Sello de Sangre. Nathan Burkhard
—¡Cállate! —bramó con seguridad.
—Tú no eres mi Rey —espetó Leudaroj.
—En eso tienes razón. Yo no seré tu rey —Adrex no pudo detener a su hijo, ya que antes de que pudiera hacerlo, Linus formó un campo de protección rodeándoles para que nadie interfiriera en lo trataba de hacer —Pero tampoco serás un príncipe.
Golpeándolo nuevamente, Leudaroj cayó de rodillas, antes de atacarle extendió las alas para poder luchar, pero su hermano se apoderó de ellas arrancándoselas sin compasión, el ángel condenado gritó ante la sensación de ardor, de dolor mientras que éstas eran arrancadas lentamente de su espalda.
Sin que nada pudiera detenerlo, el balance de su mundo se había visto amenazado, la tierra que ese ser nuevo sin alas pisaba comenzó a caer a pedazos mostrando el fuego del infierno —No llegaras a ser nada. Solo un esclavo condenado por querer tener algo que jamás será tuyo —dijo el mayor de los hermanos con fría autoridad.
Pero esa alma condenada no se amilanó, tomó el pie de su verdugo asegurándole algo —Tú te arrodillaras ante mí, te quitaré lo que más ames en la vida. Nos veremos en otra vida ¡Hermano! —y se soltó cayendo a las profundidades de un mundo que nunca le perteneció.
La caída fue dura, la sensación de ardor, de frío, hizo que su cuerpo no solo cambiara, sino que le hizo aún más débil de lo que solía ser, lo habían arrojado de su tierra, de aquella tierra que le pertenecía por derecho, le habían arrebatado lo que él consideraba suyo. Cansado por el agotador viaje, quedó en el suelo por horas, solo para despertar siendo diferente y ver que pertenecía a un mundo oscuro, un mundo al que siempre vio como un mundo destruido por un Dios que nunca supo comprender.
CAPÍTULO 2:
SILENCIO PODEROSO
Cerró con fuerza los ojos ante el vago recuerdo de su condena, la sensación de ardor, de dolor, de cómo su cuerpo caía por un abismo amargo, en cómo fue convertido en ese ser perverso y despreciable, el recuerdo aún permanecía fresco tanto en su mente como en su cuerpo, su vida era una copia barata de la historia de Hades y Uran, pero no comenzó con una simple disputa de poder y obtener terreno, comenzó por el amor de una mujer, esa mujer que fue su perdición, esa mujer a la que amo y no tuvo agallas de matar con su propia mano.
Sin más se llevó los dedos hacia los labios, apretó la mandíbula, pero aun así no pudo evitar recordar y quitar el sabor amargo de su boca —Siempre desee que fueses mía —un extraño sentimiento recorrió su espina dorsal, permaneció inmóvil, irritado consigo mismo por permitirse sentirse de esa manera.
Supo que el amor que le tenía a Triored podía ser solo más que una vana obsesión que lo lanzó a la inevitable catástrofe, pero no era así, la amó en su momento, pero le fue arrebatada por Linus, sí, Linus era su hermano mayor, el joven prodigio, el sabelotodo, el que tendría mayores beneficios por ser primogénito. Él no deseaba revancha, no deseaba poder ni congratulaciones después de una batalla o menos ganar una guerra, solo quería una familia y su error fue comentarle a su padre que deseaba la mano de aquella dama, le había hablado en varias ocasiones a su padre que amaba a Triored, pero como siempre, el favoritismo de Adrex era conocido, haciendo lo posible para alejarlo de lo único que él deseaba en la vida, condenándolo a no pisar terreno de Ángeles, condenándolo a hacer esclavo de los demonios, pero se equivocaron, logró trepar día a día un lugar en el reino demoniaco con la única oportunidad de poder ver a Triored una última vez, poder tenerla, pero fue tarde, demasiado tarde.
Para cuando lo hizo, aquel amor no era ni la sombra de aquella joven alegre y apasionada, Linus la había destruido, lográndola ver en su antiguo reino, ella estaba en medio de la oscuridad sentada en los jardines con una muy pequeña Alox en brazos, las guerras habían terminado por esos años, los Guardianes Oscuros tenían permitido pisar tierras enemigas con el único objetivo de dar inicio a sus reuniones anuales, donde debían guardar y respetar la tierra y promover la paz y deshacerse de sus verdaderos enemigos, los Axiul`s, y ese era el momento adecuado para él cruzar ese umbral, verla, decirle que aún la amaba y que no importaba nada.
