Escritura académica. Pablo Ballesteros Pérez
cómo los demás entenderán lo que escribes.
Antes de finalizar, hablemos con franqueza de dos formas de intentar sortear el problema del inglés. Como te he dicho, no hay atajo, pero siempre hay quien intenta crearlo. Por un lado, están los investigadores que escriben muy mal inglés y que, aun así, envían sus artículos a las revistas sin apenas revisarlos. Bien, esto no funciona. Los revisores de revistas decentes consideran que Sloppy english = Sloppy science (‘inglés chapucero’ = ‘ciencia chapucera’). Eso no te conviene, porque tu artículo tiene mínimas posibilidades de sobrevivir un proceso de revisión. Hay otros investigadores que deciden escribir todo en su idioma materno y después enviarlo a traducir. En estos casos, salvo que sepan escribir a la inglesa, es decir, con frases muy cortas y directas (y de estos he encontrado bien pocos), la traducción será un desastre. Los artículos hay que escribirlos en inglés desde el principio, aunque sea mediocre.
Como paso final, siempre aconsejo enviar el artículo a un editor profesional. Yo soy de la opinión de que el editor debe revisar tanto la corrección gramatical y ortográfica (proofreading) como efectuar una revisión de estilo (stylistic editing). Esto es algo más caro y requiere que sepas que el editor es competente para hacerlo. Los editores de este tipo no abundan. De hecho, lo que abundan son bastantes farsantes muy poco cualificados. Si encuentras un buen editor, cuídalo. Yo he trabajado con bastantes, pero los dos que más me han gustado han sido Oxbridge [9] y American Journal Experts [10]. Los dos son rápidos, fiables y no tan caros.
Finalmente, para aclarar mi última sugerencia: ¿realmente necesito someter todos mis artículos a una revisión de idioma? Yo lo hago. Como te he dicho, tengo un nivel C2, fui tres años profesor en Inglaterra y, aun así, pago por una revisión estilística antes de enviar mis artículos a cualquier revista. En mi universidad suelen haber pequeños fondos de dinero para este tipo de cosas. Un artículo con buen inglés es diez veces más fácil de publicar. Si no puedes pagar la revisión del idioma, búscate un coautor angloparlante (preferiblemente nativo). En cualquier caso, escribir y revisar los artículos directamente en inglés te ahorrará mucho tiempo a la larga.
3.ª condición: Resiliencia a la crítica
Nullius in verba (‘en la palabra de nadie’). En 1663, la Real Sociedad de Londres adoptó esta frase como lema de su institución [11]. La Real Sociedad de Londres fue la primera sociedad científica del mundo y la primera en empezar a publicar artículos tal como los entendemos hoy en día. Más tarde se crearon otras sociedades. A ellas les siguieron las primeras editoriales científicas con fines comerciales.
El lema nullius in verba pone de manifiesto que no debe creerse nada simplemente porque lo haya dicho alguien, tenga la autoridad que tenga. Hay que comprobarlo por uno mismo. Esto sintetiza una característica del mundo académico que no es generalmente entendida por personas ajenas a él: «En ciencia, a diferencia de en el mundo real, estás equivocado hasta que se demuestre lo contrario». Esto significa que cuando escribes un artículo científico debes estar seguro de que has comprobado y defendido que las afirmaciones contenidas en él son ciertas. Por eso, cuando los revisores escrutan tus artículos, la posición por defecto es la de rechazarlo. Es tu labor convencerles de que tus experimentos y análisis conducen a un avance significativo de la ciencia que no puede ser interpretado de otra manera más que la que propones. Obviamente, esto siempre entendido dentro de los límites razonables de tiempo y recursos de los que disponen los investigadores.
Por eso, cuando alguien se pregunta por qué los académicos somos tan críticos y desconfiados, la respuesta es simple: en ciencia eres culpable hasta que demuestres lo contrario. Por eso es difícil publicar artículos científicos, y debe seguir siéndolo. Por eso también el plagio y la fabricación de datos son ofensas tan graves para la ciencia [12]. Todo lo que pone en entredicho la veracidad de las evidencias y los argumentos socava la confianza en el trabajo del investigador. Por eso también, enviar el mismo artículo a varias revistas de forma simultánea o copiar sin referenciar son prácticas no admitidas. Si el propio investigador no se comporta de forma ética, no podemos esperar que su trabajo sí lo sea.
