La civilización del Anáhuac: filosofía, medicina y ciencia. Lourdes Velazquez González
conocimiento de milenios.[1]
Todos parten de una misma raíz, todos están influenciados por un mismo pasado, todos tienen la misma concepción filosófico-religiosa. ¿Por qué verlos como pueblos distanciados o culturas diferentes? A pesar de tener los mismos símbolos matemáticos, mismas creencias, misma alimentación, misma organización social y compartir una misma raíz nos empeñamos en verlos como un racimo de pueblos diferentes que apenas se relacionaban entre sí. Otro error que cometemos es pensar que los invasores europeos dieron unidad y cohesión a estos pueblos.
En las consideraciones anteriores utilizamos el término Anawak (Anáhuac) o sus declinaciones para indicar la región en donde se desarrolló históricamente la gran civilización de los antiguos pueblos que habitaron el territorio mexicano y de ahí se difundieron, pero todavía no hemos dicho de dónde viene esta palabra, si es un término artificial propuesto por los etnólogos y arqueólogos o algo diferente. La respuesta es que se trata del nombre con que aquellos pueblos indicaban en su idioma su propia localización en el mundo, esa era la expresión Cem Anahuac.
Cem Anahuac significa (como se reconoce analizando su composición etimológica) “lugar totalmente rodeado de agua por sus cuatro lados”. Debido a que la palabra Anawak se originó de “atl” agua y “nahuac” rodeado, que sumado a “Cem” nos da el significado antes expresado.[2] Cem Anahuac era el nombre de la parte del continente que abarcaba desde Nicaragua (Nicananahuac: “hasta aquí el Anahuac”) hasta el norte de Canadá. Los antiguos habitantes de esa región estaban conscientes de que vivían en una parte de un territorio mucho más amplio del cual ignoraban las fronteras, al que llamaban: Ixachilan, que era el nombre del continente entero, “el lugar inmenso”, “la inmensidad”.
¿América o Mesoamérica?
Si comparamos los nombres “Anáhuac” con “América”, nos damos cuenta de que este último es inmerecido porque no lo describe, no hace referencia a lo que contiene, no es un nombre creado por los pueblos originarios y, peor aún, hay un desacuerdo sobre su origen. Oficialmente se dice que proviene de Amerigo Vespucci (que en realidad se llamaba Alberico), pero en la actualidad se dice que se originó en la región nicaragüense de Amerique, que en maya quiché significa “la tierra donde sopla el viento”, lugar donde desembarcó en alguna ocasión Amerigo.
La parte de esta América que fue colonizada por la Europa latina es la que nos identifica en la actualidad como país occidentalizado y con una parte cultural proveniente de Europa. Nos hermana culturalmente con un mismo idioma desde el sur de los Estados Unidos hasta la Patagonia, dejando a un lado a los países colonizados por la Europa anglosajona (Canadá, Belice, Guyanas, Bahamas, Jamaica, Haití). Además del idioma compartimos una religión, ciertas costumbres y parte de código genético. La parte de nuestra cultura que recibió la embestida europea fue la cultura del Anahuac-Tawantinsuyo, la parte que nos hermana con todos y cada uno de los pueblos del continente porque nos unen profundos aspectos culturales, todos poseemos idiomas originales que han sido relegados, pero que aún permanecen en el habla de los pueblos más arraigados (náhuatl, otomí, guaraní, quechua, maya, navajo, entre otros) y que han impregnado al idioma español actual. Compartimos similares costumbres familiares, una alimentación basada en el maíz y una espiritualidad distinta a la europea.
