Una okupa en mi rancho. Erina Alcalá

Una okupa en mi rancho - Erina Alcalá


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a una maleta, y se dirigió caminando a una cafetería que había abierta.

      Entró al baño y luego se sentó en una mesa.

      ―¿Quiere desayunar? ―le preguntó la camarera, una chica joven con una libreta y un bolígrafo en la mano para tomarle nota.

      ―Sí, por favor, café con leche, no muy cargado.

      ―Muy bien, ¿completo?

      ―¿Cómo es completo?

      ―¿No es de aquí? ¿Está de paso?

      ―No, vengo al rancho Olsen, es de mi tío abuelo Frank.

      La camarera la miró.

      ―Cuando desayune, cruce la carretera, siga hacia arriba y allí verá la notaría. Entre y pregunte por el señor Harris. Llevaba todo el tema de ese rancho…

      ―¡Ah, bien!, gracias por la información.

      Y en cuanto acabó con ese gran desayuno completo que le salía por las orejas, pero que comió con apetito, pagó y le dio las gracias de nuevo a la chica.

      ―¿Dónde puedo comprarme un coche aquí?

      ―A la salida del pueblo, en esta misma acera, hay una gasolinera y un concesionario pequeño, pero venden coches nuevos y de segunda mano, de todo tipo.

      ―Muy bien, agradecida de nuevo. Vendré más por aquí. Me llamo Marina Paredes.

      ―Y yo Mel, encantada, Marina, espero que te quedes.

      ―Eso pretendo. Gracias, Mel.

      ―De nada, suerte.

      ―¿Quién es —le preguntó el cocinero que había tras la barra.

      ―La sobrina de Frank Olsen. No creo que sepa que ha muerto y que el rancho está vacío.

      ―Pobrecita.

      Y Marina cruzó la calle hasta llegar a la notaría. Aún tuvo que esperar diez minutos a que la abrieran.

      Y cuando un señor con traje que parecía ser el señor Harris abrió la puerta, ella entró detrás de él.

      ―¿Está esperándome?

      ―Si es el señor Harris, sí, lo espero.

      ―Lo soy, encantado. ―Y le dio la mano.

      ―Soy Marina Paredes.

      ―Marina Paredes, ese nombre me suena de algo.

      ―¿Sí?

      ―Sí, pase. Siéntese aquí, voy a mi despacho a preparar el ordenador y la llamo enseguida.

      ―Vale, gracias. ―Y se sentó en la pequeña sala de espera.

      Diez minutos más tarde la hizo pasar.

      ―Muy bien, señorita Marina Paredes, dígame en qué le puedo ser útil.

      ―Bueno, vengo de España, de un pueblo pequeño del sur; tengo un tío abuelo que tiene un rancho de caballos aquí cerca, Frank Olsen, del rancho Olsen. La chica de la cafetería me ha dicho que viniera a hablar con usted cuando le he preguntado por mi tío abuelo.

      ―Usted es la sobrina que tiene en España, me habló de usted, Marina, por eso me sonaba el nombre. ―Se levantó y cogió una carpeta con el nombre de Frank Olsen, rancho Olsen.

      ―Sí, exacto, ¿trae sus documentos? Tengo que comprobarlos, como comprenderá.

      ―Sí, señor, lo comprendo. ―Y le mostró el carné de identidad, el pasaporte, y todos los billetes de los vuelos desde España.

      ―Exacto, es usted. ¿Y qué le trae por aquí?

      ―Quiero vivir con él en el rancho.

      ―Eso no va a ser posible, querida.

      ―¿No? ¿Ha vendido el rancho?

      ―No, murió hace un año, dos después de su único hijo.

      ―¿Un año? No he tenido noticias de eso.

      ―No he podido encontrar su pueblo, parecía ser pequeño.

      ―Sí, muy pequeño.

      ―Bueno, veamos, le contaré la historia: El rancho está como lo dejó, cuando supo que se moría.

      ―¿De qué murió?

      ―De cáncer de pulmón. Fumaba demasiado.

      ―¿Y su hijo, su nuera y su nieto?, creo que tenía un nieto.

      Y el señor Harris le contó toda la historia.

      ―¿En serio?, ¿y entonces su nieto?

      ―Su nieto está desaparecido desde los dieciocho años. Y no sabemos dónde está ni si volverá. En todo caso de que regresara, podría reclamar el rancho, pero ahora es suyo, lo dejó su tío abuelo escrito, y que si no lo reclamaba su nieto, era suyo si venía. Si luego viniera su nieto y usted ya ha ocupado la propiedad, será de los dos, así de claro. Así que usted ha llegado primero y ocupará la propiedad. Si viene Travis Olsen, tendrá que cederle la mitad.

      ―Bueno, al menos eso me parece justo, claro que sí…

      ―Pero no tiene animales, se vendieron todos.

      ―No importa, no voy a poner un rancho al uso. De momento voy a vivir allí y veré a qué me dedico.

      ―Pues firme aquí. ―Y así lo hizo.

      ―De momento, es la única dueña del rancho. Tome sus escrituras. Si viene Travis, tendremos que modificar ese testamento, así está estipulado.

      ―Me parece bien.

      ―Ahora queda otra cuestión.

      ―¿Sí? ¿Cuál?

      ―El dinero.

      ―¿Qué dinero?

      ―El que tenía su tío abuelo. Era un rancho próspero y dio bastante dinero en su tiempo. También es suyo. Y de Travis, le aconsejo que le guarde su mitad.

      ―Lo haré.

      ―Diez millones.

      ―¿De qué?

      ―De dólares, mujer.

      ―¿Diez millones de dólares?

      ―Sí, cinco para cada uno. Se vendió todo el ganado, pero me temo que va a tener que hacer algunas reformas en ese rancho.

      ―Las haré, con ese dinero…

      ―Y si no va a meter animales…

      ―De momento no, voy a dar un tiempo por si viene Travis, ¿qué edad tiene?

      ―Unos treinta años. Pero quizá se haya ido al extranjero, se haya casado, vaya usted a saber.

      ―No se preocupe, si viene tendrá la mitad de todo.

      ―¿Tiene cuenta?

      ―Sí.

      ―Le hago una transferencia por el dinero.

      Y se la hizo.

      ―Necesito su teléfono y ya le he descontado los impuestos y mi minuta. —Ella esperó que le diera toda la documentación.

      ―Si se va a quedar aquí, le aconsejo que se dé de alta como ganadera, aunque no tenga ganado o autónoma si vive aquí, si no, no podrá quedarse en el país, y que se haga un carné nuevo y contrate un seguro de salud. Eso para empezar. ¿Quiere que me encargue de ello?

      ―Me parece bien, como autónoma.

      ―Son 500 dólares y la llamo en cuanto lo tenga todo para que venga a recogerlo. ¿Quiere un seguro de salud completo?

      ―Sí, claro.

      ―Pues le


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