ORCAS Supremacía en el mar. Orcaman

ORCAS Supremacía en el mar - Orcaman


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observaba eso, Gerardo Haase –un amigo que entonces dividía su tiempo entre la carrera de Medicina y el estudio del comportamiento animal– me regaló La vida del gorila, apasionante libro de George B. Schaller. Con su obra el investigador me hizo ver que la tragicomedia de la búsqueda de material científico no era un unipersonal: “Leí literalmente cientos de libros de difusión, artículos y relatos de periódicos –cuenta Schaller–; examiné monografías científicas y revisé los tratados. Si el número de palabras fuera una medida del conocimiento, no quedaría aquí mucho por estudiar. Desgraciadamente, el investigador serio debe descartar la mayor parte de la información publicada acerca de la conducta de los gorilas que viven en libertad. En gran parte se trata de afirmaciones sensacionalistas, irresponsables y exageradas, muy poco preocupadas por la verdad”.

      Me sentí acompañado y comprendido: “Gran parte de esta discutible información sobre los gorilas ha sido copiada y recopilada con frecuencia tal que con la pura repetición ha conquistado la aureola de la verdad –veía Schaller en su campo lo mismo que yo en el mío–. Cuando empecé a leer, no sabía qué era verdad y qué era falso, pero a poco de buscar me di cuenta de que, si descartaba todas las generalizaciones no basadas en hechos y todas las interpretaciones subjetivas, apenas me quedaba información concreta para seguir adelante. Había, por supuesto, algunas excepciones notables”.

      En mi caso también las había y generalmente debía agradecerlas a la información de primera mano que me brindaron buceadores experimentados que tuvieron encuentros con orcas:

      Mariano Malevo Medina (buzo profesional): “En 1974 Carlos Belozo y yo nos desplazábamos por la superficie, a unos mil metros de la costa, a la altura de la Reserva de Fauna Punta Norte, Península Valdés. Nos disponíamos a bucear en un banco de algas a diez metros de profundidad cuando observamos, con sorpresa y preocupación, un grupo de cuatro orcas que se desplazaba de Sur a Norte: exponían, a dos o tres metros de nosotros, sus altas aletas dorsales y parte de sus poderosos cuerpos. Sólo atinamos a impulsarnos hacia atrás, lentamente y sin quitarles los ojos de encima, para acortar los cien metros que nos separaban del gomón fondeado. Ellas sabían de nuestra presencia; sin embargo, no intentaron acercarse a nosotros. Realizaron un corto recorrido de ida y vuelta debajo del agua y continuaron, sin más, su camino. La inquietante experiencia confirmó mi opinión sobre las orcas: si no se las molesta o ataca, difícilmente molesten o ataquen al hombre”.

      Carlos loco Belozo (buzo profesional): “La experiencia que compartí con Malevo es inolvidable. No creo que las orcas ataquen al hombre: la prueba es que nosotros estamos vivos, es más si alguna vez decidís bucear con orcas contá conmigo”.

      Jorge Pérez Serra (buzo deportivo; entonces directivo de la Casa del Buceador en Buenos Aires; uno de los creadores del Primer Parque Submarino, Puerto Madryn

      “En 1963, Pipo Mancera, conductor de un programa de televisión muy popular, Sábados circulares, llegó a la Península Valdés para documentar la fauna, en especial los lobos marinos. En compañía de Antonio Torrejón (Director de Turismo de Chubut y luego creador de las Reservas de Fauna provinciales) y Néstor Moré, Mancera se acercó en lancha a la lobería de Puerto Pirámide. A la deriva, esperaban que la característica curiosidad de los lobos hiciera que se acercaran a ellos; de pronto, un movimiento extraño en el agua llamó la atención de Mancera. “¿Qué es eso?”, preguntó, y recibió la alarmada respuesta de Torrejón: “¡Son orcas!”. Alrededor de la lancha giraban tres orcas en plena conducta de espionaje: asomaban la cabeza fuera del agua, los observaban y desaparecían. Mientras regresaban a la costa, las orcas parecieron retirarse. Mancera decidió bucear con los lobos mientras lo filmaban el Dr. Moré (bajo el agua, con su cámara de dieciséis milímetros con caja estanca) y su camarógrafo (desde tierra). Mancera había bajado dos piedras de unos cuarenta centímetros cada una y se disponía a saltar cuando escuchó un grito: “¡Orcas!”. Con el pesado equipo de buceo, Mancera pegó un salto increíble hacia atrás y cayó parado a mi lado. La filmación se hizo, pero registró otra cosa: tres orcas que atacaban y comían lobitos. Esas tomas hicieron historia en la televisión, igual que el largo salto hacia atrás de Mancera en el buceo”.

