Güemes. Alejandro C. Tarruella

Güemes - Alejandro C. Tarruella


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derrotero del Bicentenario nos permite revivir en cuadros de pasión histórica y de conciencia nacional la lucha del general Martín Miguel de Güemes en los años duros de su galope heroico de 36 años en su entrega por la Patria de todos los suramericanos. No tengo dudas de que fue el más argentino de los salteños de su tiempo y también fue el más americano de todos los norteños. Digo norteños porque me refiero al eje geopolítico que abarcaba hasta el Pacífico, lo que actualmente es el puerto de Cobijas en la zona de Antofagasta, dependiente del Potosí, y que pidió la protección de Güemes, hecho que poco se recuerda en la historia. Por eso, fue un defensor del Atlántico en las Invasiones Inglesas y un defensor del Pacífico al apoyar y ser parte fundamental del plan sanmartiniano.

      El Güemes político es un capítulo aparte. El que asumió la gobernación autónoma de Salta en 1815, la Salta que abarcaba Jujuy, Tarija, Tupiza, en la actual Bolivia, y Santa María, en la actual Catamarca. El que estableció el Estatuto de Milicias Gauchas para que todos los paisanos y los gauchos, que llevaban el paisaje adentro, tuvieran la dignidad de vivir con sus familias sin tener que pagar arriendos a quienes no combatían en la lucha por la Independencia. Güemes no pensó en localías o provincianismos sino en aquel norte históricamente unido, como lo expresó Bernardo Canal Feijóo y reafirmó ese gran historiador del norte, Armando Raúl Bazán. Por eso, en todo fogón criollo debemos recordar que Güemes fue un hombre de la unidad nacional, cosa que demostró en el Pacto de los Cerrillos el 22 de marzo de 1816. Allí, luego de los agravios de Rondeau, que temía en Güemes el surgimiento de un nuevo Artigas y luego de declararlo traidor a la patria, el general salteño olvidó los insultos y firmó el acuerdo que dio lugar a la apertura del Congreso de Tucumán. Ese es pacto preexistente de la Independencia nacional. Fue recordado por San Martín como gobernador de Cuyo reconociéndolo como un hito, porque así se evitó una guerra civil. Por eso digo que también fue un hombre de la unidad nacional. En este Bicentenario de la muerte del general Güemes, este libro, no tengo dudas, permitirá profundizar esta línea de pensamiento y, por eso, celebro su lanzamiento.

      Martín Miguel Güemes Arruabarrena*

      * Martín Miguel Güemes Arruabarrena, escritor salteño, chozno del general Martín Miguel de Güemes, es académico de número, sitial Nº 7 Ricardo Rojas del Instituto Güemesiano de Salta, Jefe del Programa “Güemes recorre la Patria” de la Comisión Provincial del Bicentenario del gobierno de la provincia de Salta. Además, es periodista en medios gráficos, radiales y televisivos, gestor, difusor cultural y ensayista histórico. Estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires y cursó el posgrado en Gestión Cultural en la Fundación Ortega y Gasset. En 1999 se le otorgó el premio Persona al mejor programa radial de Salta, por Salta, Presente, Pasado y Futuro que emite hace más de diez años. Es autor de los libros Belgrano y San Martín en el Norte (1812-1814) y General Martín Miguel de Güemes: la soledad de la misión y la fuerza de la gloria.

      Un baqueano de cuna noble

      Martín Miguel de Güemes jamás imaginó el modo en que su nombre pasaría a la posteridad. Era una persona de cuidada formación, sencilla y despojada, capaz de actos temerarios y puesto a medir la adversidad, prefería desafiarla. Pertenecía a una familia de la alta sociedad salteña y se sintió uno más, un hombre del pueblo. Así, en la pura especulación de quien dispone a escribir acerca de su vida, es posible establecer que se trató de un personaje singular, aguerrido y perspicaz, con mirada amplia y objetivos precisos. Como protagonista de hechos notables, era indiferente al lugar que había ocupado y, al referirse a esos momentos, solía olvidar que había sido su actor central. Por eso, jamás se detuvo a mensurar sus pasos sino a actuar en circunstancias sumamente difíciles, desde las Invasiones Inglesas, cuando tuvo un papel descollante, hasta las luchas por la Independencia, cuando se produjo su traumática muerte en 1821.