Al tenerla tan cerca quiso acercarse pero entonces vio a su hija, aquel fruto que Linus anhelo no solo por amor sino por posición, por tener un lugar seguro en el trono, por tener asegurado un reino y el poder. Sonrió al verla, negó con la cabeza y retrocedió, entonces supo que Sagira era la mejor opción, la única opción para poder tener un aliado dentro, un rostro y una mujer que le conseguiría todo por odio y amor.
Quizás Natle solo fue parte de un daño colateral, las circunstancias no ayudaron a que el conocido demonio, Piora, lo hiciese una venganza personal, solo deseaba el lugar que su hermano le arrebato por ser el favorito de su padre, aquel padre que lo desprecio y lo dejó caer en lo más bajo por darle a su hermano mayor a la mujer que el más amó.
La venganza que tenía en manos no era solo porque Natle era hija de su hermano, nada tenía que ver con ello ya, todo eso era parte de un pasado y el destino se había encargado de poner a la hija de la mujer que amó en su camino, un camino que seguiría solo para conseguir demostrar a todos que Dios no era tan poderoso, todo era y simplemente una jugarreta del propio destino. Cerró los ojos nuevamente, apartando cada amargo recuerdo, cada sensación de derrota y se dio cuenta que mandarme a lado de Natle solo había causado más problemas de los necesarios, él jamás pensó que el destino haría que ambos hermanos se enfrentaran en una guerra por poder y dominio. Supo entonces que aún seguía siendo débil, el amor que le profesaba a Triored aún muerta le impedía arrancarle el corazón a su hija y esperaba que el último sucesor varón al trono de los guardianes lo hiciera como era debido, despertando odio, celos y sobre todo duda, algo a lo que nosotros los hombres nos carcome aún más que a las mujeres.
Para ello me envió dando justo en el clavo, Joe era aún más celoso de lo que yo pensaba, ni yo lo era tanto, éramos rivales, sin saber que un secreto más nos acompañaba a ambos, un lazo oculto que solo una sola persona guardaba por el bien de todos. Si bien los planes de Piora era que Natle cayera en un colapso emocional, con Joe en el camino solo lograba que ella se aferrara a la vida y que diera su alma misma por su salvación, pero si él la dejaba, ella no lucharía por nada que fuese ella misma, volviéndose egoísta, volviéndose lo que él siempre esperó.
Levantando su copa en un silencioso brindis, la oscuridad no le permitió ver más allá de su soledad, su vida había sido convertida en un laberinto, dio una sonrisa ante tantos recuerdos, sin saber que su victoria estaba más lejos de lo que él mismo creía, no tenía la remota idea de que ambos jóvenes habían unido sus vidas, sus almas y sus corazones, ni yo mismo lo supe hasta que fue demasiado tarde, ya que hubiese hecho todo lo posible para que esa unión no se diera, aunque mi vida se extinguiera en el proceso, pero creo que es algo que nos sorprendió a todos al final.
Eternos amantes, sobrevivientes a una guerra sin fin, obteniendo almas y dejándolas marcadas en el proceso, teníamos ya el inicio a nuestra libertad, lo que nuestros padres y antepasados no pudieron conseguir en años de lucha y guerra.
Con la tonta y absurda idea de que Natle regresaría a sus dominios, esperó sentado en su trono con una copa llena en mano, esperando algún movimiento, pero las horas corrían, carcomiéndole por dentro, esperaba ansioso su llegada, perdiendo el poco autocontrol que le quedaba. Entonces sintió una leve caricia en los hombros haciéndolo estremecer, volvió el rostro solo para ver a su prometida, aquella mujer que poseyó con hambre por el simple hecho de olvidar a la verdadera mujer que deseó a su lado, ella intentó darle algo de diversión, a lo que él se negó.
—¡Ahora no! No estoy de ánimos para tus juegos y mimos —espetó con rudeza, quitando bruscamente la mano de su hombro.
Su amante misteriosa al ver su rostro pétreo, no podía dejar pasar ese momento tan vulnerable de Piora —¡Querido, tranquilízate! Toma todo con paciencia para tu bien y el mío.
—¡Tan solo vete! No me des prerrogativas que ni yo mismo puedo ahora aguantar, necesito respuesta ante cualquier cosa que sucede en esta casi mañana —no deseaba que la