Feminismo Patriarcal. Margarita Basi
que somos conscientes de ello sufrimos un desengaño, además de una interminable lucha no solo por deshacernos de nuestra pseudoidentidad, sino por tratar de construirnos, sin referentes válidos, otra nueva.
Creo, aunque parezca lo contrario, que los heterosexuales somos los que vivimos otro tipo de lucha interna existencial, que no tiene que ver con el prejuicio sexual, sino con las dificultades que ser hombre o mujer hetero conlleva hoy día.
Se trata de dar visibilidad a los hombres y, sobre todo, a las mujeres (por haber sido las más oprimidas por el heteropatriarcado) que siguen identificándose con roles y estereotipos del siglo pasado en un mundo que los arrastra hacia dos caminos opuestos: por un lado, los recompensa por su fidelidad y compromiso con el mantenimiento del sistema heteromorfo, falogocéntrico y capitalista que los protege y manipula. Y, por otro, les crea unas dependencias y apegos contrarios a los derechos éticos y dignos con los que cualquier ser humano debería contar tan solo por el hecho de haber nacido.
Este es, concretamente, mi campo de investigación y acción a la hora de hablar sobre las dificultades y los privilegios que ambos sexos (en personas heterosexuales) padecen y que son un lastre para la construcción de una sana identidad.
Las parejas homosexuales o lesbianas, por poner un ejemplo, tienen muchos menos conflictos de pareja derivados de este tipo de clichés y prejuicios que, sin embargo, sí poseen las parejas heterosexuales.
Nadie como una pareja de tu mismo sexo o género puede comprender las necesidades e intereses de su amado o amada. Han recibido la misma cultura sexual y poseen idéntica genética hormonal. Eso facilita mucho una relación sea del tipo que sea.
¿Podemos decir lo mismo las personas hetero tradicionalmente masculinas y femeninas?
La segunda parte del estudio la dedico en exclusiva a la mujer (sea cual sea su tendencia sexual, género, etc.), aunque es cierto que algunos arquetipos de identidad femeninos pueden ser exclusivos para mujeres heterosexuales como el de Hera, la esposa perfecta; el de la Sirena o «devorahombres»; o el de Medusa, la histérica agresiva, en cuanto a que la energía negativa que desprenden y, por tanto, el comportamiento que les haría superarlo dependería de una relación con una sana energía masculina (quizá también funcionaría en caso de una mujer con un potente animus masculino y que superara a su parte femenina).
Finalment, aunque a lo largo del texto voy dando pistas de ello, una vez detectadas y reveladas las malas praxis con las que hombres y mujeres heteros nos aferramos a una identidad que no nos identifica al tiempo que nos aleja de nosotros mismos y de los demás, en una carrera sin sentido hacia ninguna parte, resumo a modo de conclusiones cómo sería un ideal de posible heteromasculinidad y de heterofeminidad.
Sé que muchos intelectuales y expertos en esta materia no estarán de acuerdo con mi planteamiento, que criticarán de sesgado y poco representativo, tratándose de un concepto tan amplio y universal, pero a la vez tan íntimo y diferencial, como es la identidad humana.
Según mi entender y sentir, es así como lo deseo exponer. Primero porque me resultaría imposible cribar y relacionar tantas identidades y analizar el impacto que sobre ellas ejecuta la sociedad y su sistema de valores. Y segundo, y más importante, porque no puedo escribir sobre lo que no conozco ni he sentido en mi propia carne. Por último, porque creo firmemente que la respuesta a los conflictos de identidad que sufrimos todos no está tanto en los signos, conductas o huellas superficiales de los individuos, sino en los mismos sentimientos y emociones que nos unen y que nos llevan, para bien o para mal, a ser personas por igual.
1. Vocablo nada agradable, pero que Judith Butler utiliza para mostrarnos cómo la heterosexualidad es normativa. Y yo no es que tenga dudas sobre ello, pero, humildemente, vamos a dejar de poner a todos en el mismo saco, pues somos muchos heteros los que no nos sentimos ni queremos sentirnos «normales».