Desafortunadamente, los comportamientos poco éticos siempre han existido. En España hemos tenido múltiples casos de políticos y jueces con tesis doctorales cuyos contenidos contenían supuesto plagio o cuya autoría era más bien dudosa [13]. Esto no es solo común de países de habla hispana. Casos similares podemos encontrarlos en países como Alemania, donde políticos con futuros prometedores fueron igualmente acusados de plagio en sus tesis doctorales [14].
Concordamos entonces en que publicar artículos es difícil y que conlleva un gran esfuerzo. Adicionalmente, el mundo académico también tiene gran inercia al cambio. La abrumadora mayoría de ciencia que se publica supone un avance incremental. Cuando esporádicamente se produce un avance revolucionario, la posición por defecto es la de desconfiar que sea cierto. Esto ha pasado múltiples veces y aunque visto desde fuera no se entiende, no son pocos los casos de premios Nobel que vieron cómo sus primeros trabajos eran rechazados [15]. Cuanto mayor es el salto de conocimiento, más difícil es defender que lo que se ha descubierto es cierto.
Con motivo de esta desconfianza también, los artículos son antes sometidos a un primer escrutinio en sus aspectos formales. Este suelen realizarlo los propios editores de las revistas. Si el artículo se asemeja al canon tal como lo entienden en su respectivo campo científico, entonces puede ser enviado a revisión externa. Los revisores serán a continuación los encargados de juzgar la solidez científica y la relevancia de las contribuciones. Desafortunadamente, la otra cara de la moneda es que en ocasiones es más fácil publicar artículos que reportan ciencia nefasta, incluso falsa [16], que artículos mal escritos con contribuciones pioneras. Esto ocurre porque los artículos «formalmente» correctos tienen muchas más posibilidades de pasar el filtro del editor. Si los revisores no son realmente expertos, el artículo podría colar y ser eventualmente publicado. No pasa con mucha frecuencia, pero pasa.
Fruto de esta realidad es por la que unos estudiantes del MIT decidieron a modo de broma crear un generador de artículos falsos [17]. El generador se llama SCIGen y escribe de forma automática artículos inventados en el área de ciencias de la computación. Lo hicieron porque la estructura de los artículos es relativamente rígida en muchos campos científicos. La popularidad que alcanzó este generador de artículos encierra otra lección: escribir correctamente un artículo es casi tan importante como las contribuciones del mismo. Esto fue precisamente lo que concluyó el trabajo de Cyril Labbé. Cyril era un científico en computación francés que generó un programa que rastreaba dónde se habían publicado artículos generados por SCIGen. En 2012 (y por aquel entonces SCIGen aún era poco conocido) su programa encontró más de ciento veinte artículos publicados en conferencias de Springer y IEEE [18]. SCIGen también generó muchos artículos que fueron aceptados en revistas depredadoras, incluso en algunas buenas revistas (v.gr. [19]). Eso sí, estos últimos han sido convenientemente retirados (que no retractados).
Pero estábamos hablando de las condiciones necesarias para que un investigador pueda publicar y de la necesidad de tener resiliencia a la crítica. Debes notar que no he dicho «resistencia», sino «resiliencia». El Diccionario de la Real Academia Española [20] define resiliencia como: «Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos». Cuando hablo de resiliencia, por tanto, me refiero a que vas a tener que aprender a encajar múltiples comentarios negativos sobre tus trabajos, aunque a veces sean injustos. También vas a tener que aprender de ellos, adaptarte y salir adelante con una versión mejorada de lo que hiciste en primer lugar.
La resiliencia entonces, supone un cambio actitudinal. Vas a tener que dominar tu ego cuando recibas críticas corrosivas que denigren tu trabajo. Esto nos ha pasado y nos sigue pasando a todos. Está claro que hay revisores buenos y revisores muy malos. Pero ambos son las mismas personas que leerán tu trabajo una vez publicado. Adaptarse (hasta cierto punto) a aquellos que pueden entender bien poco de lo que has escrito es con frecuencia la mejor estrategia en la fase de revisión.
Consideraciones finales (I): Tener algo que contar
Al proponer las tres condiciones hemos hablado de muchas cosas, pero hay muchas otras que he omitido. Ya te dije que no quería perder el tiempo mencionando