Sello de Sangre. Nathan Burkhard

Sello de Sangre - Nathan Burkhard


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está hecho —extendió las manos —Seré misericordioso y conservarás no solo su vida, sino la de tus seres más queridos —regresó a tu trono y soltó un suspiro —¡Vete ya!

      —Antes de que me vaya y me aleje de ti, quiero saber la verdad.

      —Tienes una lengua viperina —lanzó una carcajada menos ronca y estridente de lo normal —Me gusta tu manera de ver las cosas... Crudas, sin maquillaje, sin tintes y vacilaciones —dijo con fingida indiferencia —¿Quieres saber si hubieses podido tener un futuro con ella?

      —La verdad, solo quiero saber la verdad ¿Tuve alguna oportunidad?

      —¿Quieres que sea sincero? —por un momento Joe vio en Piora un atisbo de debilidad y compasión.

      —Claro que sí. Aunque creería que jamás lo has hecho en tu vida.

      —Antes de ti. Antes de todo, antes de ser lo que soy, tuve un corazón al cual desecharon e hicieron que se pudriera en lo profundo de su miseria —le explicó —Así que digamos que hoy es tu día de suerte —arrugó la nariz —Me siento compasivo y es algo muy raro ¡Créeme! Y mereces la verdad después de todo —hizo una pausa significativa, tomando aire y continuando —No tienes futuro con ella. Jamás sucederá, aunque si prefieres que te mienta, podría decirte que podrás irte con ella, huir, vivir una nueva vida y tener la familia que sueñas, que Natle sea tu esposa, la madre de tus dos adorables hijos, que por cierto son encantadores y muy fuertes. Aunque tu hijo mayor será un poco duro como su abuelo Linus…Bueno —se encogió de hombros —Siempre el crimen se lleva en la sangre ¡No lo crees así, Joe! Pero alejarte de ella, para que conserve su vida es alejarte de todo lo que ella fue una vez, alejarte de sus besos, de sus caricias.

      Trató de tragar sus lágrimas, mostrarse débil y dolido solo magullaba su ego ya herido, con los ojos aun brillantes se dio cuenta de que Piora por una vez en largo tiempo mostraba pena, aunque sabía que solo era fingida, además de su charla de moral y ética, sugestionando todas las palabras, habló de lo justo e injusto, de lo bueno y malo, de lo caótico y determinado que era la vida.

      —En verdad no logro entenderte, no entiendo qué tratas de hacer Piora ¿Qué es lo que deseas lograr?

      —Una pregunta justa. Un punto justo creo yo —declaró aferrándose a sus palabras —Yo solo quiero lo que es mío. Lo que me arrebataron hace décadas y sin miedo alguno me condenaron a un mundo oscuro. Acaso no estás cansado de ser un segundo plano —volvió el rostro hacia la daga, aquella daga que como él tenía una larga historia.

      —¡No! ¡No creo! —respondió cortante Joe.

      —Es de suponerse ¿Ni con Max?

      —No entiendo. ¿Qué tendría que tener él? ¿Quién es él para que yo pudiera sentirme rechazado, excluido?

      —A su debido tiempo, lo sabrás a su debido tiempo.

      —Creo que el tiempo implica mucho. Ya que estamos hablando ahora, porque no decir la verdad.

      —Soy tan claro, como la tela que cubre el dosel de mi cama. Su vida estará a salvo, pero no te aseguro que tendrás a Natle contigo cada día, cada noche al despertar, en tu cama… Como ahora.

      —¿Podré despedirme de ella? —dijo con la voz rota ante las lágrimas.

      —Es mejor que no, solo vete.

      —No es fácil poder tomar una decisión así, darte todo y dejarla

      Las opciones que ese demonio le daba no eran del todo negociables, pero la salvaría de una penosa extinción, la salvaría de él mismo, aunque la idea de escapar y dejar todo atrás era tentadora, pero sabía que tarde o temprano, esas ansias, esa locura de la que tanto Piora hablaba, podría surgir y se vería cegado en tomar su vida, su corazón y llevarse su alma en el proceso.

      —Te estoy ofreciendo la mejor de las salidas, la mejor opción, algo que ni Miaka te permitiría.

      El muchacho confundido, cerró los ojos por un momento —Por favor, solo dame tiempo para despedirme.

