Bogotá en la lógica de la Regeneración, 1886-1910. Adriana María Suárez Mayorga
una prisión política, en un símbolo del arresto arbitrario” y de la corrupción (Martínez, 2001, p. 500).37
La cuarta, fue “la profesionalización del ejército” siguiendo modelos militares extranjeros, objetivo que no pudo concretarse de forma exitosa por la falta de recursos (Martínez, 2001, p. 502).38 La quinta, finalmente, fue la “creación de la Policía Nacional” (p. 506), testimonio de lo cual es que el 5 de noviembre de 1891, Carlos Holguín expidió el Decreto 1000, por medio del cual se organizó “un Cuerpo” policial (Ministerio de Gobierno, 1892, p. 122).39
En el “reglamento general de la Policía Nacional de Bogotá”, la capital quedó “dividida en seis Circunscripciones”, cada una de las cuales poseía en “el punto más central posible” un “puesto de Policía” (Ministerio de Gobierno, 1892, p. 125):
La 1ª. formada por la parte de la ciudad comprendida dentro de los siguientes límites: al Sur, el río San-Agustín, desde el puente de “Bolívar” hasta los confines de la ciudad; al Oeste, su confluencia con el río San-Francisco; al Este, la carrera 4ª, desde el puente “Bolívar” hasta su cruzamiento con la calle 12; y al Norte, esta calle, en dirección al Occidente, hasta los límites de la ciudad.
La 2ª. formada por la parte de la ciudad comprendida dentro de los siguientes límites: al Sur, la calle 12, desde su cruzamiento con la carrera 4ª hasta los confines de la ciudad; al Este, la carrera 4ª, desde su cruzamiento con la calle 12, hasta encontrar el centro de la calle 18, y al Norte, el eje de esta calle, prolongada al Occidente, hasta los confines de la ciudad.
La 3ª. formada por la parte de la ciudad comprendida dentro de los siguientes límites: al Sur, la calle 18, desde el puente de “Colón”, en toda su prolongación, hasta los confines de la ciudad; el río San Francisco arriba hasta los confines de la ciudad, al Oriente; por el Norte, el río del Arzobispo; por el Occidente, los límites de la ciudad con los Distritos de Fontibón y Engativá.
La 4ª. formada de la parte de la ciudad comprendida dentro de los siguientes límites: por el Sur, el río San Agustín, desde el puente de “Bolívar,” hacia el Oriente, hasta su nacimiento; por el Occidente, la carrera 4ª desde el puente de “Bolívar” hasta su intersección con la calle 18; ésta, hacia el Oriente, hasta el puente de “Colón;” y de éste, por la margen izquierda del río San Francisco, hasta los confines de la ciudad.
La 5ª., [formada por] la parte de la ciudad que se [extendía] al Sur, desde la margen izquierda del río San Agustín en toda su extensión.
La 6ª., [formada por] todo el territorio que se [extendía] al Norte de la margen derecha del río del Arzobispo, hasta los límites del barrio de Chapinero con los Municipios de Usaquén, Engativá y Suba. (Ministerio de Gobierno, 1892, p. 125)40
La cristalización del proceso quedó a cargo del francés "Jean-Marie Marcellin Gilibert "(Martínez, 2001, p. 509). Los reportes elaborados por este funcionario para el ministro de Gobierno inicialmente fueron promisorios, pero progresivamente la entidad se tiñó de descrédito por los abusos cometidos por sus integrantes.41 El malestar social que reinaba en la capital bogotana originó que la Policía fuera usada por el poder central como órgano político. La “División de Seguridad”, compuesta de “miembros” que no estaban “obligados á llevar el uniforme como los demás empleados y agentes”, se erigió rápidamente en un instrumento de control gracias a que entre sus atribuciones figuraban:42 a) “recoger, con la mayor discreción, los informes conducentes á la averiguación de los delitos”; b) “vigilar á los vagos y gentes peligrosas”, y c) “tomar notas especiales de aquellos que [pretendieran] trastornar el orden y la tranquilidad por medio de maquinaciones secretas” (Ministerio de Gobierno, 1892, p. XLVII).43
Un acaecimiento que agudizó este devenir fue la llegada a la presidencia de Miguel Antonio Caro en 1892.44 Tras verificarse los comicios, la oposición arguyó que el oficialismo había ganado en las urnas gracias a los confinamientos, destierros y prisiones que había efectuado, denuncia en la cual se sustentaron quienes censuraban las prácticas regeneracionistas para reiterar su petición de reforma constitucional.
