Sello de Sangre. Nathan Burkhard

Sello de Sangre - Nathan Burkhard


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por favor

       Son casi las ocho de la noche… no he asistido a clases y te sigo esperando.

       Joe siempre nos iremos a una isla.

       Espero que sea una casa pequeña.

       ¿regresarás?

       Joe es medianoche y aun espero tus llamadas.

       Es la una de la mañana, fui a tu casa y tus padres no saben nada de ti.

       Joe hoy Gabrielle me dio una bofetada.

       Joe son las tres de la mañana y aún sigo esperando.

       Joe con las cuatro… duermo solo instantes pero despierto para enviarte un mensaje… responde.

       Joe son las cinco… ¿Dónde diablos estas?

       Joe Cooper contesta el maldito teléfono.

       Lo lamento… por favor perdóname, sé que estoy enojada y no debí mandarte ese mensaje…

      La enfermera había venido a revisar el suero y darme más medicación para el dolor, cuando vio que todo era correcto, giró sobre sus talones dejándome solo y cerrando la puerta detrás de sí, en ese momento vi la figura de Ray entre la sombras de la puerta, me hizo una visita fugaz, yo estaba descansando, adolorido e incómodo así que mi humor no era de los buenos, era un muy mal enfermo, cuando lo vi supe que no era una visita de cortesía, era una buena señal, una de las mejores noticias, quizás venía solo a decirme si sabía dónde Natle y Joe se habían ido, si sabía de algún paradero o lugar donde ellos pudiesen estar, quizás el verle de pie frente a mi cama solo hizo mella a mi ego magullado y mi corazón que comenzaba a sentirse marchito, ellos dos se habían ido, vacilé un momento, pero entonces me fije en el rostro de Ray, se paró en seco en la puerta al mismo tiempo que sus labios pronunciaban miles de maldiciones y eso no estaba para nada bien.

      Cerré los ojos y supe que no se trataba de ello, algo mucho más grande había pasado —¡Max! —pronunció mi nombre en un tono mucho más que preocupante.

      Fruncí el ceño y traté de erguirme pero Ray me lo impidió con la mano —¡No! Nooo —me detuvo —No trates de levantarte.

      Mi rostro sonrojado por el dolor y mi sudor que apelmazaban mis cabellos en mi frente, lo único que me permití pensar fue en ella —¡Natle! ¿Dónde está? —dije preocupado.

      —Ella —no supo cómo decirlo, pero encontró la palabra indicada —No está del todo bien.

      —¿¡QUÉ!? —me sorprendió, ya que se suponía que debía irse, no debía estar allí para esa mañana ya pasada. Supuse que quizás después del proceso vivido hace unas noches en el infierno la había consumido o algo por el estilo.

      —Está en Ben Cork, cosa que me sorprende, ya que se supone que tú le diste a Joe todo lo necesario para sacarla de Estados Unidos, si es preciso de América del norte, pero ella se encuentra en el internado, sola y devastada —dijo sin rodeos —Joe ha desaparecido.

      —Hijo de per... —me abstuve de decir más —Infeliz —Grité ronco por la ira —¿Quién diablos te dijo que iban a irse?

      —¡Max! No entiendo que salió mal, se supone que ese consejo se lo di miles de veces, al igual que tú, pero no acato ninguno de los dos consejos que eran los más próximos a ser ciertos —se aferró a sus palabras —Pero Natle está destrozada. Debemos localizarlo y sé que el único que puede juntar sus pedazos eres tú, así que tienes dos días más para poder recuperarte y salir de aquí. Natle te necesita, en verdad te necesita.

      —¿Cómo mierda piensas que lo haga? —lance retahílas por todo lo alto, sin importarme que me escucharan.

      —No te alteres. Hablé con tu doctor esta mañana y me dice que la herida está cicatrizando, al ser un Axiul`s eres más fuerte y tus poderes te ayudan a sanar a comparación nuestra, la herida aún está fresca pero en poco podrás dejar el hospital, la cama y seguir con tu rutina, aunque después de diez a quince días podrán sacarte los puntos de la cirugía y de la espalda.

