¿Qué le haría a mi jefe?. Kristine Wells

¿Qué le haría a mi jefe? - Kristine Wells


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la gente importante?

      —Si te refieres a mí, sí. Suelo estar por aquí. Soy el jefe ¿recuerdas?.

      Se me cae la baba y las bragas, estoy segura de que ya deben ir por las rodillas. Rio como una tonta.

      —Sí, claro, jefe. —Escucho una voz socarrona a mi espalda.

      Las palabras salen de boca de una pelirroja, con unos labios retocados por un buen cirujano y una pose de supermodelo.

      —Ella es Tina.

      Asiento mientras parpadeo.

      Tina tiene unos cincuenta años y estoy segura de que está muy lejos de jubilarse. Parece manejar todo el cotarro.

      —Es el amor de mi vida —dice él sin ninguna clase de pudor.

      ¡Toma ya! No lo dice literal. Se me ilumina la mirada. Bueno a menos que… Soy odiosa, ¿por qué creo que las personas con diferencia de edad semejante no pueden estar juntas?

      —Lástima que tu no lo seas de la mía.

      —¡Me partes el corazón! —dice fingiéndose indignado.

      —Lo siento, tu amor por los libros polvorientos me supera.

      De alguna manera, su falta de interés en el jefe buenorro, me alivia. Muy bien, Janna, como si el superjefe buenorro fuera a fijarse en ti.

      ¡Cállate! Tiene mi proyecto y le gusta un montón. Y todo gracias a Tina.

      La miro con ojitos.

      La quiero.

      —Hola, Tina, encantada. —Le tiendo la mano y estoy tan nerviosa como una colegiala en su primer baile.

      De alguna manera creo que la aprobación de Tina es la prueba definitiva para saber si estoy o no despedida.

      —Oh, no, el placer es todo mío —dice ella y parece muy sincera.

      Se acerca contoneando sus caderas. Ahí va una mujer muy segura de sí misma. Lleva un vestido azul precioso y contrasta con su cabellera rojiza, y esos ojos azules… Vale, tiene cincuenta años, pero ya te digo yo que ya no estoy tan segura de que el jefe no haya dicho eso de el amor de mi vida de manera literal.

      —Creo que te debo mucho —le digo sin poder contenerme. Y es que, si no fuera por ella, ahora mismo estaría sin trabajo. Bueno, por ella y por Claudia. Vaya dos… seguro que entre las dos saben todos los secretos de la oficina.

      —No hay de qué, Janna. —Se ve feliz y sonriente—. Estoy contenta de ver esto. Eres la única mujer que le ha hecho bajar sesenta plantas solo para hablar.

      —Oh, vaya.

      ¿Está hablando del jefe?

      James la mira con reproche, pero de esos que dejan claro que se está divirtiendo.

      —A veces bajo esas sesenta plantas, Tina.

      Ella menea la cabeza.

      —Pero no para hablar, si se trata de una mujer atractiva. Y de momento…

      James levanta las manos por la broma.

      Vaya dos. Son divertidos.

      —Bueno, Tina, ahora en serio...

      —El jefe se pone serio. —Me mira a mí y me guiña un ojo.

      —Quiero que le hagas un nuevo contrato a Janna, tal y como hablamos ayer.

      No digo nada, pero no me pasa desapercibido el comentario de que ayer estuvieron hablando de mí.

      Miro a Tina con más cariño que antes, a ella le voy a deber mucho, y a Claudia. Seguro que alguna de las dos se dio cuenta de que Clark quería robarme el proyecto de Cadwell y despedirme para que nadie lo supiera.

      ¡Como si los de la planta baja fuéramos tontos! Se hubiesen dado cuenta, ¿no? No tengo nada claro, pero respiro hondo y a gusto.

      Tengo trabajo, y el jefe buenorro me mira contento, tanto como lo estoy yo.

      De pronto me quedo en blanco al escuchar las palabras de James Stemphelton.

      —Trabajarás para mí.

      Dudo.

      —Yo… ya lo hago.

      —Trabajarás directamente para mí —me dice, mirándome fijamente a los ojos. Dios, son hipnóticos.

      —Quiere decir más estrechamente.

      Hace como si sus dos manos se convirtieran en un comecocos y avanzan una hacia la otra hasta que fingen besarse.

      —¡Tina! —la reprende.

      Ella se encoge de hombros.

      Pero a mí lo de trabajar más estrechamente me suena a porno y lubricante. Pero me encojo de hombros. Igual me apunto. ¡Claro que sí! ¡Apúntate! A mi voz interior le va la marcha.

      —Bueno... ¿Cuánto más estrechamente trabajaremos?

      A Tina le entra la risa y sé que eso ha sonado muy porno. Lo que quiero decir es si seguiré en la planta baja o me dará más responsabilidad. Y… entonces las bragas se caen por completo al escucharle decir con voz grave.

      —Pronto lo averiguarás.

      Una risa tonta se me escapa de entre los labios y Tina me mira riéndose a la vez.

      ¿Qué? Joder, es que es muy difícil resistirse al jefe buenorro.

      Lo sigues mirando con tus grandes ojos almendrados. No sabes si eso implica algo pecaminoso, por favor, que así sea. Pero te apuntas a todo.

      No, no, chica mala. Trabajar estrechamente querrá decir hacer cosas que Tina no puede. Solo eso, zorrón pervertido.

      —Lo que sea. Cuente conmigo.

      James parece más que complacido.

      —Quiero tu proyecto de Cadwell. La casa que elegiste… es la ideal y muy importante a nivel personal para mí.

      —Lo sé —digo muy segura—. La elegí porque estuve indagando y es del marido de su madre, su padrastro que también está en la junta, por lo que en teoría la compra de la propiedad saldrá a muy buen precio. Puede darles a la empresa unos beneficios espectaculares si se lleva bien...

      Mi voz se va apagando al ver la cara del señor Stemphelton.

      Hay un silencio sepulcral hasta que Tina suspira.

      —¿Qué? —pregunto mirando a la pelirroja. Luego mis ojos se vuelven hacia el jefe.

      —Nada, solo hay un pequeño problema.

      Tina le mira escéptica.

      —Es un pequeño problema —dice James tajante queriendo acabar con la conversación.

      —¿Es algo del proyecto que haya hecho yo?

      —No, no. —La pelirroja hace un gesto con la mano para decirme que no me preocupe en absoluto—. Pero el problema no es pequeño.

      Y ahora sí que mira fijamente a James, como si lo acorralara para admitir la verdad.

      —Lo solucionaré.

      —¿Y de qué naturaleza es el problema? —pregunto muy cauta.

      Tina se apresura a hablar. Parece estar en su naturaleza revelar información que ella quiere que se sepa.

      —En la compra de los terrenos.

      James frunce el ceño.

      —Gracias —dice.

      —De nada.

      No me estoy enterando de la película.

      —Pero los terrenos son de su padre.

      —Padrastro —admite James.

      —De


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