Juan Genovés. Mariano Navarro
exacta, lo que significaban el desastre y la desolación de una guerra de tres años que se acababa de perder.
No podía ni imaginar entonces la humillación que significaba para la gente adulta, tragar a la fuerza, forzados por el hambre, aquellos alimentos regalados por el enemigo vencedor.
Durante los durísimos primeros años de la posguerra, los Genovés atravesaron, como otros muchos españoles, días terribles de escasez, miseria y miedo a las represalias de los inclementes vencedores. Una situación económica del país agravada por el hecho de que el 1 de septiembre de 1939 las tropas alemanas invadiesen Polonia y diera comienzo la Segunda Guerra Mundial, lo que redujo aún más las relaciones comerciales internacionales de España. Vieron cómo las calles cambiaban sus nombres; así, por ejemplo, la avenida 4 de Abril pasó a llamarse avenida José Antonio, y la plaza Castelar, plaza del Caudillo. En 1940 se prohibieron las celebraciones del Carnaval y de la Nochevieja. Al año siguiente, pese a las penurias de la población, la Virgen de los Desamparados, mutilada durante la contienda, recibía el regalo, costeado por los valencianos, de una nueva corona de oro y pedrería, según informaba el diario Las Provincias, en la que se habían utilizado más de dos kilos de oro y 2.670 piedras de 250 quilates.
“No he tenido estudios, no hice el bachillerato”, explica Genovés. “De la escuela, a los doce años, me fui a preparar Bellas Artes; hacían un examen de ingreso que equivalía a tres años de bachiller. Me preparé con don Santiago, mi maestro de siempre, y entré en la Escuela sin bachiller. En mi barrio no lo hacía ninguno, éramos muy, muy pobres, vivíamos al lado de la estación, casi todos hijos de ferroviarios; pasábamos mucha hambre. Recuerdo a mi madre llorar, y decirle yo: ‘tengo hambre’, y ella se echaba a llorar porque no tenía nada que ofrecerme. Hoy toca no comer, y no comíamos”.
Entre las poquísimas alegrías que quizá tuvo el niño Genovés, al que por su menudo tamaño sus profesores y amigos denominaban “el Xiquet”, estuvo el que el Valencia Club de Fútbol ganase por primera vez el Campeonato Nacional de Liga la temporada 1940-1941, galardón que recibiría igualmente en 1944, en fechas próximas al Desembarco de Normandía, que marcó el principio del fin de la guerra.
Mayor importancia tuvo para su vida y su posterior carrera la relación con su primo Francisco Candel Tortajada, nacido en 1925, más conocido como Paco Candel, quien llegaría a ser un renombrado escritor y parlamentario en democracia. Candel recordaba en un artículo:
Debía de tener yo diecinueve años cuando fui a Valencia por primera vez después de haber estado siendo muy niño. Tenía yo entonces, lo que son las cosas, aficiones pictóricas. Mi ilusión –lo he contado infinidad de veces– era ser pintor. Si me hubieran profetizado que acabaría siendo escritor, no me lo hubiese creído. Genovés, calculo, debía de tener catorce o quince años. Yo me había llevado un bloc de dibujo y una caja de acuarelas, y algunos días salía a pintar al huerto y los viveros acompañado por él, que quiero creer hacía sus primeros pinitos en esa especialidad. Aunque para Genovés la pintura resultaba un arte cotidiano, puesto que su padre pintaba, y a nuestros ojos extraordinariamente, no dejé de deslumbrarle un poquillo con mi aventajada traza sobre él. Creo –tal vez no sea solo una ilusoria ilusión mía– que a Genovés se le despertó entonces lo que se ha dado en llamar vocación, y a veces me complazco –vuelvo a repetir que seguramente es un espejismo mío– en imaginar que tuve mi pequeña participación en ello.10
“Paco era como mi hermano más que mi primo”, nos dice Genovés. “Era familia por parte de madre, él venía más a Valencia de lo que yo iba a Barcelona. Desde los catorce años él quería ser pintor. Su literatura era muy de verdad, no creo que fuera un genio, pero era muy bueno y muy efectivo. Nosaltres els catalans fue un libro del que se habló mucho y bien. Admiraba al president Pujol. Si hubiera vivido y viese en lo que han caído él y su familia por acusaciones de corrupción… ¡Madre mía!”.
