¿Qué le haría a mi jefe?. Kristine Wells

¿Qué le haría a mi jefe? - Kristine Wells


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      Tina aplaude.

      —Sabía que te gustaría mi plan.

      ¿Qué plan?

      —Has hecho un buen trabajo y me encanta la solución que has encontrado.

      ¿Qué solución?

      Tina suspira.

      —Yo solo espero que no te vuelvas loca. —Me habla directamente a mí pero palmea el hombro del jefe—. Eres amiga de Claudia y no quisiera verte en un manicomio. Porque es donde estarás si te dejas manejar al antojo del jefe.

      James se señala.

      —Ese soy yo.

      Eso ya lo tengo claro, gracias.

      Su sonrisa es deslumbrante, devastadora.

      —¿Puedo saber por qué yo soy la solución?

      Tina suspira.

      —Bueno, digamos que hay alguien que no tiene en muy alta estima a James por su vida disoluta de libertino.

      ¿En serio le está hablando así al jefe? ¡Vaya! Me encanta Tina.

      —Tina, llévate a Janna, prepárala para lo que viene.

      Lo que dice no me cuadra, ¿a quién demonios no iba a gustarle el señor James Stemphelton?

      Lo miro queríendo hablar con él, pero James se dedica a menear la cabeza y encaminarse hacia su escritorio. Cuando Tina me coge del brazo y me saca de allí, lo hace de manera que pareceos dos amigas que van a contarse una confidencia.

      —Me das miedo.

      —No es ami a quien debes temer.

      Me guiña un ojo, y no sé de que me habla. Pero estoy a punto de averiguarlo.

      CAPÍTULO 4

      JANNA

      Cuando entro en la sala de juntas me siento impresionada. Es casi tan espectacular como el despacho del jefe. Cuando me doy la vuelta, ves que la secretaria de tu jefe, y ami adorada Tina, en mi cabeza, entra detrás de mi. No en vano me ha guiado hasta allí.

      Tina es una tía guay, porque me sigue mirando con cara de bienvenida, y es de agradecer, ya que estoy totalmente desubicada.

      Nos cae bien esa mujer.

       Nos cae muy bien.

      La sala es enorme, pero al parecer no nos detenemos ahí.

      —Esta es la sala de juntas, pero no vamos a quedarnos aquí. Quiero enseñarte algo.

      Asineto fascinada por todo lo que veo. Al fondo en la pared hay una pequeña puerta que lleva a otro despacho, no como el del jefe, sino uno más íntimo, más coqueto… ¿femenino? No sé muy bien cómo decirlo.

      Las paredes son de cristal, a excepción de la que acabamos de atravesar.

      —¿Impresionada?

      —¿Alguien no suele estarlo cuando entra aquí por primera vez? —Las vistas simplemente quitan el aliento—. Es espléndido.

      —Y mío. —Extiende los brazos como si abarcara la habitación.

      Parpadeo.

      —¿Tuyo?

      Ella avanza hacia su escritorio, de superficie de vidrio, pero no se sienta en su elegante silla giratoria, vuelve atrás y camina hacia mí, después de haber cogido una carpeta con documentos.

      —¡Claro! ¿De qué te extraña?

      La miro y lo cierto es que no parece para nada una secretaria convencional.

      —Estoy impresionada, no sabía que las secretarias tuvieran despachos tan grandes.

      —Oh, soy más una secretaria. Soy su asistente, amiga, confidente, ¡madre suplente!

      Me sonríe y no sé si me está hablando en serio, pero creo que sí lo hace.

      —Bien Janna… —Me lleva hasta el sofá que preside la sala, más que la mesa de trabajo— Siéntate, tengo algo para ti.

      No tardo ni dos segundos en sentarme a su lado, en el sofá turquesa, tan suave como un gatito. Y así me siento, dispuesta a maullar y a que me acaricien el lomo.

      Miro la carpeta con el sello de la empresa Stemphelton en la cubierta.

      —¿Esto es para mí?

      Tina asiente y lo abre para que lo vea.

      Un contrato.

      ¡Lleva mi nombre!

      Muchos años de esfuerzo y meditación hacen que me quede sentada y no me ponga a dar saltos como una loca.

      Inspira.

      Expira.

      —Caray, no esperaba un contrato después de mi despido de esta mañana.

      Tina asiente. Jolines, esta mujer me lee como un libro abierto.

      —Sí, me lo imagino.

      La observo con detenimiento, su vestidazo, sus zapatos de tacón de aguja… qué elegancia, es impresionante. Sobre todo, la confianza que tiene en sí misma.

      Tomo el contrato entre las manos y ella me insta a leerlo. Yo lo hago obedientemente, no sea que me lo quite y se arrepienta en el último momento de contratarme, algo que sería cruel. Terriblemente cruel.

      —No veo nada fuera de lo normal… ¡A excepción de la desorbitante suma de mi sueldo!

      —Pues no hay ningún cero de más.

      —No, es todo para ti —me dice Tina. Sus ojos brillan y sé que oculta algo.

      —¿Qué pasa?

      Entonces recuerdo.

      —No ocurre nad…

      —Es el problemilla que tenemos en el proyecto de Cadwell, ¿verdad?

      La miro fijamente a los ojos y ella no los aparta. Se ríe, porque estoy segura de que le caigo bien. Ella es intimidante, y no creo que nadie le sostenga la mirada más de dos segundos.

      —Sí, tenemos un problemilla.

      —Tú dijiste que no era pequeño.

      Tina se pone recta.

      —Me impresionas, Janna, estás atenta a todo. La magia de los detalles… la gente no presta atención y yo suelo aprovecharme de ello. Haz lo mismo y llegarás lejos.

      Parpadeo y espero que diga algo más, pero no sucede.

      —El problema —la apremio—, dijiste que teníamos un problema y que yo era parte de la solución. ¿Soy la solución al problema? No entiendo de qué forma, puede ser eso. Solo soy la chica que hace poco más de unas horas trabajaba en la planta de abajo sin llamar la atención.

      Suspira. Pero al final accede a contármelo.

      —James quiere que te prevenga, para que no te pille de sorpresa. Pero es que a mí me encantan las sorpresas. ¿Por qué no pasamos de lo que quiere James y simplemente dejamos que la energía fluya?

      Vale, se le ha ido la olla.

      —Tina… James Stemphelton es tu jefe.

      —¿Y?

      —Deberías obedecerle.

      —Bueno… no, si está equivocado.

      Parpadeo.

      —¿Y se equivoca al advertirme del problema con el proyecto?

      Ella hace un esto de desgana con la mano.

      —No, pero la reunión será mucho más divertida…

      De pronto una figura masculina, impecablemente vestida con


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