Del shtétl a la ciudad de los palacios. Natalia Gurvich Okón

Del shtétl a la ciudad de los palacios - Natalia Gurvich Okón


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el uso de esta lengua, incluso –o sobre todo–fuera de los ámbitos religiosos. El mundo del ídish y su cultura proveyó de una satisfactoria y gratificante vida a millones de judíos. Su trayectoria comenzó en los guetos medievales, desde donde surgió hasta convertirse en uno de los grandes pilares que ayudaron a evitar la desintegración de la identidad judía. Su florecimiento ayudó a la supervivencia del judaísmo ashkenazi y fue factor de modernización.

      El ídish forma parte de la historia y de la cultura judías, porque el lenguaje es el producto de la experiencia del hombre en su contacto con lo que lo rodea. Por eso mismo es el transmisor de la continuidad cultural de generación en generación. Es heredero de los valores de la cultura milenaria y de las tradiciones de una parte del pueblo judío. Entre estos valores está el aspecto religioso, su visión mesiánica, la herencia histórica, las tradiciones y sus nexos con la tierra ancestral de Israel. La lengua ídish y su literatura son la clave para la comprensión de la vida y experiencia del judío europeo, los movimientos religiosos e ideológicos del jasidismo, de la Haskalá, el nacimiento del socialismo, el sionismo, la experiencia de la emigración de Europa, y del heroísmo y el martirologio durante el Holocausto.

      Este libro trata del folklor judío que trajeron los inmigrantes ashkenazis. No es una interpretación ni un estudio, es simplemente una recuperación de algunas de sus expresiones presentes en la literatura, cuentos, memoria oral, narraciones, vivencias, supersticiones, proverbios, chistes, historias familiares y caricaturas.

      La masiva migración judía procedente de Europa oriental que se inició a finales del siglo xix ha contribuido a reconfigurar a un judío que trasciende lo tradicionalmente llamado ídishkait. Cuando los ashkenazis se alejaron de Europa, sobre todo en forma de aliá (emigración a Israel), o cuando llegaron a América del Norte, a Europa occidental y América Latina, el aislamiento geográfico propició la mezcla con otras culturas.

      En México, por ejemplo, surgió una nueva cultura culinaria en la que se mezclaron los alimentos ashkenazis con la gastronomía local –como es el caso del pescado molido al estilo ashkenazi, bañado en salsa veracruzana–, y lo mismo sucede en otros ámbitos de la vida cotidiana.

      En este trabajo, decidimos rescatar parte de la cultura ashkenazi, la ídishkait, que los inmigrantes trajeron consigo de Europa a México, la base sobre la cual sus descendientes edificaron una nueva manera de ser judío en el país.

      La comunidad judeo-mexicana contemporánea, al igual que las comunidades en otros países, es una recombinación cultural plural e incluyente que conserva elementos distintivos de la cultura ashkenazi. En el país ha surgido un judío claramente mexicano.

      El acento en los aspectos folklóricos de la cultura judía implica puntualizar los elementos sentimentales, agradables y conciliadores. Las manifestaciones de ese mundo se dignifican y se les da colorido: se recuperan bellos cuentos, relatos, personajes o figuras; se destaca la justicia y la sabiduría desde la perspectiva judía.

      Al recopilar el folklor ashkenazi nos proponemos abordar lo referente a los judíos provenientes de países, ciudades o pueblos de la región de Askhenaz y sus herederos llegados a México.

      Nuestro trabajo incluye tanto la tradición oral como la escrita: la interdependencia entre la oralidad y la literatura es fundamental en el desarrollo de la cultura judía y su folklor debido a que su historia se remonta a los periodos bíblicos y también porque la oralidad que prevalece en los segmentos marginales e iletrados de la sociedad es, al igual que en muchas otras culturas, una fuente vital en la formación y normatividad de los valores y la literatura.

      También es nuestro propósito contribuir a preservar lo que aún se conserva, para que no se pierda toda esa riqueza de giros, matices y resonancias que nos resulta tan entrañable y expresiva, y que constituye parte de nuestra más preciada herencia cultural. Es el legado de nuestros padres y abuelos, esa memoria colectiva que se renueva y crece con la propia. Nuestras formas de expresión verbal develan nuestra forma de ser, aquello que nos resulta querido o temido.