      1. Mercedes me mostró las fotos de las orcas que tomó ese día y pude identificar a DES uno de los ejemplares que yo estudiaba, con algunos integrantes de su grupo. Pude saber así que ya en 1972 estos ejemplares frecuentaban Punta Loma.

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       EL SUR SE TRANSFORMA EN NORTE

       “Existe el destino, la fatalidad y el azar; lo imprevisible y, por otro lado, lo que ya está determinado. Entonces como hay azar y como hay destino, filosofemos”

       Séneca

      Mientras realizaba tareas en el área de Turismo Submarino, tuve oportunidad de conocer gente con actividades muy variadas, entre ellos Jorge Depasquali, guardafauna de la Reserva Punta Norte, Península Valdés. Este lugar–que siempre atrapó mi atención por su salvaje belleza natural, su geografía y su fauna tan especial– es el único apostadero continental del elefante marino del sur (Mirounga leonina), una especie que sorprende por su aspecto, su tamaño y sus características sociales. Pero la conversación y la amistad de Jorge fueron también importantes estímulos para mis visitas a la reserva.

      Jorge conocía mi afición por los animales y mi deseo de ser guardafauna. A principio de octubre de 1974 me visitó en el local de buceo donde yo trabajaba y me hizo una propuesta que dio un giro de 180 grados a mi vida. Me dijo que iba a renunciar a su cargo y, como el actual auxiliar de guardafauna quedaría al frente de la reserva, era necesario un nuevo ayudante. Yo tenía que decidir –en lo posible, ese mismo día– si quería intentar obtener ese puesto. Horas más tarde, Jorge me presentaba ante José Gaspar Pepitoni, responsable del Departamento Conservación, como aspirante al cargo.

      Por su parte, Pino Nicoletti me reunió con Antonio Torrejón, entonces Subsecretario de Información Pública y Turismo, quien había creado y administraba las Reservas de Fauna. Torrejón estuvo de acuerdo con mi nombramiento, pero sugirió que, para mayor seguridad de mi hija de un año y medio, Jéssica Valeria, se me enviara a la Isla de los Pájaros, más cercana que Punta Norte a poblaciones con un centro asistencial (Puerto Madryn y Puerto Pirámide). Cualquier enfermedad, inclusive las habituales en los niños, multiplicaban sus riesgos cuando la distancia es grande y la comunicación difícil.

      En ese entonces las reservas no contaban con transmisores de radio y los vehículos afectados estaban en pésimas condiciones; a eso se sumaba el estado de los caminos de tierra, que quedaban intransitables cuando llovía. Los guardafaunas solían quedar incomunicados por varios días o semanas, con un agravante: la falta de agua potable, que llegaba desde Madryn o Trelew en camiones cisterna de ocho mil litros. Por último, la luz provenía de un grupo generador, que no siempre funcionaba o contaba con el combustible suficiente para el mes.

      A pesar de esas adversidades, insistí en mi pedido: Punta Norte. Los riesgos podían reducirse con precauciones. Además, si se crían niños felices y sanos en los campos alejados de poblaciones, ¿por qué Diana y yo no seríamos capaces de hacer lo mismo con Jessica? Admitía que ambos veníamos de la comodidad urbana, donde cualquier problema se soluciona con un


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