La joyería. Carles Codina

La joyería - Carles Codina


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esta libertad técnica y de materiales debe conjugar un valor artístico suficiente sin dar la impresión de que todo es válido, concepto que no necesariamente tiene por qué coincidir con lo técnicamente correcto.

      La joyería ya no se define como antaño por el tipo de metal con que se trabaja. Hoy en día no existe uniformidad de estilos, sino una conjunción y una gran diversidad de materiales y conceptos. Se pueden realizar joyas y objetos con cualquier material sugerente, capaz de ser transformado para lograr calidad expresiva. Esta realidad supone que se entiendan como técnicas de joyería el trabajo en papel, la unión con colas, el poliéster y los remaches, entre otras muchas. Al mismo tiempo, se rescatan antiguos procedimientos como la granulación o el mokume, que se retoman con fuerza pero bajo un nuevo concepto.

      El progreso tecnológico, aplicado al ámbito de la joyería, da mayor libertad al artista y es un fundamento para poder seguir criterios estéticos. Pero al mismo tiempo, puede utilizarse para imponer criterios formales y establecer normas estéticas. El oficio debe adaptarse a las necesidades expresivas de la persona y no ser ésta la que se sienta limitada por los criterios tradicionales del oficio. Por este motivo, es muy importante la manera como se enseña, así como el papel que desempeñan las escuelas de joyería y sus docentes. En este libro se ha intentado dejar un margen de libertad de decisión y de realización al lector; se han mostrado las diferentes técnicas para que puedan ser tomadas de forma ágil e inmediata, mezclado y cambiando, dejando margen a la expresión y al simbolismo. El libro presenta una gran variedad de técnicas y procesos de trabajo, reflejo de lo que representa la tarea de enseñar un viejo arte como es la joyería y del futuro de esta enseñanza como ámbito de participación honesta.

      La enseñanza de la técnica de joyería, especialmente en una escuela de arte, suele ser la parte más ardua, apareciendo en muchas ocasiones contrapuesta a todo tipo de creatividad. Si bien es cierto que la joyería contemporánea prescinde, en parte, del oficio tradicional debido a la aportación de los nuevos materiales y la introducción de nuevos conceptos, también es cierto que el excesivo virtuosismo y el afán por incidir sobre los materiales, con el ánimo de decorarlos en exceso, ha pesado en potenciar la imagen actual de esta técnica.

      La joyería, tal como la vemos actualmente, existe gracias al esfuerzo de todo un colectivo humano que le da la expresión necesaria y el suficiente contenido a esta forma de manifestación artística, siendo capaz de sentir e identificarse con todo el contexto social que emana de su creación. En este libro han colaborado algunos de los mejores profesionales del sector junto a personas que se inician en el oficio; también han hecho su aportación fabricantes de maquinaria y galeristas de arte, profesores de joyería y alumnos de su propio curso, artistas de otros ámbitos, fabricantes industriales, profesionales de lo que se podría denominar trabajo clásico y junto a éstos las últimas tendencias en joyería contemporánea, trabajos de refinada precisión y otros que, por su sencillez, no requieren ningún tipo de preparación previa.

      En resumen, la joyería es una actividad apasionante, y su enseñanza ha permitido al autor de la presente obra conocer a personas que quieren aprender, comprender y compartir el atractivo que posee este humilde oficio, así como la ventaja que conlleva sobre otros muchos; entender lo que significa sentir la necesidad de expresarse y saber generar un mundo personal y propio en un pequeño espacio, reducido, minúsculo en ocasiones, capaz de caber en la misma palma de una mano. El trabajo manual , y a fin de cuentas el proceso creativo, permiten que en una sociedad racional y exigente donde cada vez tiene menos sentido la relación entre la actividad desarrollada y el resultado de la misma, se pueda construir un pequeño objeto en libertad y luego ser capaz de mostrarlo, ponérselo o regalarlo, en fin, reflejarse uno mismo y alcanzar a entenderse un poco mejor.