      El poeta, escritor y traductor Jaim Najman Biálik decía que en ocasiones no deben traducirse las líneas de manera literal, sino lo que está escrito entre ellas. La traducción representa retos y desafíos, es difícil recuperar el sentido que subyace a las simples palabras y hacer comprensible el tesoro que éstas encierran.

      Traducir del ídish al español fue una ardua tarea. El mundo interior del judío de Europa oriental y de sus herederos que emigraron a México es complejo. Tratamos de ser lo más fieles posible, procurando conservar las características del original, en algunas ocasiones de forma literal y, en otras, traduciendo al español para aproximarnos más a su verdadero significado. Tómese en cuenta que algunas palabras carecen de sentido fuera del contexto del ídish: ¡quién se aventura a traducir palabras como mentsh, jutzpe, kapoire, o por ejemplo la hermosa najes! Como declaraba el teórico de la traducción, Antoine Berman: “Traducir es a la vez habitar en la lengua del otro y darle hospitalidad a éste en el corazón de la propia lengua”.

       En esta edición decidimos usar transliteraciones fonéticas del ídish, no sólo porque aparecían féigalaj –pajaritos o, en español, signos extraños– a la hora de convertir los archivos de un alfabeto al otro, sino porque queremos acercar lo más posible el contenido a los lectores.

      El criterio para la selección del material que compone el libro fue subjetivo, en ocasiones el impacto y la aprehensión de la belleza y riqueza de algunos materiales nos sobrepasaron y elegimos con parámetros y gustos personales. Mucho material valioso quedó fuera. Es preciso destacar que este libro nace, sin duda, de un renovado y creciente interés por preservar el folklor ashkenazi. La prueba de ello es el apoyo y el entusiasmo de tanta gente que nos ha acompañado durante la realización de esta compilación. Aquellos para quienes –como es el caso de nosotras– el folklor ashkenazi y el ídish forman una parte fundamental de la memoria, su lectura les resultará disfrutable; a aquellos que algo olvidaron, les servirá para recordar. Pero, sobre todo, este libro está dirigido a quienes están interesados en el conocimiento de este tema y lo consideran importante. Ténganlo como nuestra pequeña gran aportación.

      Natalia Gurvich Okón

      Noemí Gurvich Peretzman

      Acerca del título

      Shtétl, diminutivo de shtot (“ciudad” en ídish) hace referencia a los lugares de Europa oriental de donde procedían los inmigrantes ashkenazis que llegaron a México en las primeras décadas del siglo xx. En el imaginario colectivo ashkenazi mexicano, el shtétl se convirtió en un ideal de espiritualidad judía, un lugar que pervive en la memoria como parte de un pasado mítico, con personajes, costumbres y tradiciones entrañables; un sitio añorado e idealizado; una imagen en movimiento de lo trágicamente perdido.

      Mientras tanto, a lo largo del siglo xix, intrépidos aventureros extranjeros se fascinaron recorriendo el territorio mexicano y se enamoraron de sus habitantes, sus paisajes, las pirámides prehispánicas y los palacios coloniales. Uno de ellos fue el político, geólogo y naturalista británico Charles Joseph La Trobe, quien elogió las obras de México, los acueductos monumentales, las iglesias y los caminos, y llamó con admiración “Ciudad de los Palacios” a la Ciudad de México.

      Los migrantes ashkenazis vivieron un asombro muy similar al descubrir casi 100 años después las bondades del país y de su señorial capital, los cuales servirían de escenario e inspiración a la cultura sincrética que desarrollarían aquí. Esa cultura es el objeto de esta antología.

      CUENTOS, NARRACIONES Y PARÁBOLAS DE NUESTRA TRADICIÓN ORAL Y ESCRITA

      El hombre sabio oye una palabra y entiende dos.

      Proverbio judío

      La tradición oral, como todas aquellas expresiones culturales que se transmiten de generación en generación, tiene el propósito de difundir


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