      Martín Miguel fue hijo de una familia de inmigrantes propia de la etapa virreinal en la sociedad salteña de su época. La ascendencia española lo encumbró en su perspectiva social, aunque eso no incidió directamente sobre su personalidad o sus objetivos de existencia. Ese lugar garantizaba al niño una formación sólida y un futuro venturoso, aunque nada fácil, en cuanto al rol que iba a ocupar en la sociedad. Lo que nadie podría avizorar en tiempos de formación es que ese joven iba a alentar la construcción de un país independiente.

      Martín Miguel nació en la Ciudad de Salta el 7 de febrero de 1785. Dos días después fue bautizado por el presbítero Gabriel Gómez Recio en la Iglesia Matriz bajo el nombre de Martín Miguel Juan de Mata. El acta de bautismo rezaba que “En esta Iglesia Matriz de Salta, en 9 de febrero de 1785, yo, el Cura Rector más antiguo, exorcicé, bauticé y puse óleo y crisma a Martín Miguel Juan de Mata, criatura nacida de dos días e hijo legítimo de don Gabriel de Güemes Montero y de doña María Magdalena de Goyechea y la Corte”.

      Martín Miguel fue el segundo de los hijos del matrimonio y su hermano mayor, nacido en 1783, fue Juan Manuel. Luego iban a nacer Magdalena “Macacha”, en 1787; Francisca, Gabriel y Benjamín, en 1802; José, en 1803, e Isaac y Napoleón, en 1805, según lo recogió Cornejo. Ricardo Rojas interpretó, tomando un censo de 1779, que el hogar de Güemes era de “señores” de la época y contaba con servidumbre de indígenas y esclavos. Recordaría a la “mulata Úrsula” y al “negro Bernardo” y ocho criados más. En cierto modo, sin desconocer las distancias sociales de aquellos tiempos, Rojas señalaba que había un nivel de integración en lo íntimo de las familias que, por momentos, sorteaban los prejuicios para encontrarse en un plano de igualdades relativas en la profunda humanidad de todos y cada uno. Se trataba de una dimensión del vínculo que podía observarse desde la mirada de un recién llegado, aunque no estuviese asentada en la juricidad o en la formulación social de ese tiempo.

      Su padre, Gabriel de Güemes Montero, natural de Abionzo, provincia de Santander, en la región española de la Cantabria, recibió el nombramiento para ejercer un cargo administrativo en el Virreinato del Río de la Plata, a solo un año de su fundación. Una curiosidad es que el primer virrey, Pedro de Cevallos, también era natural de Abionzo. Güemes Montero fue designado en el cargo de Tesorero Oficial Real de las Cajas de Jujuy, el 6 de noviembre de 1777, y llegó a Buenos Aires el 17 de enero de 1778 para trasladarse a Jujuy y servir al rey de España. De ese cargo surgiría el apodo que lo acompañó siempre, “el Tesorero”.

      El casamiento de Güemes Montero, que tenía 29 años, con doña Magdalena de Goyechea y la Corte, de 15 años, se efectuó el 31 de mayo de 1778, en la Iglesia Matriz de Jujuy, ciudad en la que se radicaron. María Magdalena era de origen jujeño, hija de una familia noble, descendiente de Francisco de Argañaraz y Murguía, fundador de la ciudad de San Salvador de Jujuy.

      El 5 de agosto de 1783 el rey Carlos III creó la intendencia de Salta del Tucumán y Güemes Montero fue nombrado Ministro Tesorero de la Real Hacienda de esa provincia, en consecuencia, la familia debió mudarse allí con su primer hijo, Juan Manuel. Los Güemes compraron la hacienda El Paraíso, ubicada a 40 kilómetros de esa capital, y en el paraje El Sauce, que pertenecía a la hacienda, se establecieron con cierta precariedad y recibieron allí el nacimiento de su segundo hijo Martín Miguel. Algunos historiadores, como Cornejo, de trabajo fecundo y hallazgos trascendentes, dan otra versión y señalan que el futuro héroe nacional vio la luz cuando sus padres vivían en la calle de la Amargura, hoy Balcarce.

      La función de Güemes Montero no le impidió actuar frente a una rebelión por lo que fue reconocido por el entonces Intendente, Andrés Mestre, Gobernador y Capitán General de la provincia de Salta que resaltó: “Como tan amante al Soberano, dio [Gabriel Güemes Montero] también pruebas de buen vasallo cuando la sublevación de la plebe en


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