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      Carles Codina i Armengol ha desarrollado gran parte de su trayectoria profesional como joyero independiente; además, es profesor del Departamento de Joyería de la Escuela Massana, de Barcelona, desde hace más de doce años. Ha realizado varias exposiciones, tanto individuales como colectivas, en España, Andorra, Holanda y Alemania. Paralelamente, ha sido jurado de diversas exposiciones y concursos de joyería, así como asesor para varias empresas del sector y entidades oficiales.

      Desde tiempos inmemoriales, y con diferentes intenciones, el hombre ha sentido la necesidad de adornar su cuerpo. Hablar de los orígenes de la ornamentación es hablar del propio origen del ser humano. El estudio de la historia de la ornamentación humana constituye un valioso instrumento para reconstruir la propia historia del hombre a través de sus costumbres, tradiciones y creencias; de sus conocimientos tecnológicos y de sus gustos estéticos. Los adornos u ornamentos son signos que comunican, instrumentos que tienen una función en sí mismos y que poseen un fin determinado.

      En el paleolítico la representación pictórica perseguía un efecto más mágico que estético, tenía por objetivo la mera escenificación del acontecimiento, de un hecho que inevitablemente iba a suceder. El artista del paleolítico era cazador y el arte era para él una técnica mágica de caza; no diferenciaba entre realidad y ficción, entre cazar y pintar, la única intención era asegurar la continuidad de su subsistencia diaria.

      El conocimiento humano tiende a clasificar y agrupar los efectos y las causas en conceptos de similitud, a transformar situaciones y provocar efectos por la vía mimética de la representación. No es de extrañar, pues, que los objetos que el artista paleolítico utilizara para adornarse tuvieran un carácter mágico y estuvieran relacionados con sus funciones. De este modo, por ejemplo, las conchas, por su relación simbólica con lo femenino y la fertilidad, eran objetos utilizados para asegurar el embarazo y preservar la continuidad de la especie. Otros objetos, como dientes y plumas, se utilizaban para conferir a su portador fuerza y energía. Sólo desde la certeza de su función, se puede entender que a estos objetos se les diera un valor, incluso de intercambio, que les otorga la categoría de objetos preciados, de objetos preciosos.

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      Cuchillo ceremonial. Siglo XII, Perú.

      En el neolítico, con el dominio de la agricultura y la ganadería, tienen lugar los primeros asentamientos humanos, los excedentes, el intercambio de productos y el comercio; y es a partir de entonces que es posible dedicar cierto tiempo a otras tareas que no sea la propia supervivencia diaria. Con la aparición de los primeros indicios de sociedad e interrelación entre los distintos grupos, se produce una especialización de la producción y cierta jerarquización de la actividad, especialmente la organización del trabajo. Aparecen las clases sociales y también los oficios, entre ellos la primera joyería. La organización social dejaba entrever ciertas necesidades, que anteriormente no eran contempladas, como los aspectos psicológicos y morales, la confrontación del individuo con la colectividad o lo que atañe a la propia intimidad.

      La organización y socialización provocó un cambio de valores con relación al paleolítico; los ritos y los cultos sustituyeron la magia espontánea. El cazador recolector del paleolítico no razonaba su existencia fuera de la cotidianidad; en cambio, el agricultor, ganadero o productor del neolítico siente múltiples posibilidades con relación a su destino y cree que éste depende de fuerzas inteligentes y superiores. Aparece el culto al sol y a la luna, surge la idea de lo desconocido y lo sobrenatural; es tiempo del animismo y de la creencia en un alma inmortal.

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      Cada joya es un fragmento, una pequeña crónica de la gran historia de la humanidad.

      Durante el neolítico se establecen las bases técnicas, socioeconómicas y religiosas de lo que conocemos como época histórica y que abarca desde las primeras civilizaciones hasta nuestra contemporaneidad. Las joyas han sido testigo de excepción de este período de tiempo marcado por la evolución y los cambios permanentes.

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      Broche


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