Génesis, vida y destrucción de la Unión Soviética. Jaime Canales Garrido

Génesis, vida y destrucción de la Unión Soviética - Jaime Canales Garrido


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y esperanzas, la llegada de una nueva época, preñada de buenos augurios, la llegada de la época del socialismo.

      Y es imprescindible destacar ya aquí un hecho de singular significación. Por primera vez en la historia, una revolución victoriosa fue llevada a cabo por la clase más oprimida en la sociedad capitalista y, al mismo tiempo, más revolucionaria: el proletariado.

      Lenin, en su escrito programático Las tareas de la Revolución, de manera magistral definió cuáles eran las consignas y las medidas subsecuentes que los bolcheviques tendrían que tomar para triunfar, a saber:

      •Todo el poder a los Soviets;

      •La paz para los pueblos;

      •La tierra para los que la trabajan;

      •La imposición del control obrero sobre la producción y el consumo, lo que implicaba la nacionalización de los bancos y las compañías de seguro, así como la industria;

      •La lucha frente a la contrarrevolución de los terratenientes y capitalistas;

      La Gran Revolución de Octubre de 1917 en Rusia tuvo -también por primera vez en la historia de la humanidad- un carácter socialista, que se manifestó, sobre todo -y tal como el líder del movimiento obrero lo definiera- en el hecho de que hizo transitar el poder a los obreros y campesinos, arrebatando de las manos de los terratenientes y capitalistas los medios de producción, poniéndolos a disposición del nuevo poder revolucionario, lo que permitió iniciar la construcción de la nueva sociedad, en cuyas entrañas surgió la única y auténtica democracia: la socialista.

      Por primera vez, las ideas enunciadas por Marx, Engels y Lenin se plasmaban en la realidad en una sexta parte del planeta, no obstante el precario grado de desarrollo de las fuerzas productivas en el inmenso país.

      Pero el hecho de que, al frente del movimiento de las amplias masas de la población del otrora Estado semifeudal y semicolonial, se colocara el proletariado y que este se propusiera llevar a cabo la más grandiosa y más noble tarea de poner fin a toda forma de explotación, de destruir las bases que la sustentaban, para lo cual procedió a socializar todos los medios e instrumentos de producción, este decisivo hecho, pues, no podía dejar impasibles a los que siempre levantaron murallas de odio contra esta pujante fuerza transformadora -transformada ella ahora en poder político y estatal-. Por eso, todo ese mundo viejo -el de la explotación, injusticia, guerras, saqueo y deshumanización- decidió agredir al naciente Estado popular.

      Sin embargo, el poder soviético, con enormes costos humanos y materiales, fue capaz de resolver todas las enormes tareas en beneficio de las masas desposeídas y crear un potencial humano que hizo posible que se abordaran grandes desafíos en la historia de la Humanidad, logrando vencer los innumerables problemas que sus enemigos crearon, entre ellos la Guerra Civil, el pillaje y la agresión armada de las potencias imperialistas.

      Por más que el imperialismo colonialista y las clases desplazadas hayan intentado estrangular al joven Estado soviético; por más que las dificultades provocadas suscitaran dudas acerca de la capacidad del proletariado para ser guía de la nueva sociedad y mantener su poder político, pues nunca había dominado ni la organización de la producción ni la administración pública; por más que se afirmara que el proletariado, siendo una minoría de la población, sería incapaz de erigirse en clase rectora de la futura sociedad; por más que la burguesía nacional e internacional se desgañitase gritando que la dictadura del proletariado representaba un paso atrás que destruiría todo lo edificado durante siglos y que sumiría a la población del país en la indigencia; por más que se proclamara a los cuatro vientos que el nuevo sistema sería incapaz de cohesionar a las múltiples nacionalidades de Rusia sobre nuevas bases, pues las viejas relaciones habían sido destruidas, lo que provocaría la desintegración del país en diversas regiones, transformándolas en botín de sus enemigos más fuertes y más poderosos; por más que se vociferase y se proclamase que el Gobierno de los Soviets colapsaría, este, en la práctica, fue capaz de dar respuestas cabales que, de modo rotundo, disiparon todas las dudas y pronósticos agoreros.

      Contra viento y marea, enarbolando las banderas del internacionalismo proletario y la amistad de los pueblos, el 30 de diciembre de 1922, el Congreso de los Soviets de toda Rusia declaró la fundación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) -el multinacional Estado Soviético- liberando a los pueblos de la otrora Rusia de la opresión nacional-colonial y estableciendo relaciones de igualdad entre todas las Repúblicas Soviéticas.

      Así, la Revolución de Octubre sembró la semilla libertaria que contribuyó a que muchos pueblos llegasen a la conclusión de que su lucha podría tener éxito, originando el colapso de los regímenes explotadores de turno. Por Europa se extendió una ola de movimientos revolucionarios que estuvieron a punto de alcanzar la victoria.

      En Alemania, comenzaron las revueltas con las intervenciones de los marineros en Kiel en julio de 1918, que pronto se extendieron por toda Alemania: se acabó con las dinastías principescas. En muchas regiones se organizaron los Soviets de diputados de los obreros y soldados. El Partido Comunista de Alemania, dirigido por Kart Liebknecht y Rosa Luxemburgo, en los inicios de 1919, organizó en Berlín una serie de acciones políticas con la finalidad de establecer su control en las regiones. El gobierno de F. Ebert -como siempre fue práctica en los países capitalistas- desató, con la ayuda del ejército, una represión sin precedentes, ahogando en sangre las manifestaciones revolucionarias del proletariado alemán. Con todo, a pesar de la derrota de los trabajadores berlineses, las manifestaciones no cesaron en otras regiones de Alemania.

      En marzo de 1919, el proletariado declaró la República Soviética Bávara, que apenas duró tres semanas. Los trabajadores bajo la dirección del Partido Comunista, continuaron llevando a cabo grandes manifestaciones populares. En 1923, hubo masivas acciones políticas en Sajonia, Turingia y Hamburgo. Y, una vez más, estas acciones populares encontraron la resistencia encarnizada del gobierno burgués, que recurrió a la represión sangrienta, consiguiendo ahogar el embrión revolucionario.

      También fueron derrotados los movimientos revolucionarios en Hungría del año 1919. En Austria, sin embargo, bajo la presión de las masas trabajadoras, la monarquía cayó y, como resultado, se formó una república democrática.

      En Gran Bretaña, Francia, Noruega,


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