Güemes. Alejandro C. Tarruella

Güemes - Alejandro C. Tarruella


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disciplina y armamento y que estaba a cubierto de una trinchera y foso por donde pasaba toda el agua del río, lo atacó el 27 de octubre del mismo año de 1810 y fue rechazado como debía serlo. En seguida, Nieto destacó una columna como de 800 hombres al mando del mayor general José de Córdoba, al frente de la cual se fue retirando Güemes en orden y dejando el terreno palmo a palmo por la ruta de Tupiza”.

      En Cotagaita, el río San Juan del Oro separa el camino a Suipacha y allí el general realista José de Córdoba contaba con un conjunto de fortificaciones, con armamento y soldados para impedir que los patriotas pudieran cruzar a Potosí. Güemes ordenó el ataque para probar a su caballería tarijeña en su bautismo de fuego. Tenía absoluta confianza en sus hombres. Cuando comprobó que era imposible pasar debido a las fuerzas desplegadas en el lugar, ordenó una retirada de modo muy ordenado para no perder hombres ni pertrechos. Podría estimarse que se preparó para una batalla cuyo desenvolvimiento iba a ser en el campo y en el tiempo, y su episodio final, sería Suipacha. Esas tácticas que creó sobre los hechos son estudiadas hoy en detalle en el campo militar.

      Por su parte, Antonio González Balcarce, enviado por Buenos Aires para liderar las luchas en el Alto Perú, a la par que Juan José Castelli, hizo una interpretación personal de los hechos, ya que se adjudicó el triunfo y evitó mencionar a Güemes y a los salteños. Güemes podía ser utilizado, pero luego había que arrancarlo de la historia, porque en esa diferencia existía un asunto inconfesable: la definición del territorio nacional y el proyecto político. Los porteños no estaban dispuestos a dejar espacios para que líderes locales, caso Güemes que era un conductor no un mero jefe de milicias, dispusieran de poder. Lo cierto es que Cotagaita fue controversial a la hora de los diferentes relatos y algunos, incluso, ubicaban a Güemes luchando con los porteños cuando en realidad lo hizo al frente de las milicias de Tarija.

      Triunfo en Suipacha

      En la previa a la batalla de Suipacha, el general Balcarce dijo que no se debía abandonar al pueblo porque el enemigo tenía los ojos puestos en ese punto cercano a la frontera. En el atardecer del 6 de noviembre de 1810, Castelli en tanto escribió a Chiclana, en Salta, el mismo día: “Seré inoportuno hasta el extremo mientras no vea volar las tropas, mulas, mulas, mulas, víveres, víveres, dinero, artillería y cuanto hace falta para hacer tronar al Perú en este mes o tronar yo el primero”.

      Hay un detalle histórico que define el conocimiento del terreno que tenía el comandante salteño. El lado derecho del río San Juan del Oro era fangoso y por momentos impenetrable para quien quisiera deslizarse en el terreno. Las milicias tarijeñas de Güemes no fueron a ese espacio y se lo dejaron a los españoles para que se enterraran en el fango con su armamento. La batalla de Suipacha duró así unos pocos minutos, algo semejante a lo que sucedería dos años después en el combate de San Lorenzo con San Martín, que dejó llegar a los realistas para rodearlos y ganar el combate en escaso tiempo.

      Varios historiadores remarcaron la importancia de la participación de Güemes. En su libro Suipacha, primer triunfo argentino es obra salteña, Figueroa Güemes coincide con Sierra: “La batalla de Suipacha fue librada por la vanguardia salteña reforzada con doscientos setenta y cinco soldados del ejército de Buenos Aires: setenta y cinco de Balcarce y doscientos de Castelli. La infantería porteña jugó su mosquetería, obró la artillería y cargó la caballería poniendo en fuga vergonzosa al enemigo. La gloria del triunfo corresponde a los salteños sin excluir a los porteños, pese a las omisiones, contradicciones, reticencias y ampulosidad de Castelli quien se preocupó solamente de poner flores en su altar”.

      La manipulación histórica

      En el parte que construyó Castelli, se dice que el ataque se realizó “con tanto esfuerzo, valor, firmeza y gallardía” y precisión que hizo estragos en los realistas y permitió vencerlos sin atenuantes en solo media hora de lucha. Huyeron por cerros y caminos secundarios, dejando a su paso banderas, armas y municiones. En cambio, Sierra reconoce que “El triunfo de Suipacha encontró a Castelli en Yavi, desde donde [8 de noviembre] despachó la primera información para la Junta, que amplió dos días más tarde desde Tupiza, mediante un parte completo de la batalla que fue conducido a Buenos Aires por el mayor de Patricios Roque Tollo”.


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