Sello de Sangre. Nathan Burkhard

Sello de Sangre - Nathan Burkhard


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suya también en aquella habitación al dejarla, endurecido, trasformado en alguien que ni yo mismo llegué a conocer, sin muchas explicaciones estacionó su auto y bajó de él solo para entrar a su casa, subir las escaleras y encerrarse en su habitación. Abrió su closet y sacó su bolso y una maleta, abrió cajones, estantes, y guardó todo como si le faltara manos para llenarlo de sus pertenencias, el ruido que hacía era estrepitoso, cajones que caían, prendas de una lado a otro, con el ceño fruncido, la boca en una línea recta, no quería decir ya nada y no había más que decir.

      Entonces su mano tomó instintivamente la última foto que se tomaron, ambos estaban abrazados, besándose, mientras que la luz del sol de ese atardecer brillaba en sus rostros, la cámara logró captar la imagen en su esplendor, logró captar un verdadero amor, pero todo debía acabar y Joe se lo repetía tantas veces como si quisiera convencer a alguien, sin saber que deseaba convencerse a sí mismo de ello —Todo acabo —repitió en voz alta —Todo termino. Nunca más, nada de sueños absurdos, de ideas estúpidas —se reprendió a sí mismo por sus sentimentalismos tontos y después de minutos de tortura mental quiso aceptar que era lo mejor, pero una parte de él se negaba a comprender que quizás ese sacrificio no era necesario —Eres parte de mi pasado.

      «Nunca tendré una familia contigo, tener dos maravillosos hijos. Poder acariciarte cada noche, tenerte a mi lado cada mañana y saciarme de tu olor, embriagarme de tu amor ¿Cómo poder tener esa oferta? Siempre hay luz al final del túnel, pero perderte será el sacrificio más doloroso que he tenido que hacer en toda mi maldita vida.»

      Se lo repitió tantas veces convirtiéndolo en su mantra, tantas, que solo le quedó lanzar la fotografía enmarcada contra la pared y ver como se hacía añicos, sin poder más cerró la cremallera de su bolso y de su maleta, encontrándose desesperado por primera vez en años, necesitaba escapar.

      Los ruidos provenientes de la habitación contigua, solo alertaron a sus padres de su presencia, levantándose apresurados de la cama, abrieron la puerta de la habitación de su hijo de par en par, solo para encontrarlo a punto de irse —¿Joe? ¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó su padre, aturdido por su extraño comportamiento.

      —Creo que es obvio lo que hago, papá —respondió con agresividad.

      Su padre consternado por la manera tan agresiva y ruda en la que su hijo respondió, le pareció extraño y fuera de lugar —¡Joseph! Se lo que es obvio, pero merecemos una explicación. Venir y hacer las maletas es indicio de que algo tramas.

      —¡No! Mamá, papá. Estoy bien, más bien díganme ¿Cómo está Max? —logró sacar muchas más cosas necesarias para su viaje, no quería tener un motivo para regresar.

      —Hijo... Hijo —su madre no lograba entender la prisa de su hijo.

      —Max está recuperándose bastante bien, aunque tú —respondió su padre.

      Tomó sus bolsos y trató de irse, pero su madre se interpuso —¿A dónde vas? ¿Qué estás haciendo Joseph?

      —¡Debo irme! Debo irme de aquí lo más antes posible —apretó la mandíbula como si el simple hecho de pronunciar su nombre le causaba daño, tanto que sentía como su piel se desgarraba —Pero sin Natle.

      —¿Qué? ¡Joe! ¿Has perdido la cabeza? ¿Adónde diablos podrías ir? Estás en la universidad. ¡Natle! Natle enloquecerá cuando se entere —su padre trataba de hacerle entrar en razón, mientras que Anna trataba de detener a su hijo.

      —Ella estará bien sin mí. Será lo mejor, por la universidad no te preocupes, solo quiero alejarme de ella —las palabras que Joe emitía hizo que su padre lo desconociera.

      —No comprendo Joe. Si has tenido una discusión con ella, arréglalo lo más pronto posible, no la puedes dejar sola en estos momentos, se lo que sucedió, Jonathan me llamo, me explicó y eres la única persona que puede mantenerla... —trató de buscar la palabra adecuada.

