Sello de Sangre. Nathan Burkhard
las ganas de comer no aparecieron ni para salvar su vida, Jesse al no verla en la cafetería le hizo una visita, llamó a su puerta varias veces sin recibir respuesta alguna —¿Natle? —dijo en un leve susurro, pero no hubo la respuesta que ella deseaba, volvió el rostro hacia el pasillo y decidió que era mejor buscar a Ray.
Por un momento dudó en levantar la mano y llamar a su puerta, pero se obligó a hacerlo —¿Ray? —llevó la mano a la perilla y abrió.
él se volvió hacia ella y frunció el ceño —¿Qué pasa Jesse? —preguntó dejando sus libros en la mesa.
—¡Es Natle! No responde, fui a verla a su habitación, toque pero nada —hizo una pausa significativa —Podrías ir a verla —rogó con desesperación.
—¡Ok! ¡Ok! —soltó el aire y estuvo ya listo a salir por el umbral de la puerta cuando ella lo detuvo —Te vi —dijo con voz ronca y mordiendo el interior de su mejilla.
Por un instante él no supo que contestar, se quedó impávido en mitad del camino, pero se pudo notar que los músculos de su espalda se tensaron en el proceso —¿Qué viste? —le preguntó bruscamente sin volverse a ella.
Tomó aire varias veces para poder decirlo —Sabes perfectamente de lo que hablo, te vi en el anfiteatro hace unas noches.
Ray apretó sus manos en puños y temió volverse, enfrentarla no era lo que deseaba, pero le lanzó una mirada desde su hombro —Creo que te equivocas.
—Ray —ella dio un paso hacia él, extendió la mano para poder tocarle, pero temió ante su reacción, bajando la mano y apretándola contra su pecho —¿Qué eres?
—No te doy miedo.
—¡No! Por qué lo tendría.
—Porque no soy humano, pero tengo sus virtudes y debilidades, a comparación suya nosotros estamos dotados de poderes y alas.
—Un ángel —respondió ella maravillada ante la idea.
—¡No! Un rebelde, un Yiyans —apretó la mandíbula y se negó a verla, así que trató de poner fin a su conversación —Lo siento Jesse.
—Ellos son igual a ti ¿Cierto? ¿Natle, Joe, Gabrielle?
—Tengo que ir a verla —murmuró —Lo siento —se disculpó una vez más. Ante ser descubierto, extendió sus alas y se cubrió con ellas desapareciendo de su habitación.
Siendo testigo de aquella fuerza y deslumbrada por la hermosura de Ray, sonrió, soltó un suspiro que le llegó hasta lo profundo de su corazón, un corazón que latía solo por él.
Cuando apareció en la habitación de Natle, soltó el aire, cerró los ojos y negó con la cabeza al verla en la cama, hecha un ovillo y con los ojos rojos de tanto llorar, dio unos cuantos pasos hacia ella, se sentó en la cama reclinándose sobre las almohadas —¡Natle! —extendió la mano y quitó de su rostro los mechones apelmazados por sus lágrimas, al no recibir una respuesta, la tomó entre sus brazos y la acunó en su mecho como a una niña, ella no rezongó o se quejó de aquella acción, tan solo hundió su rostro en el pecho de Ray y tomó entre sus puños su camiseta, sintiendo por un momento un poco de paz.
—¡Basta Natle! —le pidió con delicadeza —Sé que es difícil, pero quizás se le presentó algo. Por favor debes comer —no obtenía respuesta —Sé que me escuchas, deja de llorar, deja de cerrar la puerta, deja de encerrarte o me veré obligado a que Jesse duerma contigo, no me importa sacrificar mis noches de sueño y a ella tampoco le importará. Por favor, estamos recogiendo tus pedazos lentamente, pero aun así tú los vuelves a lanzar al aire. Debes entender que Joe regresará. ¡Él regresará! Siempre lo hace.
—No lo hará. Está vez él no volverá —fue la respuesta que logró dar balbuceando.
—Por favor. No nos hagas esto. No ahora.
