Juan Genovés. Mariano Navarro
el debido apoyo al que estaban obligados”, lo que nos deja un rasgo que define el momento que más o menos todos ellos atravesaban.
Un mes más tarde, el 22 de octubre, los miembros del Grupo acuerdan, en otro rasgo de época, “dar al presidente una autoridad máxima en las reuniones a fin de no alterar el orden público”; también, y lo que es más importante para retratar el ánimo que los guiaba, acuerdan hacer una biblioteca, o fondo, de literatura, “a fin de que el grupo alcance una amplia cultura” (cosa muy necesaria en tiempos de perversión como los que corremos ahora)” y fundar una tertulia “con el único fin de discutir temas de envergadura”.
Esta tertulia de Los Siete despertó la atención de la prensa local. Un artículo en una hoja sin cabecera ni fecha, pero que cabe fechar en enero de 1950, poco después de la primera exposición del Grupo, firmado por Valenzuela, se inicia con el anuncio de que esta tertulia que recoge es la segunda del Grupo y el dato de que “el local está casi totalmente lleno de jóvenes que charlan y fuman”. Curiosamente, en la misma página del periódico aparece un pequeño anuncio de la revista Reader’s Digest que alerta de los peligros del consumo de tabaco. El artículo cita a algunos de los invitados: “Fernando Escribá [sic], el gran pintor valenciano,8 Gombau, Maximiliano Theus, un noruego muy amante de España y gran entendido en la pintura”, para, acto seguido, poner en antecedentes al lector sobre la tertulia.
Según el relato de uno de ellos, una buena tarde, a la salida de una de las clases, se metieron en una tasca. Allí charlaron hasta por los codos. Hablaron de Velázquez, de Goya, de Emilio Sala, de Sorolla, de Dalí, de Picasso, de Daniel Sabater […]. Cada uno fue exponiendo su problema personal y sus opiniones. Al final, cuando ya la conversación iba languideciendo sugirió alguien la idea de asociarse todos los presentes para poder luchar mejor contra las dificultades y trabas que surgen al paso del pintor novel.
Pocas líneas después, el artículo recoge elementos de la actuación del Grupo:
–¿Quién de vosotros dirige el Grupo?
–Nadie, aquí todos tenemos voz y voto.
–¿Luego, no hay una dirección que seleccione los cuadros?
–Aquí cada uno expone lo que mejor le convenga.
–Tampoco habrá, naturalmente, quien marque las directrices artísticas del Grupo, ¿no es cierto?
–Exacto. Cada uno sigue la corriente que quiere.
–De todos modos, es de presumir que constituyáis un grupo homogéneo, identificados todos vosotros con una misma tendencia pictórica.
–No, en absoluto. Nuestras diferencias son algo más que matices. No nos encontramos unidos por la misma Escuela. Cada uno tiene estilo distinto. Solo estamos vinculados por una misma ambición y unos mismos deseos.
–Y esa ambición es crear en Valencia un ambiente para el pintor joven.
–Eso es. Pero que conste que no nos guía un fin comercial. Ni mucho menos. Solo pretendemos que los pintores jóvenes encuentren un fácil modo de desenvolverse en nuestra ciudad; que se sientan acogidos y alentados.
Expusieron por primera vez en enero de 1950, en la planta baja de la tienda de muebles de un tío de Juan Genovés, Vicent Genovés Cubells, en la calle Colón, n.º 38.9
El artículo informa de que las obras expuestas fueron once y destaca “el sentido actual y antiacadémico” de las obras de Fillol, “que aún se hace más ostensible en Los ciegos de Genovés García [sic], quien, con técnica aún incipiente, nos enfrenta con un motivo entre ornamental y expresivo de ardua composición”.
En la segunda exposición del grupo, en noviembre de 1949, expuso La torre, Bodegón del frutero y Forma. Muy rico de colorido –rojos, amarillos, turquesas, azules– es Lavadero, un cuadro plagado de figuras que expuso en la muestra realizada por el Grupo, en abril de 1950, en el mismo bajo de la tienda de muebles, con la participación, ahora sí, de los siete integrantes. El comentarista del mismo periódico que publicó ese primer artículo y que firma con las siglas O. J. apunta: “Atención especial despierta Genovés Candel con su Lavadero, gracioso, movido, muy sugestivo de color y muy certeramente compuesto; y eso sin olvidar sus Muchachas de perfil, obra en verdad muy esperanzadora”.
