Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921). Alexandra Kollontay

Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921) - Alexandra Kollontay


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de la ciencia burguesa podrían formular semejante afirmación. Sin embargo nosotros sabemos que ni la cultura ni la ciencia liberan a las mujeres, sino aquel sistema económico en el que la mujer desempeña un trabajo útil y productivo para la sociedad. Y el comunismo es ese sistema económico. La situación de la mujer es siempre el resultado de las tareas de trabajo que se le asignen en la fase eventual de desarrollo de un sistema económico. Bajo el comunismo primitivo —lo habrán escuchado en las conferencias sobre la historia del desarrollo socio-económico de la sociedad— en aquel tiempo tan incomprensiblemente lejano para nosotras, en que era desconocida la propiedad privada y los seres humanos eran nómadas en pequeños grupos, no existía ninguna clase de diferencia entre la situación de la mujer y la del hombre. Los seres humanos se alimentaban de lo que les proporcionaba la caza y la recolección de frutos y hortalizas silvestres. En ese período de desarrollo del hombre primitivo, hace diez mil o cien mil años, no se diferenciaban las tareas y obligaciones del hombre de las de la mujer. Las investigaciones de sabios antropólogos han demostrado que en los grados inferiores de desarrollo de la humanidad, es decir, en la fase de la caza y recolección, no existían grandes diferencias entre las propiedades físicas del hombre y de la mujer, su fortaleza y agilidad, lo cual es un hecho interesante e importante. Muchos de los rasgos tan característicos de la mujer, como, por ejemplo, los pechos muy desarrollados, la figura esbelta, las formas redondeadas y los músculos débiles se desarrollaron mucho más tarde desde que la mujer, de generación en generación, tuvo que garantizar en su papel de “hembra” la reproducción de la especie. Incluso hoy, todavía es difícil distinguir a cierta distancia entre un hombre y una mujer en los pueblos naturales porque sus bustos sólo están desarrollados débilmente, sus pelvis son más estrechas y sus músculos más fuertes. Así sucedía durante el comunismo primitivo, cuando la mujer sólo se diferenciaba insignificantemente del hombre en cuanto se refiere a fortaleza y dureza del cuerpo.

      El parto de sus hijos solamente producía una corta interrupción de sus ocupaciones ordinarias: la caza y la recogida de frutos en común con los otros miembros de la antigua colectividad, la tribu. La mujer era exactamente como sus restantes camaradas en el rebaño humano, como sus hermanos, hermanas, hijos y padres, obligados por puro instinto de conservación a colaborar en la defensa contra los ataques del enemigo más temido en aquellos tiempos, los animales de presa, y como el resto de la tribu buscaba y recogía frutos.

      Durante esta época no existían ni dependencia de la mujer ante el hombre, ni probablemente diferencias en derechos. Faltaban las premisas para ello, porque en aquel tiempo la ley, el derecho y la división de la propiedad eran cosas desconocidas. No existía la exclusiva dependencia del hombre, ya que entonces no había otra cosa que lo colectivo, la tribu. Esta tomaba acuerdos, y decidía. Quien no se subordinaba a la voluntad de la colectividad, perecía: se moría de hambre o era despedazado por las fieras. Sólo manteniéndose firmemente juntos en la colectividad se encontraban los seres humanos en disposición de defenderse del enemigo más poderoso y temible de aquel tiempo. Cuanto más firmemente soldada se encontrara una colectividad, mejor se subordinaban los miembros particulares a la voluntad de la misma, lo que significaba que podían formar filas con mayor unidad contra el enemigo común y así la lucha obtenía mayor éxito y la tribu tenía más probabilidades de supervivencia. La igualdad y la solidaridad natural —las dos fuerzas que mantenían unida a la estirpe— por lo tanto eran también las armas mejores para la defensa propia. Por consiguiente en la época más antigua del desarrollo económico de la humanidad era imposible que un miembro de la tribu dominara a otro o dependiera exclusivamente de algún otro. En el primitivo comunismo la mujer no conocía ni la dependencia social, ni la opresión. Y la humanidad de aquella época no sabía nada de clases, explotación del trabajo o propiedad privada. Así vivió la humanidad miles y aun posiblemente cientos de miles de años. Sin embargo, este cuadro cambió en la fase siguiente del desarrollo humano. Los primeros brotes de trabajo productivo y de economía doméstica fueron el resultado de un largo proceso durante el cual la humanidad buscó la mejor manera de asegurar su existencia. Por razones de clima y de geografía, según llegara entonces a una comarca de bosques o a una estepa, una tribu se convertía en sedentaria, mientras la otra se pasaba al pastoreo. Esta es la fase próxima que sigue a la colectividad originaria de caza y recolección. Al mismo tiempo que esta nueva forma de economía surgen nuevas formas de comunidad social.

