Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921). Alexandra Kollontay

Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921) - Alexandra Kollontay


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apuntes, en otoño de 1921.

      Quería con mis conferencias tanto dar a las estudiantes una idea básica del punto de vista marxista sobre el problema de la mujer —y claro es, en forma fácilmente accesible—, como demostrar también —en los cuatro últimos capítulos— la revolución en las condiciones de vida de la mujer en la República de Trabajadores, en la cual entiendo su reconocimiento como miembro de pleno valor de la sociedad. La nueva situación de la mujer conducía no solamente a una renovada valoración positiva de sus derechos políticos y sociales, sino también a un cambio fundamental de las relaciones entre hombre y mujer.

      Esto se puso en evidencia, en especial en el año 1921, cuando la Revolución —con el tránsito del comunismo de guerra a la Nueva Economía Política (NEP)— se hallaba en el comienzo de una nueva época. El estado del desarrollo del proceso de liberarse de las tradiciones de la sociedad burguesa se dejaba ver más claramente que antes por razón de las consecuencias que producía la NEP en la Unión Soviética. Durante los tres años de la revolución, en los que se derribaron los pilares fundamentales de la sociedad burguesa y se intentaba tenazmente erigir con la mayor rapidez posible las bases para la sociedad comunista, reinaba una atmósfera en la que las viejas tradiciones se extinguían con rapidez increíble. En su lugar brotaban ante nuestros ojos formas totalmente nuevas de sociedad humana. La familia burguesa ya no era indispensable. La mujer, por razón del trabajo general obligatorio para la comunidad, y en ésta, se encontraba con formas de vida totalmente originales. Se hallaba obligada a estar presente en el trabajo no sólo exclusivamente para su propia familia, sino también para la colectividad; surgían nuevas condiciones de vida y también nuevos tipos de matrimonio. Cambiaban las relaciones entre padres e hijos. Ya en 1921, ese año tan decisivo, se manifestaron los primeros brotes de modos de pensar nuevos, nuevas costumbres, nueva moral, y ante todo y con especial agudeza, nuevo papel de la mujer y de su importancia para la colectividad y el Estado soviético. Bajo el tronar de los cañones que defendían a nuestra república de trabajadores revolucionarios en innumerables frentes, se derrumbaban las tradiciones del mundo burgués, herido de muerte.

      Muchas formas de vida, ideas y normas morales han desaparecido hoy totalmente o se encuentran en estado de liquidación general. La NEP no estaba en situación de detener los cambios en la familia y el matrimonio, y tampoco podía debilitar la posición de la mujer en la sociedad. Pero, de momento, las nuevas formas de vida, como las que experimentaban las trabajadoras de las secciones femeninas, no producían ningún efecto en la gran mayoría de las mujeres. Las nuevas relaciones sociales, así como también la situación de la mujer, se encuentran ligadas indisolublemente a la estructura y organización del sistema económico. El desarrollo de una producción socialista origina la disolución de la familia tradicional y con ello hace posible una creciente igualdad de derechos y una posición más libre de la mujer en la sociedad. Como siempre, existe indefectiblemente la posibilidad de un rodeo y de un retraso en la construcción de nuestra sociedad comunista, esto significa lógicamente que el proceso de la amplia emancipación de la mujer puede estancarse temporalmente.

      La situación y la influencia política de la mujer activa no son comparables, hoy, con las condiciones que dominaban en el año 1921. Ciertamente, nuestras obreras y campesinas han defendido con fortuna las conquistas de los primeros años de la Revolución y han ampliado y asegurado, aunque con diferente éxito, los derechos de las mujeres trabajadoras. No hay ninguna duda de que las fuerzas sociales conseguidas con el trabajo obligatorio general de las mujeres habían creado las condiciones objetivas para la transformación de las costumbres familiares y de vivir, las cuales se han debilitado sustancialmente para este tiempo. Los cambios económicos y políticos ya no se consiguen hoy por presión de las masas movilizadas, sino que se llevan a efecto a ritmo notablemente reducido bajo la dirección consciente del partido comunista de Rusia. Pero esto quiere decir que en la práctica sólo se imponen, desgraciadamente, esos cambios por el Partido cuando las conquistas revolucionarias son amenazadas por la burguesía.