1 Declaraciones de Eduard Genovés en el documental Juan y la guerra, realizado con material no incluido en el programa Imprescindibles - Juan Genovés: 100 x 120 encendido, de TVE, emitido el 31 de octubre de 2014. Dirección: Ana Morente. Guion: Cristina Delgado y Miguel Berbén.
2 Ibíd.
3 Ibíd.
4 Los datos sobre Juan Genovés proceden de las conversaciones mantenidas con el artista por los autores y de algunas de las aportaciones y datos contenidos en la tesis doctoral de RODRÍGUEZ GALLEGO, María Jesús (2005): Juan Genovés Candel: Arte y Sociedad (1930-1999), Madrid.
5 En las obras realizadas desde finales de la década de 2000, como veremos en el capítulo correspondiente, Genovés ha introducido una tercera dimensión en sus cuadros, valiéndose tanto de acumulaciones de pigmentos como de objetos diminutos que contribuyen a la construcción de la “figura” de los personajes de sus cuadros.
6 RODRÍGUEZ GALLEGO, María Jesús, op. cit., p. 46.
7 Ibíd., p. 47. De la tesis de Rodríguez Gallego proceden también algunos de los datos expuestos en páginas anteriores y en páginas siguientes.
8 Esta y la anterior declaración de Eduard Genovés han sido extraídas del programa de TVE anteriormente citado.
9 RODRÍGUEZ GALLEGO, María Jesús, op. cit., p. 48.
10 CANDEL, Francisco (1966): “Juan Genovés”, Canigó, n.º 145, Figueras, Barcelona, marzo.
ii
Harto de Sorolla
El Xiquet ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia en 1946, apenas cumplidos los dieciséis años y siendo el alumno más joven de su clase. Ese año vendió su primera obra; recuerda que por noventa pesetas. Un paisaje que le compró Antonio Carles en una exposición celebrada en el Ateneo de Valencia.
La difícil situación económica de la familia, de cuyas fatigas ya ha tenido el lector cumplida noticia, le empujaría también a un trabajo meramente alimenticio, pero que mantendría durante varios años, compaginándolo con los estudios: pintar decoraciones para cajas de bombones. Genovés lo recuerda con detalle y no poco sentido del humor: “El director de una casa que se dedicaba a fabricar cajas de bombones (olvidé su nombre) convocó un concurso entre los alumnos de Bellas Artes de San Carlos para pintar miniaturas que decoraran las cajas de lujo, forradas de seda de raso. El concurso lo gané yo. Se quedaba con todo lo que pintara, y estuve colaborando con él casi tres años. El tamaño era más o menos de 12 x 8 cm (similar al tamaño de un móvil de ahora). Preparaba unas tablitas de contrachapado, las untaba de ajo para quitarles el absorbente y pintaba al óleo. Mi ideal comercial era algo parecido a las miniaturas de Mariano Fortuny. Empezaba como una alfombra, pintaba por arriba y, dando toquecitos de pincel, iba cubriendo hasta llegar abajo, sin retocar. Tardaba como una hora y copiaba todo tipo de pinturas del siglo xix: bodegones, marinas, barcas, floreros (no sé cómo compaginaría el olor a ajo con la bombonería). Solo vi una vez en un escaparate de una confitería de lujo una de mis cajas. Me hizo ilusión. (No conservé ninguna, todas las vendí). Pero tenía presente que era un peligro; hacía las justas. Nunca me pasé, a pesar de que me pedían más. Empezó el año 1947 y terminó en 1950 o por ahí. Estaba harto del siglo xix”.
Desgraciadamente, nada se conserva de aquellas piezas. La primera obra que recoge su archivo es del año anterior al ingreso: un bodegón, un óleo sobre lienzo de pequeñas dimensiones, fechado el 25 de