      Vamos a examinar ahora la situación de la mujer en dos tribus de la misma época, es decir, tribus que vivían probablemente al mismo tiempo pero en diferentes formas de economía. Los miembros de la que fijó su residencia en una zona de bosques con pequeños campos abiertos, se fueron convirtiendo en agricultores sedentarios. Otra tribu que vivía de la caza en extensas zonas esteparias con grandes rebaños de búfalos, caballos y cabras, se pasaron al pastoreo. En la tribu que se dedicaba a la agricultura la mujer no sólo tenía los mismos derechos, sino que a veces incluso asumía una posición dirigente. Sin embargo en el pastoreo nómada empeoraba crecientemente la situación subordinada, dependiente y opresiva de la mujer.

      Dentro de la investigación histórica de la economía dominó durante largo tiempo la opinión de que la humanidad había atravesado necesariamente, siempre y en todo lugar, todas las etapas, todos los grados de desarrollo económico: por consiguiente que toda tribu se había dedicado primero a la caza, después al pastoreo, finalmente a la agricultura y sólo posteriormente a la artesanía y al comercio. Sin embargo, investigaciones sociológicas más recientes demuestran que las tribus pasaron con frecuencia de la fase originaria de caza y recogida de frutos directamente a la agricultura pasando por alto la fase de pastoreo. Fueron decisivas para ello las circunstancias geográficas y naturales bajo las que se vio obligado a vivir un grupo humano determinado.

      Por tanto, esto significa que se desarrollaron en la misma época bajo condiciones naturales dos formas distintas de economía radicalmente diferentes: la agricultura y el pastoreo. Se ha demostrado que las mujeres de las tribus dedicadas al cultivo de la tierra gozaban de mucha mayor igualdad. Algunas tribus campesinas incluso poseyeron un sistema de matriarcado (matriarcado es una palabra griega que significa predominio de la mujer). Sin embargo, el patriarcado, es decir el predominio del derecho paterno —detentación del poder por el más anciano de la tribu— se desarrolló en los pueblos pastores, los nómadas. ¿Por qué fue así y qué nos demuestra? La razón fue, naturalmente, el papel de la mujer en la economía. En los pueblos agrícolas la mujer era la primera productora. Hay abundantes indicios de que fue a la mujer a quien se le ocurrió por primera vez la idea de cultivar la tierra y de que fue la “primera que trabajó en la agricultura”. Gran cantidad de hechos interesantes en las formas primitivas de la economía los encontramos en el libro de Marianne Weber El matriarcado. La autora no es comunista, pero su libro posee excelente información y es una lástima que no esté disponible más que en alemán.

      La mujer llegó a la idea de la agricultura de la siguiente manera. A las madres con hijos lactantes no las llevaban con los demás en la época de caza porque no estaban en condiciones de seguir su paso y además porque los niños obstaculizaban las operaciones de cacería. Por lo tanto la madre se quedaba con su hijo y estaba obligada a esperar hasta que la tribu regresara con el botín. No era sencillo procurarse alimento y con frecuencia la espera era muy larga. No disponía de muchas provisiones y en consecuencia estaba obligada a buscarlas con su propio esfuerzo para alimentarse ella y el niño pequeño. De ahí han deducido los científicos que es muy probable que la mujer comenzara a cultivar la tierra. Si se agotaban las provisiones de frutos en el lugar en que ella esperaba la vuelta del clan, tenía que buscar vegetales con semillas comestibles y con ellas alimentaba también a su hijo. Mientras trituraba el grano entre sus dientes —las primeras ruedas de molino— caerían algunos granos al suelo y cuando después de bastante tiempo volvía la mujer al mismo lugar descubría que los granos caídos habían comenzado a germinar y ella marcaba esos lugares. Y entonces se dio cuenta de que era una ventaja para ella volver cuando el vegetal estuviera maduro: la búsqueda de alimento le costaría así menos esfuerzo. También vio dónde podría recoger en el futuro el alimento más rico. Por consiguiente, los seres humanos aprendieron por experiencia que el grano que caía en tierra comenzaba a crecer. Y a base de experiencia comprendieron también que la cosecha era mejor cuando previamente habían removido la tierra. Sin embargo esta experiencia se olvidaba frecuentemente, ya que el saber sólo se hacía propiedad de


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