—¿Y lo que Joe me está haciendo? —dijo con la voz dura y llena de resentimiento.
—Eso es algo que... —hizo una pausa, pensando bien en que decir —Creo que no sabemos cuál es el verdadero motivo de que haya desaparecido. Juro que traté de localizarlo, lo llamé, hablé con sus padres, pero ni ellos pueden darme razón de su paradero.
—¿Piora? —preguntó.
—Sabes bien que Piora no puede tocarle. Él es poderoso, Joe es poderoso y no se dejaría atrapar o matar fácilmente. Piora no está involucrado en este dilema.
Pero se equivocaban, había logrado llegar a él mucho más rápido de lo que ellos creían —No me trates como a una niña. No me compadezcas.
—Eres una niña, Natle. Lo eres aún.
—Tú no sabes nada de mí Ray, eres solo alguien nuevo.
—¡Te equivocas! Te he visto hace mucho tiempo.
—Quiero estar sola.
—Esta noche vendré y más te vale que la puerta no esté cerrada por que la romperé y me importa un huevo si tienes que poner una estúpida cortina para que no te vean dormir. ¡Entendiste! —estaba molesto, pero no deseaba ser brusco con ella en esos momentos, a lo que Natle optó por alejarse de él abrazando su almohada, Ray se levantó viéndola rota por dentro y fuera, cerró los ojos ya que ese dolor podía sentirlo, maldijo a Joe una y otra vez, ya que no entendía por qué se alejó de ella si tanto amor le profesaba, verla así, sufrir, llorar, se negó a hacer pasar a Jesse a ese martirio, comprendió entonces que su madre tenía razón, los sentimientos humanos solo lograban hacerlos frágiles, sin más que hacer, abrió la puerta y salió de la habitación.
Una vez sola, tomó el móvil en sus manos y marcó nuevamente el número que ya sabía de memoria, pero al llevarla de nuevo a casilla de voz, explotó, sin importarle nada, le dejó un mensaje para nada tranquilizador.
—¡Joe! ¿Joe? ¡Mierda! Dime dónde estás yo iré a ti. No me hagas esto. No me hagas esto, te lo suplico —su llanto se escapaba, pero trataba de mantenerse al margen —Por Favor, Regresa… Regresa —suplicó, solo para luego enfurecerse ante su desprecio —¡Maldición Joe! Eres un completo idiota —gritó solo para lanzar el móvil a la cama y volver a sentirse miserable.
Para la noche, Ray cumplió no su promesa, más bien su amenaza, apareció en su habitación con una bandeja de comida, le llevó panecillos de chocolate, chocolate con leche, huevos con tocino y tostadas, estaba molesto, pero no quería verla morir de pena y mucho menos de hambre —¡Natle! Por favor, levántate, lávate las manos y ven a comer. —encendió la luz, iluminando toda la habitación.
Natle entrecerró los ojos, adaptando sus ojos a la orden de despertar, viendo entonces la bandeja llena de comida —Para quién es eso ¿Para mí o para un regimiento?
—Para ti —dijo cortante, poniendo la bandeja en la mesa —¿Qué esperas que no te levantas?
—Por favor, Ray. En verdad no tengo muchas ganas de comer.
—Comes o comes. —la amenazó.
Sin más Natle se levantó a duras penas, se lavó las manos, el rostro, intentó comer, pero su estómago tenía un duro nudo que no le permitía pasar bocado más que vomitar.
—No puedo —se llevó la mano a la boca, cubriéndola, las náuseas le impedían poder comer.
—Aunque sea toma el vaso de leche —pidió Ray, alcanzándole el vaso y viéndola tomar pocos sorbos hasta terminar.
—Gracias.
Natle más cansada de lo habitual fue al baño, se lavó los dientes, se cambió de camiseta y pantalón y regresó a la habitación para descansar, al ver a Ray acomodarse en su sillón, enarcó la ceja y le preguntó —¿Qué estás haciendo?
—Acomodándome —golpeaba su espalda contra el sillón —No es muy cómodo pero servirá.
—¡No, Ray! ¿Qué diablos estás haciendo?
—Dormir