      Me he decidido a no corregir ni ampliar esta nueva edición de mis lecciones. Una nueva revisión que las adaptara más a las circunstancias actuales les privaría de su modesto valor, que estriba en reproducir la atmósfera laboral de aquellos años, en describir hechos y acontecimientos de la vida real que caracterizan la rica amplitud de la revolución y la situación de las mujeres activas en la República de trabajadores.

      Y en verdad debo aclarar que mi libro sólo proporciona un cuadro incompleto de la solución del problema de la mujer en una fase muy circunscrita de la revolución.

      No obstante me he decidido a publicar las lecciones en su forma original porque estoy firmemente convencida de que un estudio y comprensión del pasado —es decir en este caso una investigación de la situación de la mujer en el desarrollo económico— contribuye a un entendimiento mejor de nuestra tarea actual y al robustecimiento de la semilla que brota del mundo comunista. Y esto vuelve a ser, naturalmente, una ayuda a la clase trabajadora en la búsqueda del camino más corto para la total y absoluta liberación de la mujer trabajadora.

      Alexandra Kollontay, Oslo, 1925.

      1. Situación de la mujer en el comunismo primitivo

      Comenzamos hoy una serie de conferencias que tratarán de las siguientes cuestiones: la diferente posición de la mujer en relación con el desarrollo de distintas formas económicas sociales; cómo la posición de la mujer en la sociedad determina su situación en la familia; y cómo esta conexión estrecha e indisoluble se da en todos los grados intermedios de desarrollo socio-económico. Como el trabajo de ustedes consiste en conquistar a las mujeres de los trabajadores y campesinos para que construyan la nueva sociedad y se ganen la vida en ella, deben comprender esa relación. En esta tarea se encontrarán frecuentemente con la objeción de que es imposible un cambio de la situación de la mujer y de sus condiciones de vida. Se afirma que están condicionadas por la particularidad del sexo. Si quieren combatir la opresión que sufren las mujeres, si quieren liberarse del yugo de la actual vida familiar, si aspiran a una mayor igualdad entre los sexos, les opondrán los viejos y conocidos argumentos: la falta de derechos de la mujer y su carencia de igualdad frente al hombre han sido santificadas por la historia y por eso no pueden abolirse. La dependencia de la mujer, su posición subordinada ante el hombre han existido desde siempre por lo que en el futuro no cambiarán nada. “Así han vivido nuestras abuelas, así vivirán también nuestras nietas.” Pero la primera objeción contra tales argumentos la proporciona la misma historia; la historia del desarrollo de la sociedad humana; el conocimiento del pasado y de cómo se configuraron realmente en él las situaciones. Si se informasen sobre las condiciones de vida, tal como dominaron hace miles de años, se convencerían de que no siempre y por siempre ha existido esa falta de igualdad de derechos de la mujer frente al marido, ni esa subordinación de esclava. Hubo períodos en que la mujer fue considerada totalmente igual al hombre; e incluso épocas en que el hombre reconocía a la mujer, en cierta medida, la posición dirigente.

      Si ahora examinamos más minuciosamente las distintas posiciones de la mujer —que cambiaron con frecuencia— en las diferentes fases del desarrollo social, verán que la actual falta de derechos, su privación de independencia y sus derechos limitados en la familia y .en la sociedad de ninguna manera se explican por propiedades congénitas específicamente femeninas. Ni tampoco se aclaran con el argumento de que la mujer es menos inteligente que el hombre. No, la situación de privación de derechos, la dependencia de la mujer, la falta de igualdad no se explican por ninguna “propiedad” natural, sino por el carácter del trabajo que a ella se le asigna en una sociedad determinada. Los invito a leer con atención el primer capítulo del libro de Bebel, La mujer y el socialismo. Bebel demuestra la exactitud de la teoría, que también radica en el fondo de nuestra charla: “Existe una relación extraordinariamente estrecha y orgánica entre lo que interviene la mujer en la producción y cómo se halla situada en la sociedad”. Una especie de legitimidad socio-económica que se tiene que grabar profundamente en la memoria de la mejor manera. Y entonces les será mucho más fácil comprender todos aquellos problemas que tienen que ver con la tarea de liberar totalmente a la mujer. Muchos creen que ésta, en aquellos tiempos de salvajismo y barbarie, se hallaba en una situación todavía peor que la actual y que de hecho llevaba una vida de esclavitud; eso no es exacto.


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