      —No me cambies el puto tema —dije tenso —Encuentra a ese imbécil. Porque si lo encuentro yo primero juro por Dios que le romperé la cara que ni Dios mismo podrá encontrar sus putos pedazos.

      —Deja de gritar y maldecir, eso no ayudara en nada. Créeme estoy igual de consternado que tú.

      —¿Y porque deberías estarlo?

      —Porque sin Joe en el camino. Soy su sucesor.

      —¡QUÉ MIERDA! —Ante esas palabras no pude dar crédito a lo que escuchaba —¿De qué diablos estás hablando? —urgí una respuesta.

      —Soy hijo de una antigua matriarca, hijo de un sucesor directo de los primeros ángeles, soy legítimo heredero de un trono en los cielos, soy el único sucesor varón vivo que queda después de la guerra que extinguió a casi todo nuestro pueblo.

      No parpadeé, quedando en trance y lo estaba —Estas tratando de decir que tú... Eres un sobreviviente, el siguiente en la lista. —mi ira comenzó a tomar el control iba a levantarme y patear su trasero fuera de mi habitación, pero Ray corrió hacia mí aplacando mi ira sosteniendo una mano firme sobre mi pecho evitando que me levantara —¡Desgraciado! Ni te atrevas a tocarle —grité con las mejillas enrojecidas por la ira y el dolor.

      —¡Max! Por favor, tranquilízate, no tergiverses mis palabras, eso no implica que acataré cada orden de la guardia militar o de mi raza.

      —Joe dijo lo mismo y mira ¿Dónde diablos estamos? De nuevo en nada, con Natle aun en riesgo y en el maldito internado cuando debía estar a miles de kilómetros de distancia de nosotros.

      —Ten en cuenta que yo no haré nada para herirle —tomó una bocanada de aire —Yo traté de que ambos huyeran, pero las circunstancias cambiaron.

      —Joe cambió todo —juré por lo bajo, maldiciéndole —Ese idiota se dio por vencido, ha claudicado en el primer momento y es el único momento para poder salvarla y ese idiota ha lanzado todos los planes por la borda ¡Es un maldito imbécil!

      —¡No! —espetó Ray decidido —No lo ha hecho, algo debió de cambiar —se encogió de hombros como tratando de entender el cambio repentino de Joe.

      —¿Qué piensas hacer Ray? ¿Llevártela? —trate de reír ante la insinuación que mi amigo hacía.

      —Yo no. Pero creo saber que tú estarás más que dispuesto a sacarla de aquí —ante su comentario, sin risas, totalmente prudente y reservado.

      La sonrisa de mis labios se borró, solo para fruncir el ceño y verlo de manera directa —¿Cómo piensas que lo haga si estoy postrado aquí? —hice un berrinche como un pequeño niño de cinco años.

      —Tienes dos días para recuperarte, la herida estará ya en cicatrización, los golpes y magulladuras a punto de terminar el proceso, así que cuídate, relájate y regresa —hizo una pausa significativa —Ella te necesita mucho más de los que piensas.

      Cerré los ojos y traté de volver la vista hacia el suelo —Me necesita, pero no me ama. Jamás lo hará —afirmé con dolor —Jamás me amará como yo quisiera que lo haga.

      —Lo hará con el tiempo. Te amará mucho más que a él —aseguró Ray —Así que disfruta de tus escasas vacaciones que dentro de dos días la verdadera batalla comenzará —sin decir más extendió sus alas y desapareció del lugar dejándome con la duda, pero con una sola conclusión, Ray sabía mucho más de lo que aparentaba.

      Una vez envuelto en la soledad de mi habitación, dejé caer la cabeza hacia atrás, agotado de tantas ideas, planes y con el temor de no poder salvarla, temía fracasar, temía claudicar como lo había hecho Joe, pero dentro de mí sentía algo mucho más poderoso, algo que me impulsaba a lanzarme ante Natle, algo que me obligaba a estar mucho más cerca de ella, sin saber qué era en verdad, cerré los ojos e intenté descansar,


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