Sello de Sangre. Nathan Burkhard

Sello de Sangre - Nathan Burkhard


Скачать книгу
secó sus lágrimas con el dorso de sus mangas, mientras que su muñeca adolorida solo hacia mella ante el dolor que sentía verdaderamente en el corazón, se llevó las manos temblorosas hacia la cabeza, además de las múltiples punzadas que se acumularon en su corazón, la presión, un escalofrío cubrió su espalda, haciéndole perder las pocas fuerzas que conservaba, solo para cerrar los ojos y dejarse caer en las profundidades de la oscuridad.

      Ray al verla caer, se apresuró para sostenerla entre sus brazos, Philip tan solo gritó su nombre a la distancia quedando perplejo ante su desvanecimiento. Ray se preocupó, sostuvo su cabeza, temía moverla, ya que podía ser una de las secuelas de la batalla de la noche anterior —¡Natle! ¡Natle! —trataba de hacerla despertar —Trae a Jesse, ella sabrá que hacer —le pidió a Philip quien salió de la habitación en busca de la nueva estudiante.

      Cuando la encontró en el pasillo, el rubio la tomó del brazo y con el rostro pálido y los ojos tan grandes solo le pidió su ayuda —Tienes que ayudarnos —la tomó del brazo y la arrastró por el pasillo llevándola a la habitación, Jesse al verla en el suelo corrió hacia el baño, tomó una toalla humedeciéndola y regresando junto a ella.

      —¿Qué le sucedió? —preguntó ella, arrodillándose y dando leves toques con la toalla húmeda a la frente ardiente de Natle.

      —No lo sé —respondió Ray.

      En su delirio, abrió los ojos lentamente, solo para preguntar por la única persona que necesitaba en esos momentos —¿Dónde está Joe? Solo dilo, solo quiero saber dónde está él… estos dos últimos días sé que fue una locura, sé que cometo errores y errores, sé que debo ser fuerte pero sin Joe a mi lado mi mundo está roto, no tengo con que sostenerme, soy un maldito desorden, dime dónde está.

      Ray elevó la mirada, solo para ver a los ojos a Jesse, tratando de descifrar algo, mientras que la joven mortal limpiaba el rostro de Natle con el mayor de los cuidados —No. No sabemos de qué hablas. Vi a Joe anoche. Después del incidente con Max, eso fue todo, apenas y he mantenido contacto hoy con él.

      —¡No! ¡No! Sus padres me dijeron que se había ido, había dejado la casa, eso es una gran mentira, él jamás me dejaría, él no puede dejarme ahora que —y volvió a romper en llanto en los brazos de aquel nuevo amigo.

      Ray extrañado de su frase incompleta, la tomó de ambos brazos, separándola y pidiéndole una explicación —De qué estás hablando Natle ¿Él no puede dejarte ahora por qué?

      —¡No! Es solo qué —tragó saliva tratando de no decir más.

      —Natle ¿Qué rayos pasó? —la observó extrañado.

      —¡Ray! Por favor, creo que estas lastimándola —Jesse tocó el hombro del castaño al ver como asió con fuerza los brazos de Natle, lastimándola.

      —¡Nada! ¡No pasó nada! —cerró los ojos evitando el duro escrutinio al que su amigo la sometía.

      —¿Por qué no le llamas a su celular? Ray llámale, tú tienes el celular siempre a la mano —exclamó Jesse.

      —¡Natle! —Philip se arrodilló ante ella, tomando su rostro entre sus manos —¿Qué es lo que pasa? ¿Qué pasó con Joe?

      Como se lo pidió, sacó el móvil de su pantalón marcando el número de Joe, pero fue mandado directamente a casilla de voz —No contesta.

      —Vuelve a intentarlo —exigió Jesse.

      Obedeciendo la orden, volvió a marcar por una tercera vez, pero esta vez Natle se lo arrebato de las manos, corriendo y encerrándose en el baño —¡Joe! ¡Joe! ¡Soy Natle! ¿Dónde estás? —formó una media sonrisa paranoica, sin darse cuenta que estaba hablando con una contestadora —Por favor llámame o ven a buscarme, ya tendré todo el equipaje para irnos, por favor dime ¿Acaso hice algo malo anoche? O ¿dije algo malo? Por favor no me dejes así, llámame. Fue maravilloso lo de ayer… mi… mi teléfono esta sin batería, pero cuando esté listo te llamaré o quizás puedas venir —colgó, sin antes caer detrás de la puerta.