      —No tienes tiempo, Miaka está en busca de todas las pistas del sello y con ello hará posible seguir los mandatos de Linus, desaparecer hará que aún viva —le sostuvo la mirada.

      Joe se negó, sacudió la cabeza y trató de no pensar en ello —¡Dios! —gimió, cerró los ojos y trató de irse, pero Piora lo detuvo.

      —Conservará la vida, pero no te aseguro que conservará su amor por ti —Joe se paralizó, abriendo los ojos como platos, había aceptado un trato y una condena —El final de un maravilloso cuento de hadas no existe, no existe el felices para siempre. ¡Mantén tu parte del trato que yo mantendré la mía! Pero si osas a traicionarme, te acabaré como lo hice con tus padres, ahora desaparece de mi vista antes que mi oferta deje de ser tan tentador ¡Tómalo o déjalo! pero lárgate de mí maldita vista ¡Ahora! —ordenó dejando a Joe a la deriva, regresó a su asiento deslizando su capa hacia atrás, obligándole a seguir con el curso que ese demonio le había dado a su nueva vida, volvió el rostro viendo por última vez la daga, pero supo que no sería la última vez que vería a ese demonio embustero.

      Deslizó sus alas, cubriéndose con ellas y desapareciendo de ese lugar, solo para dejar a un demonio sonriente —Mi querido niño acabas de darme más tiempo para obtener lo que por derecho me corresponde —inquirió él a la oscuridad —Acabas de unirte a mí sin saber que tu alma me pertenece —sin poder evitarlo las carcajadas de ese maligno resonaron por la habitación, Piora había vencido y esta vez era real —Su vida vale oro, sus sueños valen mucho más que el oro y su corazón, vale más de un mundo. Vive o muere, surge o húndete, levántate o cae, gana o pierde… Tómalo o déjalo. Es la opción que tendrás, pero junto a mí tendrán inmunidad al igual que los tuyos obtendrán la libertad y lo más importante de todo, ella seguirá con vida.

      CAPÍTULO 3

      TORTURAS SENTIMENTALES

      Joe no sabía si regresar a la habitación de Natle era lo correcto, de pie ante su puerta no supo en qué momento se había dejado llevar por sus miedos, intentó en no pensar en cada palabra que Piora le había arrojado sin más, pero la amaba demasiado como para ser su verdugo, la amaba demasiado y tenía que tomar por primera vez una decisión que le arrancaría el corazón mismo.

      Su opción era dejarla de la manera más cobarde, sin despedidas, sin llanto, sin reclamos, sin verla llorar ante su ausencia, aunque supo que era un desgraciado por dejarla después de haberla hecho suya por primera vez, después de haberle arrebatado la virginidad, en realidad él no deseó llegar tan lejos pero la necesitaba con una hambre más que feroz, necesitaba de ella.

      Pasó el duro nudo que se había formado en su garganta, se llevó las manos a los bolsillos y sin poder resistirse, dejó caer su frente contra la puerta, como saber la verdad si su mundo estaba plagado de mentiras, sus guardianes no eran de fiar y sus decisiones solo lo llevaban a un solo camino, al tener que arrancarle el corazón del pecho y obtener un poder que ninguno de los dos pidió, cerró los ojos con fuerza y endureció su corazón, era la única salida que le quedaba —Lo siento, cariño mío. No sabes cuánto lo siento —sin más, giró sobre sus talones, los escasos rayos de luz iluminaron su rostro, un rostro endurecido, la mandíbula tensa y los ojos perdidos, caminó por los pasillos y salió de Ben Cork para siempre, era mejor de esa manera, era mejor no verla al rostro y romperse, era mejor olvidarla para siempre.

      Abandonándola en aquella habitación que fue testigo de un amor sincero, dejándole aun dormida, sin explicación, sin motivo, sin una palabra o un beso de despedida, sin el calor de sus brazos, de sus caricias y besos, cubierta con las sábanas que aun mantenían su sudor y el lodo de sus cuerpos.

      Natle jamás le perdonó su ida, jamás le perdonó la manera en cómo la dejó sin explicación, sin motivo y sin un beso de despedida, solo sintió repulsión por ella misma, repulsión ante esa entrega total y creo que yo contribuí con ello en los posteriores días.

      Joe


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