Jardines comunitarios y populares. Analía Paola García

Jardines comunitarios y populares - Analía Paola García


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familias que buscan construir una sociedad distinta desde su praxis pedagógica y política. Ese texto inicial, sin embargo, fue solo el comienzo de un riquísimo proceso de construcción que, coherente con el modo en que la autora entiende la producción de conocimiento, implicó la discusión de sus hallazgos con los integrantes del Movimiento y la incorporación de los aportes producidos en dicho diálogo. Esa construcción del libro –me animo a afirmar– continuará en cada lector que se asome a sus páginas y emprenda su recorrido.

      Junio de 2020

      Introducción

      En reiteradas ocasiones, he escuchado las dificultades, los miedos e interrogantes que se formulan a partir del trabajo con las infancias: ¿tienen los niños capacidad de entender temas de adultos, refiriéndose a la muerte, la sexualidad o al uso del dinero?, ¿cómo los protegemos de los problemas?, ¿cómo les transmitimos los límites?, ¿cómo educarlos cuando las familias están desmembradas?, ¿de quién o quiénes depende la crianza y educación?, ¿cómo lograr que los niños de sectores populares tengan un futuro?, ¿es posible evitar que en la adolescencia sean vistos, por parte de la sociedad, como sujetos peligrosos?, ¿todos los niños tienen posibilidad de aprender?, ¿cómo acompañarlos para que tengan una exitosa escolaridad?, ¿qué lugar cumple el Estado en relación con los derechos de la niñez?

      De forma recurrente, estos interrogantes me han interpelado, en cuanto no tenía respuestas claras, sino más preguntas, que me surgían del contacto con los niños. Siempre observé que, aun en instancias límite, ellos lograban expresar lo que necesitaban y deseaban; podían aprender, jugar, colaborar, enojarse y disputar los modos en que los adultos los cuidaban y educaban, tal como lo hacía Brandon:

      Brandon (9 años) y yo, todos los miércoles, hacíamos actividades de arte-terapia en su sesión de quimioterapia. Como cada mañana, entré al cuarto donde muchos niños recibían su aplicación, debí traspasar varias camas y sillones para encontrarlo; pero, a diferencia de otros días, no estaba. Volví al consultorio y me organicé para visitar a pacientes inmunosuprimidos, comencé a ponerme la vestimenta necesaria para aislar cualquier germen, ya que una simple gripe podía matarlos. Debí suspender la visita, porque Brandon había venido a buscarme, para mostrarme su escondite secreto donde se refugia para no hacerse la quimioterapia. Me advirtió que me lo mostraba porque deseaba que yo lo encontrara, pero que no se lo podía contar a nadie. Era un secreto entre los dos.

      Ese día elaboramos, con arcilla y sorbetes, un sistema de respiración para que su tortuga muerta pudiera respirar debajo de la tierra. Cuando nos despedimos, me pidió que lo ayude a decirle a su familia que no quería recibir más tratamiento. Brandon murió al mes siguiente en el hospital. (Nota de campo tomada durante mi desempeño como arteterapeuta en el hospital Garrahan, Servicio de Cuidados Paliativos Pediátricos, 2011)

      Infinidad de veces me encontré en situaciones que me obligaron a reflexionar y repensar mis propias representaciones en torno a la niñez. Sin advertirlo, sostenía que algunos niños eran “indefensos” y que el rol de los adultos era protegerlos y traducir sus necesidades en derechos. Sin embargo, Brandon y otras decenas de niños me posibilitaron problematizar mis propias representaciones y advertirlos como sujetos sociales con capacidad de agencia. De ahí que jugar, negociar sentidos, enojarse, decidir sobre sus cuerpos, ocultar, mentir, llorar, se me fueron transformando en emociones propias y esperables en los niños, entendidos como sujetos que viven y significan el mundo en el que transitan.

      1. La formación de docentes de nivel inicial: primeros acercamientos a los jardines del Movimiento Popular La Dignidad

      Esta oscilación entre la reproducción y la transformación me llevó a buscar propuestas de educación maternal en curso, desarrolladas por docentes, en barrios periféricos de la ciudad de Buenos Aires, las cuales se definen a sí mismas como “transformadoras y críticas” (Apple, 1997; Giroux, 1990; Schön, 1992). Consideré que la posibilidad de conocer y vincularse con proyectos de educación maternal con esas características podía aportar otras miradas y nuevos interrogantes a las estudiantes en formación.

      Movida por el interés de ofrecer en la formación inicial (Vezub, 2007) instancias de prácticas que conmuevan, interpelen e incomoden (Skliar y Téllez, 2008) los modos de pensarse como docentes, indagué acerca de qué experiencias de educación maternal existían en la ciudad de Buenos Aires, en función de dos variables que para mí eran esenciales a fin de tensionar las representaciones en torno al nivel maternal:

      1 Una propuesta que discutiera la mirada esencializada y estereotipada sobre los bebés: “No entienden, no saben, son chicos, no se comunican”, “Son indefensos”.

      2 Que las maestras se autodefinieran como “críticas”, con posibilidades reales de reflexionar sobre sus prácticas en los jardines donde desempeñaban su trabajo.

      Dicha indagación me permitió vincularme, hace ocho años, con los jardines comunitarios y populares del Movimiento Popular La Dignidad (MPLD). Desde entonces, pudimos, junto con las estudiantes,


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