Las consideraciones hechas acerca del término “América” explican por qué en este libro no utilizaremos la expresión “Mesoamérica”, que se encuentra a menudo en los estudios de las culturas del México antiguo. Esta palabra fue acuñada por Paul Kirchhoff, un antropólogo alemán de origen judío y que tenía ideas políticas comunistas, el cual se refugió en México en 1937, se naturalizó mexicano en 1941, fue cofundador en 1938 de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde impartió cursos de etnología hasta su muerte. A partir de 1952 fue investigador de la Sección de Antropología del Instituto de Investigaciones Históricas (unam), donde permaneció hasta su jubilación, 13 años después. En 1943 publicó Mesoamérica, sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales,[3] que representó una aportación original y de fuerte impacto en los estudios de las antiguas culturas de la región. El concepto de Mesoamérica es una construcción teórica que agrupa algunas características socioculturales típicas, como la economía basada en la agricultura, el cultivo del maíz, el uso de dos calendarios (el ritual de 260 días y el civil de 365), los sacrificios humanos como parte de ritos religiosos, la tecnología de la piedra y la ausencia de la técnica del metal. Los pueblos que compartían esas características ocupaban el área geográfica que incluye la mitad meridional de México y los territorios de Guatemala, El Salvador, Belice y la parte meridional de Honduras, Nicaragua y Costa Rica. El mérito de este concepto es que elaboró un modelo de características capaz de unificar una variedad de culturas que tenían idiomas diferentes y peculiaridades específicas, que impulsó a varios especialistas (y al mismo Kirchhoff) a discutirlo, desarrollarlo y, a veces, modificarlo. El término Mesoamérica tiene un cierto límite debido a que fue inspirado por la noción “Mitteleuropa”,que fue utilizada por varios autores de los siglos xix y xx, con la cual se designaba una Europa “intermedia” entre el mundo germánico y el mundo eslavo, y caracterizada por la presencia sociopolítica del imperio hasbúrgico en el cual la postura central de Austria se combinaba con la convivencia de muchas poblaciones diferentes por lengua, costumbres y tradiciones. Por tanto, se trata de un enfoque en un cierto sentido eurocéntrico, además aplicado a un concepto puramente geográfico como el de América. Por estas razones, aunque no existan objeciones al uso del término “Mesoamérica” para denotar convencionalmente un cierto tipo de estudios, parece ser más significativo utilizar el término Anahuac para denotar este campo de estudios, que corresponde, a lo que las mismas poblaciones utilizaban para denotar su propio ambiente.
Hay algo más importante: a la noción de Anáhuac no se asocia a aquella característica de “territorialidad” que es ínsita en la denominación de “Mesoamérica” y esto permite considerar a la civilización del Anáhuac como una de las “Civilizaciones madre” en la historia de la humanidad, cómo comentaremos brevemente.
Civilizaciones y culturas
En las páginas anteriores hablamos de la “civilización” del Anáhuac y de diferentes “culturas” (olmeca, zapoteca, azteca, maya, entre otras). Este hecho indica que consideramos estos dos conceptos como relacionados, pero no como sinónimos, aunque en el discurso ordinario se utilicen así. ¿Cuál es entonces el significado de cada uno y la diferencia entre los dos? La respuesta es compleja, ya que este asunto ha sido tratado de manera distinta por varios autores a lo largo del tiempo y con soluciones también diferentes. Por esta razón, después de dar algunos detalles históricos, propondremos una definición en un cierto sentido convencional y que tiene la ventaja de ser adoptada por muchos especialistas de estos temas.
Cultura es un término de origen latino que indicaba la labor de “cultivar” los campos (agri-cultura) y en seguida también al cuidado particular dedicado a las deidades (a las cuales se ofrece un “culto”) y el cuidado puesto en la formación del ser humano mediante la educación (con el fin de que sea una persona “culta”). Este último significado coincide aproximadamente con la noción griega de paidéia que encontramos, por ejemplo, en Platón y Aristóteles y que en la tradición latina se designó con el concepto de humanae litterae o sea de “humanidades” como aún se dice en varios idiomas. Este término se refería al conjunto de conocimientos (tradiciones y saberes) que un determinado pueblo considera como fundamentales y dignos de ser transmitidos a las futuras generaciones. Un hecho típico de la cultura occidental fue considerar que el conocimiento se encuentra básicamente en los libros (de ahí vino la idea que la cultura de un hombre se basa en un sistema de “buenas lecturas”). Además, el adquirir esta cultura requería invertir mucho tiempo durante bastantes años, era obvio que fuera reservada a personas pertenecientes a los estratos sociales más elevados y ricos, y no a los esclavos o a los siervos. Por esto la enseñanza era sólo para los hombres “libres” (es decir, excluía a las mujeres y a los esclavos). En la Edad Media la enseñanza se articuló en los currículos