CAPÍTULO 1
LA HETEROSEXUALIDAD NO TIENE IDENTIDAD PROPIA. Pros y contras de El pensamiento heterosexual, de Monique Witting, y del feminismo en particular
Para la autora, la heteromasculinidad es la que ha oprimido a quien considera diferentes (mujeres y todos los demás colectivos no hetero) llenándolos de «categorías», segregándolos en «clases» y calificando de «natural» e «ideal» al ser femenino, otorgándole por ello una razón de ser completamente politizada para el disfrute y dominio del hombre.
En esta formación de «clases», lo masculino no es clasificable porque representa el único ser sin más condición. Él es quien oprime y domina a aquellos que no son como él.
Lo femenino es un constructo ilusorio igual que lo es la mujer, pues rebosa ideas preconcebidas con las que el sistema patriarcal heterosexual se apodera de los recursos, capital, lenguaje, género, sexo y, por supuesto, de la mujer.
Todo aquel que no forme parte de esta perversa dominación y represión es despreciado y visto como sujeto para la dominación.
No comparto las siguientes reflexiones de Monique Witting:
1. Señala como oprimidos a las mujeres en general, así como a aquellos a los que califica de diferentes (lesbianas…).
Sin embargo, para mí los oprimidos somos TODOS (no solo otros colectivos no hetero, sino muchos hombres que no solo no comulgan con la normativa heterocentrista, sino que la sufren como víctimas del sistema). Y, por descontado, también incluyo a los dominantes, que viven oprimidos, aunque no lo sepan, por el mismo sistema supremacista que han creado.
2. Insiste en que las principales víctimas de esta dominación son las lesbianas, pero apenas menciona a las mujeres hetero, mucho más proclives a ser violentadas por convivir y estar más influenciadas por la «opresión» del heteropatriarcado al formar parte directa de él.
3. Dice: «Cuando la clase de los hombres haya desaparecido, las mujeres como clase desaparecerán también». Creo que esta es una actitud agresiva, unilateralista y de poca responsabilidad femenina (o lesbiana), porque no solo proclama su deseo de que los heteros desaparezcan, sino que es el heteropoder masculino el que debe dar el primer paso en la erradicación de la opresión masculina hacia las mujeres. ¿Por qué, si somos nosotras las oprimidas? ¿A qué esperamos para movernos?
4. Repite en varias ocasiones su voluntad de «destruir» la heteromasculinidad como categoría dominante. Yo, en cambio, pienso que antes de hacerlo valdría la pena revisar sus creencias y conductas para aceptar o acoger algunas óptimas para todos, y luego deshacernos del resto que ya no nos sirvan. No todo lo hetero es perverso o fruto de la manipulación cultural.
5. Considera que no hay ninguna diferencia entre sexos (salvo las puramente genitales) que condicionen a ambos a la hora de ejercer una u otra conducta, creencia o identidad… Sin embargo, yo creo que no es así. Hay una condición biológica en el ser humano que irremediablemente, nos guste o no, le «obliga» (si no, no seríamos animales racionales y biológicos supeditados a una serie de impulsos y necesidades fisiológicas propias de la especie mamífera a la que pertenecemos) a sentir unos procesos fisiológicos de los que surgen impulsos, emociones, dolores, miedos, inseguridades, agresividades… que son completamente ajenos a nuestra voluntad y que difícilmente pueden ser castrados sin dejar efectos secundarios en otras partes de nuestro ser. Y no me refiero tan solo a la pulsión de agredir cuando nos sentimos amenazados, sino a los cambios físicos, mentales, emocionales e intelectuales que la menstruación, el embarazo, la lactancia y la crianza de hijos pequeños suponen para la mujer, y que no comulgan en absoluto con los valores heterocentristas de la competencia, liderazgo, investigación intelectual y conquista del mundo.
6. Afirma que no es mujer la que no se relaciona desde la servidumbre con un hombre; es decir, que quien se siente libre de esa relación es una lesbiana o cualquier sujeto no hetero. ¿Cómo definir entonces a una mujer hetero que no se relaciona servilmente con un hombre, sino desde la libertad en igual de condiciones? Porque, aunque a Witting le parezca imposible, las hay y son hetero.
7. Explica que, como en realidad no somos el producto social, natural, cultural y político que la