Insistiendo en que el Gobierno había sido imparcial en las elecciones, Carlos Holguín escribió una carta en la que dejaba ver la crisis sistémica en la que se encontraba la Regeneración:
De aquí la necesidad en que he estado de recordar lo que pasaba antes, á fin de que la generación que se levanta y los hombres olvidadizos no se dejen deslumbrar con promesas falaces de libertad, mil veces hechas y mil veces olvidadas por los mismos que hoy aspiran á tomar de nuevo la dirección de la cosa pública. Porque no es posible que ningún hombre patriota y honrado desée sinceramente que Colombia vuelva al estado de salvaje anarquía de donde logró sacarla la Regeneración. […]
Como la Nación entera está palpando las ventajas del nuevo orden de cosas, se trata de poner en duda las cosas más evidentes, aunque para ello sea preciso recurrir á los más descarados adefesios y falsedades. […] Que la prensa está amordazada, aunque nos inunden con periódicos, hojas y folletos en que dicen cuánto quieren sin ningún respeto á la verdad, y en ocasiones, ni á la decencia. Que el Ejército es malísimo porque se reclutan soldados, aunque [los radicales] los hayan reclutado siempre. Que los ciudadanos son víctimas de las facultades extraordinarias á fuerza de prisiones, destierros y confinamientos, aunque no haya ningún preso, ni un desterrado, ni un confinado por política. […] Que el país no ha progresado ni se ha enriquecido en estos años de paz, porque hay pobres en Colombia y miembros de partido triunfante que tienen casas y haciendas […].
Lo que se busca es mantener al país en agitación constante; que yá que no se puede hacer la guerra material á balazos, predominen la inquietud en los espíritus y la desconfianza en todo. Que el orden no se consolide, […] para que no se lleven á cabo las obras de progreso material que […] han de afianzar la paz y alejar toda esperanza de medros á la sombra de las revueltas. (Holguín, 1893, pp. 148, 151-153)45
La cita precedente adquiere su razón de ser dentro del contexto de las rebeliones anarquistas que se desencadenaron en suelo capitalino en las postrimerías del siglo XIX, ya que estas fueron interpretadas por los regeneradores como una degradación de la moralidad popular, como un signo de que el orden moral, social y civilizatorio que se había instituido en el país estaba siendo transgredido.
Las múltiples críticas proferidas en la prensa citadina por los abusos cometidos por el oficialismo se agudizaron ante la posibilidad de que Miguel Antonio Caro fuera reelegido en los comicios de 1898, temor que fue aplacado tan pronto el dignatario manifestó su respaldo a la postulación de Manuel Antonio Sanclemente. La precaria salud de este último, pero sobre todo, la debilidad que mostró para gobernar, propiciaron que el enfrentamiento con la oposición alcanzara su cúspide, hecho que fue claramente advertido por el filólogo bogotano cuando escribió: “Hoy el nacionalismo”, la “gran causa de la Regeneración de un país antes anarquizado”, se encuentra “amenazado de retroceso” (Valderrama Andrade, 1993, p. 17).46 La beligerancia alcanzada en virtud del clima político imperante tuvo, como se verá más adelante, una incidencia directa en el desarrollo urbano bogotano.
La capital colombiana fue concebida, durante la Regeneración, en función de dos caras contrapuestas: una, respaldada por quienes exaltaban el triunfo de la riqueza espiritual sobre la material con el fin de justificar el atraso y las deficiencias urbanísticas, y otra, apoyada por quienes exigían la puesta en marcha de diversas obras tendientes a exhibir en su traza los adelantos inherentes a una capital nacional. Los partidarios de este último criterio argüían que, a diferencia de lo que sucedía en otros países del continente (como en Argentina, Chile y México), en Colombia el progreso material todavía no se había alcanzado debido a la primacía que tenía el “reinado de las ideas” (La Opinión, 1900b, p. 210) en la sociedad.
La defensa de una u otra perspectiva repercutió