El grabado. Jordi Catafal

El grabado - Jordi Catafal


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diferenciada de la xilográfica. Hasta el siglo XVII los grabados en cobre estaban muy vinculados a la pintura, ya que se solían utilizar para la reproducción de cuadros. En Italia los había utilizado Mantegna entre otros, y se creó una estética latina, próxima a la pintura, en contraposición a la xilografía, mucho más vinculada al mundo germánico y al de los libros.

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      Rembrandt. José y la mujer de Putifar, 1634. Primer estado de dos. Aguafuerte.

      Rembrandt

      Sin ningún género de dudas el siguiente paso esencial en la historia del grabado se dio en los Países Bajos durante el siglo XVII, y se debe vincular a la genial figura de Rembrandt (1609-1669). Sus orígenes como grabador son todavía hoy poco conocidos pero se sitúan en torno al 1628, fecha en la que realizó dos grabados en los que representaba la figura de su madre. Continuó grabando hasta 1661 cuando, aparentemente, lo dejó con la única excepción de un retrato fechado en 1665. Se suele considerar que grabó 375 obras originales, aunque en la actualidad esta cifra se reduce a 290. El prestigio de su obra es coetáneo al autor y su influencia ha perdurado hasta nuestros días. Su extraordinaria reputación como grabador (no sólo como pintor) contribuyó a una gran difusión de sus estampas y al inicio de su coleccionismo, en los Países Bajos y en toda Europa.

      Como grabador es mucho más personal que como pintor. Aquí ya no hay cuadros por encargo, ni obras complejas que requieran mucho tiempo y estudios. El material del grabado, de escaso valor y una inmediatez cercana al dibujo, permiten que destaque en tres grandes aspectos: 1. la extraordinaria calidad; 2. la gran variedad de técnicas y de recursos gráficos a los que recurre; 3. la extraordinaria variedad de temas que trata. Esta libertad, de la que le privan los grandes encargos (libros o composiciones pictóricas), le permite tratar la mayoría de temas que le interesan o que quiere estudiar y que jamás pudo pintar.

      Desde un punto de vista técnico, Rembrandt está considerado como el gran impulsor de los aguafuertes. La técnica era conocida desde los primeros ensayos de Durero, pero fue durante el siglo XVII holandés cuando se convirtió en el medio de expresión por excelencia de los grabadores, con un lenguaje propio, diferenciado de la pintura. También volvió a utilizar otra técnica antigua, que estaba en desuso: la punta seca, conocida desde el siglo XV. Rembrandt resucitó esta técnica, que utilizó sola o en combinación con la del aguafuerte, para desarrollar su lenguaje artístico.

      Por tanto, en los Países Bajos, en el siglo XVII, se inicia un período completamente distinto en el mundo del grabado, tanto por la estética (la nueva estética es burguesa y protestante), como por la técnica (con la difusión y la mejora del aguafuerte), así como por la función social del grabado (completamente desligado del libro).

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      Rembrandt. Autorretrato apoyado en un alfeizar de piedra, 1639. Segundo estado de dos. Aguafuerte.

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      Rembrandt. Cristo presentado al pueblo, 1655. Tercer y séptimo estados de los ocho existentes. Punta seca.

      El siglo XVIII en Italia. Las vedute

      Venecia

      El siguiente eslabón en la historia del grabado es la Venecia del siglo XVIII. Allí se dan unas condiciones singulares que permitirán una gran evolución en este arte. Se trata de una próspera república comercial que desarrolla una enorme actividad en torno a los productos de lujo y, entre ellos, los grabados. Paralelamente, desarrolla una rica actividad editorial basada en los libros ilustrados que se convertirá en la infraestructura económica e industrial para el desarrollo del grabado en todas sus facetas. La ciudad ya había tenido una rica industria editorial, con ilustraciones xilográficas importantes durante el siglo XVI, pero será en el XVIII cuando su producción alcanzará una personalidad y un refinamiento insuperables.

      Los precedentes apuntan a una fuerte influencia holandesa detectada en dos elementos claves: la difusión muy generalizada de la técnica del aguafuerte y las vistas (vedute) de la ciudad de Venecia y sus alrededores, tanto imaginarias como reales, vinculadas a los paisajes holandeses del siglo XVII. También es indudable el papel de Giuseppe Wagner (1706-1786), quien estableció un taller-escuela en Venecia, junto a su tienda. Allí enseñó y difundió lo que sería característico de la escuela veneciana, esto es, la unión de un aguafuerte profundo retocado al buril.

      Parece indudable que la influencia holandesa se transmitió a Italia gracias al pintor Gaspar van Wittel (1652-1736), conocido en Italia por Vanvitelli. Nacido y formado en Holanda, obtuvo una gran aceptación primero en Roma y con posterioridad en toda Italia, especialmente en Venecia (1695). En efecto, Vanvitelli se había formado en la estética holandesa y se conserva de él la primera veduta veneciana. Aunque se suele considerar a Lucas Carlevarijs (1663-1729) como el creador de las vedute venecianas. En 1703 publicó una serie de 103 aguafuertes titulados Las fábricas y vistas de Venecia, donde desarrolla claramente el modelo y la técnica de las vedute clásicas.

      Este tipo de producciones tendrá durante el siglo XVIII un extraordinario desarrollo en la pintura y el grabado veneciano en particular, y en el italiano, en general. Se considera su máximo exponente a Antonio Canal, llamado il Canaletto (1697-1768), quien grabó una serie de 31 aguafuertes dedicados a vedute imaginarias de la ciudad de Venecia y sus alrededores.

      Los Tiepolo y Piranesi

      La tradición de Canaletto fue seguida por su sobrino Bellotto y alcanzó su máxima calidad técnica con Giambattista Tiepolo (1696-1770) y su hijo Giandomenico (1727-1804). Ambos tienen un papel esencial en la historia del grabado europeo. El primero realizó un total de 35 aguafuertes caracterizados por sus atrevidas composiciones. El segundo grabó un total de 172 planchas, entre las que destacan los veinticinco aguafuertes titulados Ideas pintorescas sobre la huida a Egipto.

      La Italia del siglo XVIII fue el escenario de una gran parte de la cultura europea. Era frecuente en las familias nobles que sus jóvenes realizaran el denominado Gran Tour, que se detenía especialmente en la ciudad de Roma, en donde se confeccionaron “guías” ilustradas. Fue a esta ciudad, atraído por la demanda de cuadros y grabados paisajísticos, a donde acudió primero van Wittel, y donde pronto destacó Giovanni Battista Piranesi (1720-1778). Formado en Venecia como arquitecto, aquí se inició en el grabado y, a partir de 1740, amplió estos conocimientos en el taller que G. Tiepolo poseía en Roma. Allí practicó el grabado en varios talleres y quedó tan fascinado con este medio que relegó la arquitectura a un plano secundario. Utilizó casi en exclusiva el aguafuerte, técnica que perfeccionó de forma prodigiosa. De tradición veneciana y fascinado por la magnificencia de las ruinas de Roma produjo Antiquità Romane y Vedute di Roma y, en consonancia con los Tiepolo, sus célebres Carceri d’Invenzioni, publicadas en 1761.

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      Carlevarijs. Vista de la Iglesia ducal de San Marcos, c 1703. Tercer estado de tres. Aguafuerte.

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      Il Canaletto. Vista fantástica de Padua. Segundo estado de tres. Aguafuerte.

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      Giandomenico Tiepolo. José anuncia a María la partida, 1767. Tercer estado de tres. Aguafuerte.

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