      —¿Mantenerla a régimen? ¿Tranquila? ¿Mantenerlos a todos a salvo? ¿O él único que puede matarle cuando pierda el control? —dio un paso adelante con sus cosas, pero su madre lo detuvo sosteniéndole de los brazos, rogándole no solo que se quedara sino que diera una explicación a su conducta, pero Joe solo veía la forma de salir de allí, no quería escenas, no quería reproches y sobre todo no necesitaba la presencia de Natle en esos momentos, ni ahora, ni nunca —Yo no pedí esa responsabilidad.

      —Joseph, cariño. Por favor —rogaba entre lágrimas, lágrimas que a ese hijo no le importaron.

      —Mientras yo esté cerca de ella todo acabara más rápido. Necesito tiempo, tiempo para poder salvarla de mí mismo, todos ustedes correrán riesgos. Pueden morir y eso no puedo permitirlo, no puedo dejar que a ustedes les pase algo malo como paso con la familia de Natle o con la familia de Max. Eso jamás me lo perdonaría y no me arriesgaré a que ella los mate —concluyó.

      —Hijo, eso se puede solucionar ¿Para qué irte? ¿No puedes acaso hablar? —preguntó su padre —Trata de hablar con Natle. Estás cometiendo una locura.

      —Irme es lo mejor, mientras más alejado este, no correrá riesgos a morir por mis manos.

      —Pero correrá el riego de morir por otras manos que no sean las tuyas —su padre sostuvo su mano con fuerza.

      —Sin mí a su lado estará a salvo de todo. Jamás le quitaría la vida, pero tampoco permitiré que otro lo haga, acabo de tomar una decisión que implica que me aleje de ella lo más posible a cambio de su vida —se soltó con brusquedad mostrando su lado tétrico y oscuro —Así que quítate de mi camino —al ver Tom la forma agresiva de su hijo, opto por levantar la mano tratando de darle una bofetada, pero su madre se interpuso en medio de ellos dos.

      —¡No! ¡Tom, no lo hagas! ¡Es nuestro hijo! —le rogó.

      —¡No lo es! ¡Este no es mi hijo! —dijo con desdén.

      —Por favor... Por favor —gritó su madre desesperada —No digan cosas de las cuales se puedan arrepentir después —volvió el rostro hacia su hijo tratando de calmarlo, pero era inútil —¿Estás seguro de ello? Ambos deben calmarse, hijo debes recapacitar, no puedes irte así por así. Natle te necesita, ella te necesita más de lo que tú puedes llegar a creer.

      —Madre no hay nada que recapacitar —volvió a su maleta, tomándola finalmente entre sus manos —Debo irme, por bien de todos.

      —¡Hijo! ¡Hijo! ¿Dónde iras? ¿Cómo le explicaremos esto a Natle?

      Su padre logró obstruir la puerta, evitando que pudiera salir —No te iras de aquí. No lo permitiré —rogó con desesperación, pero ese no era su hijo, estaba absorto de emociones, de sentimientos, no importaba nada más que su bien —¡Mírame a los ojos! Mírame a los ojos cuando de hablo.

      —¡Tom! Por favor, debes dejarme ir. Tengo medios, tengo manos y puedo trabajar. Debo irme y no quiero faltarte al respeto por esto —dio un paso, pero su padre lo contuvo con la mano.

      —¡No! —rugió —No dejaré que salgas de aquí y no saldrás por esa puerta —su padre estaba haciendo lo posible para poder retenerlo.

      —Quiero que le regreses esto a Max —le entregó a su padre el mismo sobre que yo le había entregado la noche anterior —Él es la persona más adecuada para ella, él sabrá que hacer.

      —¡No! No lo harás. Joseph Daniel Cooper Greisen ¡No lo harás! —gritó su madre.

      —Tom… Anna ¡Lo siento! Son unos maravillosos e increíbles padres, pero no puedo hacerlo —tomando la iniciativa, pasó por entre sus padres, bajó las escaleras con sus cosas en mano y salió por la puerta principal rumbo a su auto. Abrió la maletera y guardó sus cosas lanzándolas con furia, mientras sus padres bajaban con rapidez para poder detenerlo, pero Joe ya había encendido el auto y salió del lugar, escuchando los gritos de sus padres detrás de sí, implorando que regresara, pero Joe hizo caso omiso a los gritos pisando el acelerador perdiéndose en medio de la calle, Tom abrazo a su esposa deseando poner alto a sus gritos,


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