      Ray llamó a la puerta con sus nudillos, mientras que su sollozo inundaba el baño, estaba tan temerosa, confundida y sobre todo herida —¡Natle! Toma tus cosas y alístate para clases, haz tu rutina normal, eso es lo mejor que puedes hacer ahora, no puedes encerrarte en el baño para siempre, te necesitamos atenta —hizo una pausa significativa, pegando su frente en la puerta —Por favor, cualquier problema que hayas tenido con Joe, sé que lo arreglaran siempre sus discusiones son temporales, ambos son temperamentales. Un amor como el suyo no puede acabar así por así ¿Me escuchas?

      —¡Natle! Ray tiene razón. Qué te parece si te acompaño a ver a Max después, sé que él estará contento de verte, y podemos ver cuando le darán de alta —mencionó Philip desde atrás de su amigo.

      —¿Ahora? —no sabía que más decir —Pero... —trataba de no llorar.

      —Nada de peros. Ve y alístate, cámbiate —esos dos amigos tercos, se giraron sobre sus talones y salieron de la habitación, dándole su espacio, ya que Natle no deseaba miradas iracundas, tensas y de compasión por un estado emocional tan frágil.

      De la nada sintió la voz de Ray nuevamente —Y… puedes devolverme mi celular. Tengo llamadas pendientes.

      A la distancia una furiosa Jesse logró gritarle —¡Raymond! —chillo ante el insensible comentario, tomó su camiseta en un puño y lo obligó a salir de la habitación.

      —¿Qué? Necesito el móvil, sabes muy bien eso.

      —El celular me importa un rábano ¡Acaso no ves a Natle! ¡Cielos! Eres o te haces el idiota.

      —Seré lo que tú digas, nena —Ray sonrió con picardía a una sonrojada Jesse que fue invitada a participar en un nuevo problema. El trio salió de la habitación y la dejó sola.

      Natle reaccionó abriendo la puerta y sacando la cabeza para ver si aún había alguien, pero estaba sola. Ella no tenía idea de cómo sobrevivir después de eso sin Joe, dándose cuenta que debió haberse alejado de él lo más posible, debió alejarse de todos, abrió mucho los ojos ya que las lágrimas amenazaban con rebozar, eran lágrimas de ira, decepción y sobre todo de odio.

      —¿Por qué Joe? ¿Por qué lo hiciste? —se cuestionó ella misma, entre el llanto y el celular en mano, se sintió invadida por una temeridad que desconocía en esos momentos, sabía muy bien que era el miedo, pero esa sensación era una más fuerte, más que miedo, supuso que lo que sentía era solo por estar entre la confusión y el no saber nada de Joe.

      Miró a su alrededor, sin saber cómo romper esa insoportable e inquietante calma, con un nudo en la garganta, pensó en tantas cosas, supuso muchas, pensó en cada palabra de Gabrielle, dándole una veracidad inquietante, una sin fundamentos.

      Instintivamente deslizó su mano en su bolsillo, sacando el medallón de Joe, aquel objeto, el único que le había dejado antes de su partida, antes de alejarse de su vida sin una nota, una despedida, un abrazo o tan solo una última caricia.

      En ese instante recordó el celular de Ray, aún estaba en su mano así que volvió a marcar el número, pero como siempre, mandaba la llamada directo a casilla de voz, dejándole uno de tantos mensajes —¡Joe! Sé que quizás esto es un error, quizás estas ocupado y tratas de desviar nuestras pistas —sus labios se curvaron en una sonrisa, una leve sonrisa que no llegó a brillar en sus ojos —Por favor, llámame y dime cuando podremos vernos —colgó, volviendo la mirada hacia el medallón y con ello el día se fue apagando, además de los múltiples mensajes que le dejaba por ambos celulares sin recibir respuesta alguna.

       Joe, por favor regresa ¿No sé qué hice mal? ¿Acaso estuvo mal lo que paso anoche? Regresa estoy esperándote para irnos.

       Joe es casi mediodía y aun espero por ti, nadie sabe que debemos irnos.

       Joe es casi la una de la tarde, te espero para comer.

       Joe son las dos de la


Скачать книгу