El grabado. Jordi Catafal

El grabado - Jordi Catafal


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del que va a constar la edición, si ésta consta de una o varias tiradas, etc. Esto es algo que concierne al editor, sea éste el propio artista o la persona con la que se ha llegado a un acuerdo para realizar un grabado de encargo. Sobre este punto no hay nada escrito, aunque se suelen considerar como normales los tirajes que estén entre los cincuenta y los cien ejemplares, y exagerados los que excedan los cien.

      Además, son varios los factores que determinan los límites en un tiraje. En primer lugar hay que tener en cuenta el tipo de material del que está constituida la plancha. Por ejemplo, si hablamos de metales, el uso de la plancha de aluminio supone una corta duración a causa de su blanda naturaleza. Es por tanto la dureza un factor clave, pues a medida que aumenta (aluminio, cinc, latón, cobre recocido, cobre duro, hierro, etc.), se garantiza una mayor durabilidad de la plancha.

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      Toulouse-Lautrec. Mlle. Marcelle Lender, en buste, 1895. Litografía en ocho colores.

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      Whistler. El encalador, 1859. Aguafuerte de la serie Thames set.

      Un segundo factor que hay que considerar es la técnica utilizada, que hará aumentar o disminuir la vida de la matriz escogida. Por esta razón no se puede exigir a una delicada técnica como la punta seca, la misma cantidad de ejemplares que podemos obtener de un aguafuerte de mordida profunda.

      Finalmente, hay que tener en cuenta un tercer factor: el buen oficio del estampador. En el proceso de estampación la plancha sufre un inevitable desgaste a consecuencia de la erosión producida en la delicada operación de entintar, quitar el exceso de tinta y pasar bajo la fuerte presión a que es sometida con los rodillos de la prensa. A menudo el principiante es el responsable de producir unos desgastes innecesarios en la plancha, al proceder a retirar con reiterada insistencia el excedente de tinta. Un buen estampador será aquel que, ajustándose con la máxima fidelidad a la prueba B.A.T., sea capaz de realizar su trabajo erosionando la plancha el mínimo imprescindible.

      El acerado

       LA APERTURA DE UNA FICHA

      Una vez terminado el grabado y decidido el número total del tiraje se puede realizar una pequeña parte. Hay que recordar que un mayor número de ejemplares fija una reducción en el precio de una estampa. Se puede estampar unos pocos y abrir una ficha donde se explicite el tipo, medida del papel, lugar que ocupa la imagen en éste, características de la tinta, la numeración de los ejemplares estampados y todo el conjunto de precisiones técnicas que sirvan para seguir estampando, con un buen control sobre el número de ejemplares que en el futuro tengamos que hacer, según aumente la demanda de una estampa en particular.

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      Pie de estampa con numeración y firma.

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      Francisco de Goya. Los Chinchillas, de la serie Los Caprichos, c 1797.

      Aguafuerte y aguatinta.

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      Pablo Picasso. Una de las dos estampas pertenecientes a la carpeta Sueño y mentira de Franco, I, 1937. Aguafuerte y aguatinta. Estos aguafuertes preparan el gran cuadro Guernica, pintado por Picasso tras la noticia de la destrucción, el 28 de abril, de la ciudad vasca de Guernica, por aviones alemanes. Se realizó un tiraje de 1.000 ejemplares, con la finalidad de recoger fondos para el gobierno de la República, y para ese número se debió recurrir al acerado de las planchas.

      En algunas ocasiones, por la naturaleza del grabado o por prever la ejecución de un largo tiraje, se debe realizar el acerado del grabado. Este proceso sólo se puede efectuar en planchas de cobre, y debe realizarse antes de proceder a su tiraje. En algunas ocasiones, cuando se prevé un tiraje excepcional por el número de ejemplares que hay que realizar de una misma plancha, es preciso repetir el acerado en varias ocasiones. La Calcografía Nacional de España, por ejemplo, ha procedido a realizar reediciones de algunas planchas de sus fondos, y para ello ha sido necesario acerarlas; sin duda, entre las más conocidas figuran las series de grabados de Los Caprichos, La Tauromaquia, Los Desastres de la guerra y Los Disparates de Goya.

      A grandes rasgos, acerar consiste en depositar, siguiendo el proceso de la electrólisis, una película de acero en la superficie de la plancha, con la finalidad de prolongar la vida de ésta, de modo que se consigue alargar la duración del tiraje. Se habla de niquelar la plancha, si la capa es de níquel, o de cromarla, si es de cromo. No todas las empresas están especializadas o dispuestas a acerar las planchas grabadas, ya que suelen destinar su buen hacer a las manipulaciones de otros productos de tipo industrial. Si necesitamos de sus servicios, lo ideal es preguntar primero al taller profesional de estampación que tengamos a mano y que merezca nuestra confianza, donde seguro conocerán alguna empresa que haya satisfecho sus necesidades. Una vez sepamos adonde dirigirnos, descubriremos que acerar resulta bastante costoso, además de exigirnos proporcionar una plancha que reúna una serie de requisitos. Ésta debe llegar a sus manos perfectamente limpia y, según su tamaño, habrá que añadir una o dos grapas de cobre convenientemente soldadas con estaño, para que puedan proceder de este modo a un buen desengrasado previo y a realizar un acerado de forma adecuada.

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      Unas manos habilidosas, capaces de acometer la limpieza de la plancha con pocas pasadas de tarlatana, es una de las claves que asegura la durabilidad de la plancha.

      La firma, las inscripciones y las marcas

      La firma

      Hacia finales del siglo xv los grabadores abandonaron su anonimato al incidir unas iniciales en la matriz. Es el caso de I.A. o I.A.M., iniciales del maestro Iam van Zwolle. De ahí, se pasó a la utilización de una mezcla de iniciales con símbolos, como en el caso de M S, con una cruz intercalada entre ambas letras y que corresponde a Martín Schongauer; luego vendrían los monogramas: Alberto Durero firmaba con AD, Lucas van Leyden con la L y en tiempos más cercanos, Toulouse-Lautrec o Maillol. Algunos lo hacían con anagramas, como es el caso del dragón de Lucas Cranach o el caduceo de Jacopo de Barbari. Más adelante se empezó a firmar in extenso, es decir, citando el nombre completo que aparecía en un rincón de la plancha o bien incrustado en una cartela prevista para ello dentro de la composición. A veces se incluían más datos del autor: nacionalidad, fecha y lugar de la ejecución de la estampa. Otras, la firma aparece invertida izquierda/derecha a consecuencia de la inversión producida por la estampación. A pesar de ello, no todos los autores que acostumbraban a firmar sus grabados lo hicieron en cada uno de ellos; esta situación no sólo no es nada extraña, sino que en algunos casos, sea por olvido o intencionadamente, ha llegado hasta nuestros días.

      En la actualidad resulta fundamental la firma autógrafa del artista. Hasta tal punto es así que ante dos estampas de un grabador famoso, pongamos por caso a Morandi, la estampa no contenedora del autógrafo tendrá un valor muy inferior a la que lo lleva. Ésta suele figurar justo debajo de la imagen, en el margen inferior derecho de la estampa. Por tradición se realiza a lápiz. Parece que la nobleza del grafito casa mejor con la del papel que otros materiales. Se evitará, por tanto, firmar con herramientas de dudosa nobleza como un rotulador verde.

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      Firma en extenso de Rembrandt.

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