Volvieron a exponer en octubre y de nuevo obtuvieron una serie de críticas más que favorables, en las que siempre se destacaba la juventud de los todavía estudiantes y lo simpático de su gesto. El crítico de Las Provincias Eduardo López-Chavarri los comparaba con los cinco compositores (Rachmaninov, Stravinsky, Prokofiev, Khachaturian y Shostakovich) que conformaron la Escuela moderna rusa: “Estos también permanecen con sus estilos propios y sus temperamentos, buscando cada cual su verdad artística, que es la mejor manera de hacer arte. ‘Los Siete’ tienen también una remembranza con aquellos compositores: no quieren producir en cantidad, se atienen al castizo ‘poco, pero bueno’. Así esa serie de 21 notas de color (tres por expositor) interesantes, juveniles, inquietas, camino siempre de perfección”. En esta exposición Genovés presentó tres pinturas: Paisaje en tono medio, Madre e hijo y Las viejas y el perro.
En alguna de estas primeras exposiciones del grupo, aunque no podemos asegurar en cual, estuvo el cuadro Paisaje desde mi estudio (1950). Trabajado en una muy sugerente gama de azules, con un cierto aire metafísico italiano, cabe considerarlo como una pieza más que lograda. En el fichero de Genovés consta como propiedad de José Carles.
El año siguiente fue algo menos frenético. Genovés expuso dos óleos y un dibujo. En una nota sin cabecera, con fecha de 22 de marzo firmada por F. G., estas tres obras “nos lo muestran en una cierta contradicción consigo mismo, aunque siempre lleno de la peculiar inquietud y depuración técnica que le son propias”.
Es en 1951 cuando se incorpora al grupo una mujer, Ángeles Ballester, y exponen por primera vez en una sala oficial, la Sala Braulio. La prensa destacó que Los Siete “continúan firmes en su labor progresiva y en su fe de arte. No se vuelven ‘masa’, no se amaneran entre sí, y esto es la mejor señal”.
En este punto se interrumpen las actas, seguramente porque Genovés se aleja físicamente de Valencia, como veremos algo más adelante, y aunque seguirá participando en las exposiciones de Los Siete, su relación personal con sus integrantes se verá interrumpida: “Para la época en que entró Ángeles, yo ya estaba en Madrid, tenía que vivir en Madrid para cobrar la pensión de la Diputación, que en sus condiciones exigía salir de Valencia. Al estar en Madrid no podía atender a las reuniones de Los Siete. Entonces las comunicaciones eran difíciles, no tenía teléfono y por carta era una lata. Recibí una carta en la que me echaban del Grupo por mi inasistencia a las reuniones, lo comprendí y salí del Grupo, aunque con mucha pena. En Madrid ya estaba en otro rollo. Entró Ángeles Ballester en mi lugar. Adela estaba en Madrid conmigo, o yo con ella, mejor dicho”.
La documentación del archivo recoge en este año una producción mucho más abundante que en los años precedentes, en la que se conjugan los numerosos ejercicios exigidos para la obtención de la beca de El Paular y de la Diputación de Valencia, con varios paisajes de Segovia y otros muchos de temática costumbrista, en los que Genovés oscila entre estilos y posibilidades muy diferenciadas, con unos primeros atisbos ya de escapar de un academicismo del que descreía. De 1952, un año de producción mucho más reducida, señalaremos dos obras de formato generoso y temática religiosa, obligatorios para la prolongación de la beca de la Diputación, y que nos dicen mucho sobre las exigencias “espirituales” nacionalcatolicistas de sus promotores.
En 1952 el grupo trasladó sus exposiciones a la Sala Braulio, donde ese año organizaron una muestra colectiva de los pintores integrantes de la Primavera al Aire Libre de Madrid. Como obras de Genovés expuestas nos constan Tono menor, Pintura, Pintura en rosa y la ya citada Muchachas de perfil, todas fechadas en torno al año anterior. Solo hay noticia de dos exposiciones más en la Sala Braulio: una en abril de 1953, cuando expone Madrid, 1952, y Escenas del Mediterráneo, y la del mes de octubre, cuando los mismos componentes de la muestra de 1951 expusieron de nuevo sus “trabajos de verano”.
De las obras de Genovés