje y la proliferación de conexiones sinápticas entre las áreas más emocionales del cerebro y la corteza cerebral y, sobre todo, el aprendizaje por imitación de las reacciones de los otros ante situaciones similares propicia esta evolución de la expresividad emocional.

      Son experimentadas de modo diferente por los distintos individuos

      Los individuos difieren en las reacciones emocionales que experimentan y también en la intensidad con que las experimentan. Esto es debido a la combinación de tres conjuntos de factores:

      • Los factores predisponentes, que son los que incitan al individuo a experimentar más a menudo unas emociones que otras. Estos factores pueden ser biológicos, que son aquellos por los que el individuo siente una inclinación natural a sentir con más asiduidad unas emociones que otras, o a sentir las mismas emociones que los demás, pero con diferentes niveles de intensidad; y pueden ser culturales, que son aquellos relacionados con el aprendizaje vicario, ya que los seres humanos también aprenden a emocionarse imitando las reacciones emocionales de las personas con las que conviven.

      • Los factores desencadenantes, que son aquellos acontecimientos que se relacionan directamente con la memoria emocional del individuo. Cada persona guarda en las amígdalas, situadas en el sistema límbico, experiencias emocionales de todo tipo —envidia, rabia, asco, vergüenza, alegría— provocadas por acontecimientos ocurridos en el pasado. En la medida en que los estímulos presentes se asemejan a los estímulos del pasado, activarán emociones similares en contenido e intensidad. Por ejemplo, una palabra utilizada con un determinado tono en medio de una conversación puede activar reacciones emocionales de rabia si esa determinada palabra, utilizada con el mismo tono e intensidad, también activó reacciones de ira en el pasado.

      • Los factores de mantenimiento, que tienen que ver con los beneficios obtenidos cuando se produce la experiencia emocional. Según los beneficios disfrutados o los perjuicios sufridos por el sujeto al experimentar una determinada emoción, tenderá a evitar o a repetir dicha experiencia emocional. Si la experiencia emocional es evaluada como positiva, el individuo buscará la manera de repetirla en contenido y forma; si, por el contrario, es valorada como negativa, el individuo buscará la manera de inhibirla o de modificar su modo de expresión.

      Todas son positivas, pero unas más agradables que otras

      Todas las emociones son positivas porque todas son adaptativas. Esto significa que el cerebro necesita experimentar todas las emociones que es capaz de experimentar porque, gracias a ellas, puede encontrar su sitio en el medioambiente en el que vive, adaptarse a él y, si es necesario, transformarlo. En sentido estricto, por tanto, no existen emociones negativas, malas o que no sean útiles para el cerebro. Al contrario, todas sirven. Y es necesario aprender a experimentar cada una de ellas.

      Según las investigaciones, lo más exacto y oportuno es distinguir entre tres grupos fundamentales de emociones:

      1. Las emociones agradables, comúnmente conocidas como positivas, son aquellas que nos proporcionan placer y, por consiguiente, que nos encanta sentir. Nos gustaría experimentarlas siempre, durante mucho tiempo y con mucha intensidad. Sin embargo, las emociones agradables suelen ser más efímeras que las desagradables y debemos hacer un esfuerzo más grande por generarlas y conservarlas. La emoción estrella de este grupo de emociones es la alegría.

      2. Por el contrario, las emociones desagradables, comúnmente conocidas como negativas, son aquellas que no nos gusta experimentar, porque nos proporcionan disgusto, dolor. Normalmente deseamos que estas emociones pasen pronto o que no sean muy intensas porque su presencia en la mente nos produce sufrimiento. No obstante este componente negativo, las emociones desagradables son muy necesarias para la supervivencia de los seres humanos. Las reinas de este grupo son el miedo, la tristeza, la ira y el asco.

      3. Un tercer grupo son las emociones ambivalentes, las cuales nos apetece experimentar según las situaciones y estímulos que las generan y el tipo de emociones en el que pueden desembocar. La estrella de este grupo es la sorpresa.

      Tanto en el caso de las agradables, las desagradables o las ambivalentes, debemos recordar que las emociones no están sujetas a valoraciones éticas o morales porque representan reacciones casi automáticas ante determinados estímulos internos o externos. Por consiguiente, aunque es admisible utilizar los términos positivas y agradables o negativas y desagradables, no sería correcto hablar de emociones en términos de “buenas” o “malas”.

      Son contagiosas

      Se ha comentado que las emociones primarias o básicas son innatas y que las reacciones emocionales se caracterizan por su espontaneidad. A ello hay que añadir el hecho de que también son contagiosas. Esto significa que, una vez que la respuesta emocional del individuo se desencadena, es bastante probable que esta reacción provoque en los observadores el fenómeno del contagio emocional. Por ejemplo, si un alumno empieza a llorar en clase, es muy posible que esta reacción se pueda contagiar al resto de los alumnos y que la mayoría de ellos comiencen a llorar sin un motivo propio, sino únicamente movidos por haber observado cómo lloraba el compañero. Y esto se produce independientemente del tipo de emociones, es decir, esto se puede producir a partir de situaciones que provocan alegría, tristeza, enfado o cualquier otro tipo de emociones. Por tanto, de modo similar, si un grupo de alumnos relativamente tranquilo observa cómo un compañero manifiesta su alegría de manera exaltada, es muy probable que esta reacción sea reproducida en cadena por el resto de los compañeros hasta que todos ellos se pongan alegres y también manifiesten su alegría de manera exagerada. Lo más llamativo de esta situación es que el primer alumno puede tener un motivo claro para estar muy alegre, por ejemplo, que le hayan comunicado que ha sido seleccionado para el equipo de baloncesto de su comunidad autónoma; y el resto de los compañeros, sin tener un motivo propio o incluso desconociendo el motivo del compañero, han desarrollado reacciones emocionales similares simplemente por imitación.

      Los hechos anteriores pueden ser explicados por un grupo de neuronas de nuestro cerebro. Son las llamadas neuronas espejo, las cuales permiten que los individuos que observan las emociones que experimentan otros individuos lleguen a experimentar vivencias emocionales muy similares solo por el mero hecho de observarlos. Estas situaciones son muy habituales entre los seres humanos y constituyen la base de la industria del cine y del deporte. Gracias a este tipo de neuronas, los espectadores son capaces de vivir emociones muy parecidas a las que experimentan los personajes de una película. Asimismo, estas neuronas permiten al público que observa por televisión o asiste en directo a un espectáculo deportivo alegrarse de manera muy vívida por los triunfos de los deportistas o apenarse profundamente en caso de derrota.

      Conviene diferenciar ente estados emocionales y rasgosemocionales

      Un estado emocional es una reacción emocional transitoria y pasajera ante una determinada situación. Por ejemplo, se puede afirmar que un individuo entró en un estado de rabia cuando le golpearon con una botella en la cabeza. En cambio, un rasgo emocional se refiere a la predisposición de la persona a reaccionar habitualmente de una determinada manera ante diferentes situaciones. Por ejemplo, señalar que un individuo es una persona rabiosa significa que normalmente reacciona de manera violenta ante situaciones variadas. No obstante, estados y rasgos emocionales se encuentran estrechamente


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